Muchos  de los síntomas del envejecimiento, tanto los buenos como los malos,  tienen que ver con un cambio en la función cerebral, debido sobre todo a  la distinta cantidad de hormonas que liberamos en esa época de la vida.  Naturalmente ambos sexos liberamos distintas hormonas en distintas  cantidades en distintos momentos, una de las razones fundamentales de la  disparidad en nuestra forma de envejecer.
No  debería sorprendernos tanto que envejezcamos en distintas épocas y de  distintas maneras. Sabemos que el cerebro masculino y el femenino se  desarrollan a un distinto ritmo desde el momento de la concepción, y  este factor es en gran parte el que provoca los distintos tiempos en que  ambos sexos producimos y liberamos las hormonas que nos hacen ser un  hombre o una mujer.
Esta  diferencia en el efecto que las hormonas ejercen sobre la arquitectura  del cerebro puede ayudar a explicar los distintos ritmos en los que se  desarrollan las facultades de los adolescentes según su sexo. 
La  capacidad para planear y emitir juicios, unas funciones relativamente  avanzadas que dependen de una corteza cerebral desarrollada, aparece  antes en las mujeres que en los hombres, aunque cuando se acaban de  desarrollar por completo ya no existe diferencia en estas funciones en  ambos sexos. 
Las  diferencias hormonales entre nosotros siguen dándose a lo largo de  nuestras vidas, aunque en la vejez es cuando vuelven a experimentar el  mismo cambio espectacular que acusaron en la pubertad. En esta época las  mujeres dejan de menstruar, y los niveles de hormonas como la  progesterona  y el estrógeno disminuyen. Este evento llamado menopausia  normalmente aparece de los 45 a los 60 años. 
Los  síntomas de la menopausia varían. Algunas mujeres pasan una época  sumamente desagradable, y en cambio otras apenas la notan. 
Uno  de los síntomas más profundos es la confusión mental. Hay mujeres que  dicen que se sienten como atontadas o fácilmente confundidas; otras  experimentan pequeñas perdidas de memoria que incluyen desde cosas  cómicas hasta situaciones aterradoras. 
Pero  no son las mujeres las únicas que sufren con la edad una disminución de  las hormonas, y que a causa de ello, experimentan sofocos, sudor  nocturno, alteraciones en los patrones del sueño, mayor irritabilidad,  disminución de la memoria y problemas en la concentración. A los hombres  también les ocurre, incluso los sofocos. A estos síntomas en el hombre  se le llama Andropausia.
Existen  diferencias entre la versión masculina y femenina de esta “pausia”,  principalmente la que las mujeres experimentan una disminución hormonal  en un espacio de tiempo más comprimido de la vida, mientras que en los  hombres el descenso es más gradual. 
Pero existen muchas similitudes entre mujeres y hombres.
Las  quejas más comunes de los hombres son: disfunción eréctil (46%),  cansancio general (41%) y pérdida de memoria (36%). A medida que el  hombre envejece se vuelve más sensible al dolor. Su fuerza física  disminuye. Sus sentidos de la vista, el oído, el sabor y el olfato  pierden agudeza, al igual que ocurre con las mujeres, y este factor  aumenta aún más la fragilidad y la indecisión que experimentan.
Las  consecuencias de la andropausia pueden ser duras, no sólo para los  hombres que las experimentan, sino también para sus mujeres. Una de las  cosas que hay que estar muy atento, tanto si eres el hombre que esta  envejeciendo como su esposa, es al inicio de una depresión. Una  disminución de las facultades y una disfunción eréctil puede minar  seriamente la autoconfianza y la autoestima masculina. Los hombres  también tienden a identificarse con su trabajo, y la pérdida de esta  identificación que provoca la jubilación puede ser sumamente  desorientadora y tener un efecto depresivo.
Y  para empeorar las cosas aún más, la jubilación suele obligar a las  parejas a estar más cerca de lo que habían estado nunca en toda su vida  de casados. 
Es  natural no saber cómo utilizar el repentino regalo de las horas libres  que la jubilación nos ofrece, sobre todo si eres una persona que siempre  tuviste muy poco tiempo libre. Hay mujeres que se inventan un recado al  día para que su esposo este fuera de casa un poco y no volverse locas.
Los  cambios en el cerebro masculino aparecen mucho antes que en el cerebro  femenino, entre los 18 y los 45 años los hombres muestran un descenso  importante de su capacidad cognitiva, en cambio las mujeres de la misma  edad, se supone que a causa del efecto protector del estrógeno, no  acusan ningún cambio. Después de los 45 los índices de descenso parecen  igualarse en ambos sexos.
¿Por qué las mujeres parecen ser más propensas a la demencia senil?
Una  de las causas que se barajan es que puede deberse a que las mujeres  viven más años que los hombres. Los hombres son más vulnerables a las  enfermedades y a morir antes, con el resultado de que a los 85 años por  cada hombre viven 2 mujeres, aunque en el año que nacieron hubiera más o  menos la misma cantidad de hombres que de mujeres. Pero a esa edad, los  hombres que hayan conseguido llegar es muy posible que estén con las  facultades mentales en mejor situación que las mujeres de su misma edad,  ya que a esa edad las mujeres son más proclives a tener problemas.
Es  importante mantener nuestro cerebro bien alimentado con buena música,  buen arte, buenas conversaciones y buenas ideas. Cuanto más rico sea el  entorno en el que vives, más oportunidades tendrás de aumentar la  cantidad de neuronas y las conexiones que existen entre ellas.
Las siguientes sugerencias te ayudarán a mantener el cerebro en una excelente forma:
·         Aliméntate bien y haz ejercicio
·         Aprende algún nuevo juego como el ajedrez, cartas o puzzles.
·         Ejercita el cerebro con sumas o restas.
·         Escribe tu historia
·         Asiste a alguna clase
·         Colabora como voluntario
Los  estímulos intelectuales, aunque sean importantes, no son lo único que  hay que tener en cuenta. Relacionarte con otras personas también forma  parte del entorno saludable. ¡Y no te olvides de la importancia del contacto físico! Nosotros al igual que los bebés, necesitamos recibir caricias y abrazos; sin ellos nos marchitaríamos.
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