lunes, 19 de diciembre de 2011

PARA EL ADULTO MAYOR




Muchos de los síntomas del envejecimiento, tanto los buenos como los malos, tienen que ver con un cambio en la función cerebral, debido sobre todo a la distinta cantidad de hormonas que liberamos en esa época de la vida. Naturalmente ambos sexos liberamos distintas hormonas en distintas cantidades en distintos momentos, una de las razones fundamentales de la disparidad en nuestra forma de envejecer.
No debería sorprendernos tanto que envejezcamos en distintas épocas y de distintas maneras. Sabemos que el cerebro masculino y el femenino se desarrollan a un distinto ritmo desde el momento de la concepción, y este factor es en gran parte el que provoca los distintos tiempos en que ambos sexos producimos y liberamos las hormonas que nos hacen ser un hombre o una mujer.
Esta diferencia en el efecto que las hormonas ejercen sobre la arquitectura del cerebro puede ayudar a explicar los distintos ritmos en los que se desarrollan las facultades de los adolescentes según su sexo.
La capacidad para planear y emitir juicios, unas funciones relativamente avanzadas que dependen de una corteza cerebral desarrollada, aparece antes en las mujeres que en los hombres, aunque cuando se acaban de desarrollar por completo ya no existe diferencia en estas funciones en ambos sexos.
Las diferencias hormonales entre nosotros siguen dándose a lo largo de nuestras vidas, aunque en la vejez es cuando vuelven a experimentar el mismo cambio espectacular que acusaron en la pubertad. En esta época las mujeres dejan de menstruar, y los niveles de hormonas como la progesterona  y el estrógeno disminuyen. Este evento llamado menopausia normalmente aparece de los 45 a los 60 años.
Los síntomas de la menopausia varían. Algunas mujeres pasan una época sumamente desagradable, y en cambio otras apenas la notan.
Uno de los síntomas más profundos es la confusión mental. Hay mujeres que dicen que se sienten como atontadas o fácilmente confundidas; otras experimentan pequeñas perdidas de memoria que incluyen desde cosas cómicas hasta situaciones aterradoras.
Pero no son las mujeres las únicas que sufren con la edad una disminución de las hormonas, y que a causa de ello, experimentan sofocos, sudor nocturno, alteraciones en los patrones del sueño, mayor irritabilidad, disminución de la memoria y problemas en la concentración. A los hombres también les ocurre, incluso los sofocos. A estos síntomas en el hombre se le llama Andropausia.
Existen diferencias entre la versión masculina y femenina de esta “pausia”, principalmente la que las mujeres experimentan una disminución hormonal en un espacio de tiempo más comprimido de la vida, mientras que en los hombres el descenso es más gradual.
Pero existen muchas similitudes entre mujeres y hombres.
Las quejas más comunes de los hombres son: disfunción eréctil (46%), cansancio general (41%) y pérdida de memoria (36%). A medida que el hombre envejece se vuelve más sensible al dolor. Su fuerza física disminuye. Sus sentidos de la vista, el oído, el sabor y el olfato pierden agudeza, al igual que ocurre con las mujeres, y este factor aumenta aún más la fragilidad y la indecisión que experimentan.
Las consecuencias de la andropausia pueden ser duras, no sólo para los hombres que las experimentan, sino también para sus mujeres. Una de las cosas que hay que estar muy atento, tanto si eres el hombre que esta envejeciendo como su esposa, es al inicio de una depresión. Una disminución de las facultades y una disfunción eréctil puede minar seriamente la autoconfianza y la autoestima masculina. Los hombres también tienden a identificarse con su trabajo, y la pérdida de esta identificación que provoca la jubilación puede ser sumamente desorientadora y tener un efecto depresivo.
Y para empeorar las cosas aún más, la jubilación suele obligar a las parejas a estar más cerca de lo que habían estado nunca en toda su vida de casados.
Es natural no saber cómo utilizar el repentino regalo de las horas libres que la jubilación nos ofrece, sobre todo si eres una persona que siempre tuviste muy poco tiempo libre. Hay mujeres que se inventan un recado al día para que su esposo este fuera de casa un poco y no volverse locas.
Los cambios en el cerebro masculino aparecen mucho antes que en el cerebro femenino, entre los 18 y los 45 años los hombres muestran un descenso importante de su capacidad cognitiva, en cambio las mujeres de la misma edad, se supone que a causa del efecto protector del estrógeno, no acusan ningún cambio. Después de los 45 los índices de descenso parecen igualarse en ambos sexos.
¿Por qué las mujeres parecen ser más propensas a la demencia senil?
Una de las causas que se barajan es que puede deberse a que las mujeres viven más años que los hombres. Los hombres son más vulnerables a las enfermedades y a morir antes, con el resultado de que a los 85 años por cada hombre viven 2 mujeres, aunque en el año que nacieron hubiera más o menos la misma cantidad de hombres que de mujeres. Pero a esa edad, los hombres que hayan conseguido llegar es muy posible que estén con las facultades mentales en mejor situación que las mujeres de su misma edad, ya que a esa edad las mujeres son más proclives a tener problemas.
Es importante mantener nuestro cerebro bien alimentado con buena música, buen arte, buenas conversaciones y buenas ideas. Cuanto más rico sea el entorno en el que vives, más oportunidades tendrás de aumentar la cantidad de neuronas y las conexiones que existen entre ellas.
Las siguientes sugerencias te ayudarán a mantener el cerebro en una excelente forma:

·         Aliméntate bien y haz ejercicio
·         Aprende algún nuevo juego como el ajedrez, cartas o puzzles.
·         Ejercita el cerebro con sumas o restas.
·         Escribe tu historia
·         Asiste a alguna clase
·         Colabora como voluntario
Los estímulos intelectuales, aunque sean importantes, no son lo único que hay que tener en cuenta. Relacionarte con otras personas también forma parte del entorno saludable. ¡Y no te olvides de la importancia del contacto físico! Nosotros al igual que los bebés, necesitamos recibir caricias y abrazos; sin ellos nos marchitaríamos.

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