jueves, 22 de diciembre de 2011

UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN


Llegan las navidades, fechas en la que acostumbramos a estar con los seres queridos, fechas de amor y de reflexión.
Estas fiestas quizás sea un periodo muy difícil para todos; la crisis, el estrés constante que se apodera de nuestro ánimo, la falta de tiempo, ¿Cierto no?...


Porque parece que en estas fechas lo único que llevamos a cuestas es el espíritu del consumismo…regalos, regalos y más regalos. Pero si en estas fechas sacamos tiempo de antemano para reunirnos con los compañeros, amigos, conocidos…, debe ser por algo más que una mera formalidad social, o al menos está la intención de que sea algo más que eso.
Acabamos el año 2011, muchos días, que se suman con los años anteriores y los muchos que vendrán.
¿Por qué no disfrutar de cada día?
Ir más despacio, tomar consciencia del aquí y el ahora, reírnos apreciar la simplicidad. Hay muchas actitudes que nos predisponen al placer y el gozo del día a día. Me he permitido apuntar algunas de ellas.
Concentrarnos en el momento presente.
Tomamos un café y estamos centrados en las preocupaciones y ansiedades del día que en vivir el instante y disfrutar de la taza que nos estamos tomando. Nos reunimos con una persona querida y, en lugar de concentrarnos en esa persona y momento, nos distraen otros pensamientos.
Para poder disfrutar los placeres que nos ocurren en el día hemos de poner toda nuestra atención en lo que hacemos en cada momento. Estamos constantemente preocupados por mil cosas a la vez. Hacer el esfuerzo de desactivar las películas mentales que nos desconectan del ahora es un cambio necesario para lograr aprovechar realmente los buenos momentos.
Ralentizar
La prisa es la enfermedad de nuestro tiempo en las sociedades industrializadas. Nosotros hemos creado las máquinas y, al final, hemos acabado adaptándonos a su lógica: hacer el mayor trabajo posible en el menor tiempo posible.
Nosotros no somos máquinas, somos seres humanos y debemos regirnos por la lógica de la vida, que es bien distinta: nos invita a funcionar dedicando a todo más tiempo, tiene es flexible y, sobre todo, tiende a la cooperación más que a la competitividad.
Ralentizar, ir más despacio, es no querer abarcarlo todo, no olvidar lo importante la salud, las personas que queremos, el sentirnos bien con nosotros mismos– y disponer del tiempo suficiente para disfrutar esos pequeños placeres, una charla con un amigo, una buena lectura o un paseo tranquilo, que nos proporcionan bienestar.
Bromear
Una buena sesión de risa franca, que es la que aparece sin avisar y nace del fondo de nuestro ser, nos libera de tensiones y de angustias y, sobre todo, nos predispone a sentir de forma más sana y positiva. Si nos ejercitáramos con una buena dosis de risa, nos saldría todo muchísimo mejor.
Reírse ayuda a curar depresiones, estrés y las angustias. Nos ayuda a sentirnos mejor, más confortables y se fortalecen los lazos afectivos.
Apreciar lo simple
Aunque la publicidad se empeñe en convencernos de que necesitamos todo tipo de cosas, cuanto más nuevas mejor, la verdad es que muchas veces lo más simple es lo que nos produce más placer.
Reírnos con un amigo, dar un paseo por el campo, ver una puesta de sol, bailar, dibujar, dormir la siesta...
Existen muchos pequeños y grandes placeres que podemos concedernos sin necesidad de hacer gastar mucho dinero.
Vuelvo a repetir la pregunta…
¿Por qué no disfrutar de cada día?
Disfrutar los momentos del día, cuidarnos, tener tiempo para relajarnos, buscar momentos de descanso. No es sólo apostar por una vida más agradable, sino también para nuestra salud.
¡Felices fiestas a todos!

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