Llovía muy fuerte y era de noche.
Renato  casi no vio a la señora que estaba en el automóvil parado al costado de  la carretera, pero se dio cuenta de inmediato que necesitaba ayuda.
Detuvo  su viejo coche y se acercó. Su aspecto no inspiraba confianza, parecía  bastante pobre y harapiento. Por un instante a la señora se le cruzó la  idea de que quizás pudiera ser un asaltante.
Renato  percibió su miedo y para tranquilizarla le dijo: "Estoy aquí para  ayudarla señora, no se preocupe ¿porqué no espera dentro del auto que  estás más calentito? ...A propósito, mi nombre es Renato"
El  problema era sólo una llanta pinchada, pero para un señora de tan  avanzada edad seguramente era algo bastante incómodo. Reanto se agachó,  colocó el gato mecánico, levantó el coche y pocos minutos después la  rueda ya estaba cambiada. Sólo quedó bastante sucio y con una pequeña  herida en la mano.
Mientras apretaba las tuercas, la  señora abrió la puerta y comenzó a conversar con él. Le contó que no era  del lugar, que sólo estaba de paso por allí y que no sabía como  agradecerle su preciosa ayuda. Renato le sonrió mientras se levantaba.
Ella  le preguntó cuanto le debía. Por su mente habían pasado todo tipo de  imágenes de lo que le hubiera podido ocurrir si Renato no la ayudaba.  Pero Renato no pensaba en dinero...le gustaba ayudar a las personas. Ese  era su modo de vivir así que simplemente le respondió: "Si realmente  quiere pagarme, cuando encuentre a alguien que realmente necesite ayuda,  dele la ayuda que esa persona necesita y acuérdese de mí..."
Se  despidieron afectuosamente y cada uno siguió su camino. Pocos  kilómetros más adelante, la señora se detuvo en una cafetería junto a la  carretera. La camarera se acercó rápidamente trayéndole una toalla  limpia para secar su cabello que estaba totalmente mojado y al dársela  le dirigió una luminosa sonrisa.
La señora notó que la camarera tenía un muy avanzado embarazo y mientras la miraba se acordó de las palabras de Renato.
Después que terminó su café la señora le pagó con un billete de $ 100.- y la camarera fue a buscar el cambio hasta la caja. Mientras ello ocurría la señora se retiró. Cuando la camarera volvió a la mesa con su vuelto, encontró varios billetes más de $ 100.- en la mesa junto a una servilleta en la cual había dejado una nota que al leerla hizo que una lágrima rodara por sus mejillas. La nota decía: "Tú no me debes nada, ya tengo bastante. Hoy alguien me ayudó y de la misma forma te estoy ayudando ahora. Si tú quieres reembolsarme el dinero, no dejes que esta cadena de amor se corte en tí, ayuda a alguien..."
Cuando aquella noche la camarera llegó, agotada, a su hogar se acostó sigilosamente en la cama pues su marido ya estaba durmiendo. Quiedó un rato pensando en el dinero y en la nota que aquella viejecita le habia escrito. Pensó ¿como pudo aquella señora saber cuanto necesitaban ese dinero su marido y ella? Con el bebé a punto de nacer todo se estaba haciendo más difícil. Siguió pensando en esa bendición que había recibido y no pudo evitar que una sonrisa se le dibuje en el rostro. Agradeció a Dios por esa señal de esperanza, se volvió hacia su preocupado marido que descansaba a su lado, le dio un beso suave en la mejilla al tiempo que al oído le susurró: "Todo estará bien Renato ¡te amo!"
Después que terminó su café la señora le pagó con un billete de $ 100.- y la camarera fue a buscar el cambio hasta la caja. Mientras ello ocurría la señora se retiró. Cuando la camarera volvió a la mesa con su vuelto, encontró varios billetes más de $ 100.- en la mesa junto a una servilleta en la cual había dejado una nota que al leerla hizo que una lágrima rodara por sus mejillas. La nota decía: "Tú no me debes nada, ya tengo bastante. Hoy alguien me ayudó y de la misma forma te estoy ayudando ahora. Si tú quieres reembolsarme el dinero, no dejes que esta cadena de amor se corte en tí, ayuda a alguien..."
Cuando aquella noche la camarera llegó, agotada, a su hogar se acostó sigilosamente en la cama pues su marido ya estaba durmiendo. Quiedó un rato pensando en el dinero y en la nota que aquella viejecita le habia escrito. Pensó ¿como pudo aquella señora saber cuanto necesitaban ese dinero su marido y ella? Con el bebé a punto de nacer todo se estaba haciendo más difícil. Siguió pensando en esa bendición que había recibido y no pudo evitar que una sonrisa se le dibuje en el rostro. Agradeció a Dios por esa señal de esperanza, se volvió hacia su preocupado marido que descansaba a su lado, le dio un beso suave en la mejilla al tiempo que al oído le susurró: "Todo estará bien Renato ¡te amo!"

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