viernes, 3 de febrero de 2012

EL VALOR DE ATREVERSE Y VENCER LA SOLEDAD


Personas que se casan pasando la tercera edad,  personas protagonistas de esa historia de amor y sus familias, tienen todo mi respeto. Dos personas que se quieren, contraerán matrimonio. Eso es todo. Es lo que cuenta, y lo realmente necesario. ¿La más rica de España? ¡Qué importa! ¿Es más rico quien más tiene o quien menos necesita?

Me interesa el hecho, no el morbo. ¿Qué sabe nadie de la necesidad de amar y ser amado que tiene una persona? ¿Qué sabe nadie de la edad del corazón que ama? ¿A qué edad está bien visto que uno se enamore? ¿A qué edad termina el amor y la necesidad de las caricias? ¿Termina el amor? ¿Hay que someterse a lo que piensen o digan los demás? ¿Quién se ha parado a medir la vitalidad del rebelde que ama y sueña? ¿Vence uno mientras lucha o se muere cuando deja de luchar? ¿El ser humano, no está aquí para amar y ser amado? ¿No crece mientras respira el oxígeno maravilloso de la ternura? Los valientes luchan por la capacidad de elegir y decidir sus actos.

Tenemos, en general, muchos prejuicios y moldes estrechos. Lo que se sale de la norma no suele ser aceptado, a no ser que nos convenga. Somos capaces de imponer la soledad porque nos asusta la libertad. ¿No sabemos que, en general, la soledad que no engrandece, la impuesta, es el comienzo de la muerte? Eso nada tiene que ver con la edad. Parece que la voluntad de la Duquesa ha terminado por imponerse. ¡Ojalá se encontrara esa vitalidad en mucha personas! En su libro “Los lenguajes del deseo” el psiquiatra Enrique Rojas asegura que hoy en Occidente las mujeres tienen más cultura afectiva, y menos miedo a la libertad que los hombres. Si su estado de ánimo no acepta la derrota, lucharán contra la soledad.

Ciertamente puede haber soledad desde la infancia. Los niños necesitan diariamente el sol de una sonrisa y de un mimo. A veces queremos que estudien, sin percatarnos de que los fracasos escolares, pueden ser, como la fiebre, gritos de atención de que algo falla. No es suficiente darles “todo” si les falta lo esencial.

Los expertos han acuñado el término “inteligencia emocional”, referida a la capacidad humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. No es ahogar emociones y sentimientos. A veces la rebeldía juvenil es debida al desconcierto interior para entenderse y situarse en el entorno. Olvidamos que cuando sienten la tentación de escapar de casa, es porque ya no encuentran ni los ojos ni el diálogo, ni los brazos que les daban calor y abrigo. ¿Intentan huir de la soledad y el vacío con “ruido”, alcohol y drogas? La madurez es dar otro paso y descubrir la ”inteligencia interpersonal”, es decir "el conocimiento de los aspectos internos de una persona: el acceso a la propia vida emocional, a la propia gama de sentimientos, la capacidad de efectuar discriminaciones entre las emociones y finalmente ponerles un nombre y recurrir a ellas como un medio de interpretar y orientar la propia conducta...". El valor de atreverse y la voluntad de arriesgar.

Por unas razones o por otras, hay personas de la tercera edad solas (en el tramo de vida de 60 en adelante). Mientras, “la revolución científica ha desatado el cambio más importante de toda la historia de la evolución: la prolongación de la esperanza de vida… los últimos experimentos en laboratorios apuntan a una esperanza de vida de hasta cuatrocientos años” (E. Punset, El viaje a la felicidad). No están cerrados los caminos del corazón.

En general, han aprendido en los libros supremos de la adversidad y la experiencia. A veces pueden caer en el peligro de la rutina. “El aburrimiento es el hastío del vacío y de no tener nada con que llenar lo inmediato”. Sin sueños, ni afecto, con rutina y aburrimiento, están en la antesala de la depresión principio de muchas enfermedades. La dispersión geográfica de los hijos, la familia de éstos y sus trabajos, les impiden atender a los “abuelos”. Ante ciertos problemas de salud, ante el problema de la distancia y la soledad, deciden lo que creen mejor: tenerlos por temporadas, o meterlos en una residencia-asilo, donde saben que van a ser cuidados por profesionales, y “no les va a faltar de nada” ( la misma falacia). Se las ingenian para que “acepten” que “es” lo mejor y es por “su” bien.

La sociedad suele respetar las “locuras” de jóvenes y no tan jóvenes, pero tiene reparos “interesados”(a veces herencias) para respetar la libertad de los “mayores”. Es como si no tuvieran derecho a la “ilusión de vivir”, como si los sentimientos y la felicidad no pudieran seguir siendo su proyecto. Muchas enfermedades crónicas son rendiciones por negarse a soñar. ¿Qué sabe nadie de la necesidad del alma y el corazón de los abuelos? Algunos sucumben por cobardía, sin arriesgarse a encontrar un camino diferente. A veces el pacto que firman con sus hijos es su muerte (eso sí, bien atendidos). Se mueren en las solanas, porque a su edad, carecen de una razón para vivir y necesitan una esperanza, una sonrisa, un abrazo, mil besos, para seguir luchando. Todo ello, puede tener nombre y apellidos. ¿Qué diría la gente? Pienso que estaría encantada de que usted pudiera volver a sonreír, porque le importa a alguien.

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