lunes, 24 de enero de 2011

PARA EL ADULTO MAYOR

Mantener elevada autoestima en la tercera edad permite a los ancianos contar con seguridad y confianza para relacionarse con los suyos, realizar actividades o emprender proyectos con independencia. En pocas palabras, es el motor para vivir en plenitud
Por fortuna, cada vez son más las personas de la tercera edad que hacen a un lado los prejuicios sociales que encasillan a la vejez como periodo de baja creatividad y productividad, a la vez que plagado de enfermedades, enojo y soledad. Poco a poco se han dado cuenta que muchos de los problemas de la vejez no se encuentran en enfermedades o deterioro de las capacidades, sino en la actitud con que enfrentan la vida: queriéndose o repudiándose.
Y es que la gran mayoría de los estereotipos respecto a la tercera edad se dedican a lastimar la idea que el anciano tiene acerca de sus atributos, cualidades, labores y objetivos que posee o persigue, es decir, de su autoconcepto de la vida, lo cual redunda en que sienta poco afecto por sí mismo y disminuya su autoestima hacia su propia persona.
De esta forma crea un círculo vicioso, pues al disminuir su autoestima el anciano se siente triste, inseguro y con poca creatividad, de manera que su desempeño se ve reducido y “reafirma” la terrible y destructiva idea sobre su baja productividad.
Sin embargo, este mismo mecanismo puede ser utilizado de manera completamente opuesta para obtener resultados positivos o, dicho de otro modo, mejorar el autoconcepto para alimentar el amor por sí mismo. Una buena forma de lograrlo consiste en la realización de actividades recreativas que permitan al anciano sentir satisfacción consigo mismo y que le ayuden a acercarse plenamente a su familia, seres queridos y sociedad.
Carácter independiente
Una persona de la tercera edad debe fomentar en sí mismo todo aquello que le ayude a formar un carácter independiente, básico para mejorar su autoestima y la realización de sus metas personales, para lo cual es indispensable atender dos aspectos primordiales: físico y psicológico.
Respecto al primero, podemos afirmar que un buen funcionamiento orgánico permite al anciano gozar de autonomía: arreglar su habitación, cocinar, bañarse y arreglarse impedirá que se le considere “una carga”.
Contrario a lo que se piensa, el anciano no tiene por qué sufrir atrofia en su capacidad de movimiento, coordinación ni fuerza. La falta de práctica es, más bien, la causa de aparentes problemas, y no afecta sólo a miembros de la tercera edad, sino a cualquier ser humano, por joven que sea. Como alternativas para lograr buen acondicionamiento físico se cuenta con distintas opciones, que van desde la práctica de baile de salón a la caminata, pasando por el Tai-Chi y yoga.
En lo psicológico, es prudente comentar que la actividad mental continua permite motivar al anciano y mantener en activo sus recuerdos, con lo cual será más difícil que se presente pérdida de memoria y la llamada “jubilación mental”, que ocurre cuando un individuo se sugestiona con la idea de que a su edad ya no puede aprender nada nuevo ni realizar actividades que antes eran sencillas.
Aunque hay quienes piensan que cuando la persona envejece tiene menos capacidad intelectual, investigaciones realizadas en la Universidad de Harvard, Estados Unidos, han permitido concluir que al mantener la actividad mental activa, la mayoría de los seres humanos conservamos intactas nuestras facultades de raciocinio al menos hasta los 70 años, y 30% llega sin ningún problema a los 80 ó 90. Por ello, se recomienda lectura, cine o ajedrez, que pueden practicarse de forma colectiva, fomentando la convivencia y el intercambio de ideas.
De esta manera, conservar al organismo y mente en buen estado redundará en carácter seguro y pensamiento lúcido, es decir, en una personalidad que no se anticipará al rechazo o fracaso, sino que sea emprendedora y con mejor relación con su entorno. Paulatinamente, la creación de diferentes intereses y pasatiempos puede transformar a la tercera edad en una etapa memorable, donde incluso se inicie un negocio o un nuevo amor.
Ahora bien, aunque la situación económica puede ser un factor que aparentemente impida gozar de ciertas actividades, lo cierto es que la participación familiar, la realización de alguna labor productiva y el apoyo de instituciones culturales, facilita en mucho alcanzar estos objetivos.
Para comenzar
Uno de los primeros pasos consiste en manifestar con otras personas las inquietudes que se tengan, a fin de aclarar las ideas propias y contar con nuevas opiniones y experiencias. Así es posible tener en claro, por ejemplo, cuáles son las actividades que más gustan: canto, baile, artesanía, visitas a museos, leer (puede preguntar sobre algunos títulos), practicar artes marciales o meditar.
Luego, asista a los lugares donde desee tomar un curso o taller, y acuda a ver teatro o escuchar música; no tenga miedo de preguntar, pues siempre hay alguien amable con ganas de ayudar.
Planear cada una de sus labores y llevarlas a cabo es magnífica forma de trabajar por uno mismo, de quererse y apreciarse, es decir, de mejorar su autoestima, algo a lo que todo ser humano tiene derecho

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