miércoles, 26 de enero de 2011

MALTRATO AL ADULTO MAYOR

Doña Virginia tiene 68 años y hace un mes fue brutalmente agredida por su sobrina, que reaccionó con violencia al pedido de doña Virginia de asear la casa. Hoy, la víctima siente que “está sola en este mundo” y su dolor es compartido por otros adultos mayores agredidos.
Según los datos de la ONG Centro de Orientación Sociolegal para el Adulto Mayor (Coslam), entre enero y octubre de este año se notificaron 640 casos de maltrato y violencia contra personas de la tercera edad; el 55% (349) fue a mujeres y el 45% (291) a hombres. Como promedio se calcula que cada mes se reportaron 64 casos, es decir alrededor de dos al día.
Estas cifras engrosan los registros de violencia intrafamiliar en la ciudad de La Paz, los cuales, según los Servicios Legales Integrales Municipales (SLIM), llegaron a 247 hechos contra adultos mayores y 311 a menores de 18 años, durante el 2009.
Sólo tomando en cuenta la relación de casos que llegaron a los SLIM el 2009, se puede establecer que las agresiones a adultos mayores son,    en número, casi iguales a las que se infringen sobre niños y niñas.
El estudio de Coslam revela además que en lo que va de este año, octubre fue el mes con la mayor cantidad de agresiones contra adultos mayores, con 79 registros de maltrato.
La jefa de la Unidad de Atención Integral a la Familia de la Alcaldía de La Paz, Roxana Minaya, explica que en la mayoría de los casos los agresores son los propios hijos, seguidos por los familiares en segundo y tercer grado de consanguinidad.
La violencia aumenta, opina la encargada del Área del Adulto Mayor del Servicio Departamental de Gestión Social (Sedeges) de la Gobernación de La Paz, Rosario Molina.
“En los últimos años han aumentado los casos porque los hijos no quieren responsabilizarse de sus padres, ellos siempre los insultan si no pueden hacer algo, se cansan de ellos y los maltratan”.  Molina ha conocido casos extremos donde además se ha tenido que llevar a las víctimas a un centro para adultos mayores.
Según datos del SLIM de La Paz, la mayor cantidad de casos de maltrato contra la tercera edad, durante 2009, se presentó en el Macrodistrito Periférica, con 85 registros. Siguen: Max Paredes, con 45 casos; San Antonio, con 44; Centro, con 39; Sur, con 16; Cotahuma, con 14; Hampaturi, con dos, y Mallasa y Zongo, con uno.
En el caso de los menores de 18 años, el 2009 se reportaron más hechos en el Macrodistrito Cotahuma, con 213 casos; en segundo lugar se ubicó San Antonio, con 51; luego estuvo Periférica, con 37; Hampaturi, con siete; Mallasa, con dos, y Zongo, con uno.
Causas. El principal motivo de la violencia contra adultos mayores es que los agresores los consideran estorbo, coinciden Minaya y Marisabel Mendoza, administradora del Centro Rosaura Campos, hogar de acogida transitoria.
“Los ancianos son considerados así por los hijos, porque por su edad avanzada ya no aportan a la casa, tienen problemas de salud, manejo, independencia y por eso en muchas ocasiones son maltratados”, comenta la administradora del centro.
Otra de las causas se debe a que familiares y otros allegados se aprovechan de los adultos despojándolos de sus propiedades y dinero. “Existen casos en los que agreden para obligarlos a que les entreguen bienes como casas y terrenos. Además se suscitan otros problemas cuando el anciano cobra su renta Dignidad; los hijos les quitan ese dinero y luego les dan una mínima parte, lo que genera más violencia”, informa Rosario Molina.
Las mujeres de la tercera edad son las que más sufren agresiones debido a “la cultura, la idiosincrasia del país y el machismo que hay”, dice el asesor jurídico de Coslam, Jaime Zuloaga.
En el caso de doña Virginia (nombre ficticio), fue la primera vez que recibió maltrato. Por pedirle a su sobrina, quien vive con ella junto a su sobrino nieto, que ordenara un poco la vivienda, recibió una golpiza que le dejó lesiones en diversas partes del cuerpo y cinco días de impedimento.
“Cuando la golpeaban no sabía qué hacer porque además el niño (el hijo de su sobrina) gritaba. Lo único que hizo la señora fue encerrarse en su cuarto. Ahora quiere que su sobrina se vaya de su casa”, cuenta Blanca Cuba, trabajadora social del Centro de Orientación Sociolegal.
La profesional del Coslam acota que además de las magulladuras, a la señora golpeada le duele que “siendo su sobrina le haya hecho eso, pese a que la apoyó económicamente porque no trabaja”.
El abandono también es considerado un tipo de maltrato, explica el responsable nacional de los programas de Derechos Humanos de Personas Adultas Mayores de la Defensoría del Pueblo, Marco Lucero, Mendoza acota que en los últimos años aumentaron los registros de abandono de la gente de la tercera edad, debido a que “la familia entera sale a trabajar y los parientes dicen que no hay quién lo cuide (al adulto mayor) y no se hacen cargo. Por día hay una persona que busca información para poder internar a un anciano en un hogar”.
Los dos hogares estatales que hay en La Paz, dependientes del Sedeges, dan servicio a personas de la tercera edad que han sido abandonadas  por sus familiares. El hogar María Esther Quevedo atiende a 39 personas, de las cuales 17 son externas, es decir que reciben una beca por alimento, y 22 son internas que se encuentran en situación de abandono total por parte de sus parientes. “Se considera abandono total de un anciano cuando se verifica que no tiene familiares, no tiene recursos ni dónde vivir o cuando los hijos se deslindan de la responsabilidad”, explica Mendoza.
El centro Rosaura Campos beneficia a 34 personas, 16 son externas y 18 internas, quienes están en el hogar de una forma transitoria hasta que el personal de la institución pueda encontrar a los familiares.
Teresa (nombre ficticio), de 86 años, es interna de uno de los centros que no recibe visitas de parientes. Dos de sus hijos han muerto y la única familiar conocida es una hija.
La octogenaria, sin embargo, asegura que sus hijos están vivos y que algún día aparecerán para trasladarla a Cochabamba, la tierra donde nació, y vivir con ella.
De vez en cuando una mujer llega desde la capital del valle con sus dos hijas y visita a Teresa. Si bien no son familiares, ella cree que sí y que las dos jóvenes son sus nietas.
Bigotón, como lo llaman sus compañeros, es otro de los adultos mayores internados y que no recibe visita de sus seres queridos.
Tiene 63 años, desde hace tres que se internó y desde hace 25 que no ve a sus dos hijos y a su esposa.
“Se cansaron de mí y los comprendo porque los hice sufrir mucho ya que me dediqué al vicio del alcohol”, cuenta mientras enseña su cuarto en el hogar, el mismo donde antaño vivió su madre.
“A veces la pena es tan grande que nos hundimos en una depresión profunda, no sabes qué hacer. A veces quisiera entregarme a un vehículo y dejar de existir. Por eso, les pido a los hijos que visiten a los ancianos, que no los maltraten, que les den amor y que no se molesten si les quieren hacer una caricia”, dice mientras no contiene la emoción y llora

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