LA 4º EDAD EMPIEZA A LOS 80 AÑOS Hasta hace poco tiempo, la tercera edad comenzaba a los 60 años. En la actualidad, gracias al aumento de la expectativa de vida, la cuarta etapa se estrena a los 80. Los expertos opinan cómo transitarla de la mejor manera posible. | |
EL, 1 de octubre, se celebró el Día Internacional de las Personas de Edad. Para todas ellas –unos 672 millones mayores de 60 años en todo el mundo– hay una noticia para el asombro: ahora la vejez comienza a los 80 años. Semejante información se dio a conocer recientemente durante el Festival de Ciencias de la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia, en Dublín. “La nueva edad adulta oscila entre los 50 y los 80 años, antes de que se instale la vejez propiamente dicha”, anunció el profesor Ian Robertson, decano de investigación del Instituto de Neurociencias del Trinity College. “Antes la tercera edad empezaba a los 60 y se iniciaba entonces la última etapa de la vida, por lo general a partir de la jubilación. Por el incremento de la expectativa de vida se incorporó la cuarta edad o comienzo de la vejez a partir de los 80 años, franja etárea en franco crecimiento”, explica la licenciada Graciela Zarebski, coordinadora de la Red de Gerontología de la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Más allá de los parámetros sociales y de las categorías usadas para delinear políticas o programas, es viejo quien se siente viejo, aseguran los especialistas. “Según el criterio psicogerontológico, la edad es irrelevante. El proceso de envejecimiento es diferente en cada sujeto, con ritmos y tiempos propios”, dice Zarebski. Por su parte, el doctor Juan Hitzig, experto argentino en Biogerontología y miembro de la Academia de Medicina Antienvejecimiento de los Estados Unidos, asegura que “segmentar la vida en edades, puede ser útil para estudiarla pero no para vivirla. La longevidad ya es una realidad estadística, por lo tanto debemos cambiar el paradigma del envejecimiento de nuestros padres y abuelos. Esto se logra prolongando el envejecimiento para acortar el tiempo de la vejez, ya que el primero es un “proceso”, ligado a la independencia y la autonomía, en tanto la vejez es un estado cercano a la dependencia y la discapacidad.” Cambiarle la cara a la vejez Nunca antes se habló tanto de la medicina del envejecimiento que, dicen, va camino de convertirse en la especialidad médica del siglo. La ciencia nunca estuvo tan atenta para analizar los factores que provocan, demoran o retardan el envejecimiento en ratas, moscas de la fruta, tortugas, levaduras o monos, para tratar de encontrar algún paralelismo con el desgaste del cuerpo humano. Los médicos nunca advirtieron tanto sobre los impactantes beneficios de hacer ejercicio, llevar una dieta balanceada o controlar el estrés con miras a prolongar la calidad de vida sobre la Tierra. Se abrieron nuevos interrogantes: si logramos vivir más, ¿podremos también vivir mejor? ¿Se puede envejecer evitando la enfermedad? ¿Cuáles son los desafíos que plantea al planeta el aumento masivo de la población longeva? “Más que preocuparnos por prolongar la vida, debemos investigar para erradicar las causas que la discapacitan, ya que en una masa poblacional en la que cada 2 segundos alguien cumple 50 años y cada 3 alguien cumple 60, envejecer en discapacidad puede resultar la peor epidemia conocida hasta ahora –alerta Hitzig–. Prolongando la salud a lo largo del tiempo podremos “aplastar” la discapacidad contra las barreras mismas de la expectativa de vida. El envejecimiento genético es un proceso lento y no ligado a la enfermedad, pero la velocidad a la que transcurre es un evento psico-neurobiológico con impacto inmuno-hormonal que puede ser diagnosticado y tratado. Evitando el envejecimiento prematuro, la longevidad ya conquistada servirá para vivir más tiempo en el club que en el geriátrico.” Eternos aprendices “La mejor vacuna contra una vejez decrépita es seguir aprendiendo siempre” asegura la licenciada Nora Pochtar, fundadora de la Comisión de los adultos mayores y sus derechos, de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos. “Seguimos proponiendo luchar contra las imágenes deficitarias que muestran a los mayores sólo como portadores de patologías, desconociendo las experiencias de vida acopiadas. Hay que hacer una transición de una mentalidad de beneficiarios a la de una de ciudadanos que pueden exigir.” Bajo este mismo concepto la mayoría de las universidades dictan hoy cursos y carreras para mayores de edad. Y son cada vez más los hombres y mujeres que, desafiando los prejuicios, se suben al tren de la vida activa y del aprendizaje sin límites. A continuación, tres claros ejemplos recogidos en el consultorio del doctor Hitzig. *Luisa P., tiene hoy 72 años. Madre y abuela, viuda desde hace cuatro años, decidió dar un vuelco a su vida. Se anotó en Universidad de Buenos Aires para estudiar Diseño de imagen y sonido. Desde entonces, cambió totalmente su círculo social, se rodea de gente joven, descubrió su creatividad y continúa estimulando su intelecto y afectividad. *Guillermo J., fue presidente de una firma multinacional. Tras la jubilación, compró un campo y comenzó a estudiar Ciencias Agropecuarias. Con 74 años es un exitoso productor agrícola que divide su tiempo entre estadías en el campo, su vida social en Buenos Aires y los viajes que realiza junto a su esposa para visitar a sus hijos radicados en Inglaterra. *Violeta F., casada desde hace 55 años, su pasión fue siempre la actuación, vocación que postergó en pos de las obligaciones de ama de casa, madre y luego abuela. Hace unos años, sus dos hijos emigraron a Canadá con sus familias. Su única satisfacción era comunicarse por chat con ellos. La tristeza y la soledad comenzaron a afectar su salud. Al cumplir 80 años se anotó en un curso de narración de cuentos. Hoy concurre a instituciones geriátricas, centros de tercera edad y hospitales para contar y actuar historias. Así encontró un nuevo sentido para su vida. Amistad y amor, vacunas anti-age La amistad prolonga la esperanza de vida de las personas mayores, incluso más que las relaciones familiares, señala un estudio realizado durante más de diez años por la Universidad de Flinders, Australia. Graciela Zarebski acuerda con esta investigación y explica los motivos: “Hacer nuevos amigos prolonga la esperanza porque aporta calidad de vida, ya que permite diversificar los puntos de apoyo, al evitar que la persona se sostenga con un único bastón que, al perderlo, la pondrá en riesgo de derrumbarse y quebrarse. La amistad permite compensar pérdida de familiares, con ganancia de nuevos vínculos. Y además, enriquecerse con distintas ópticas de vida, sintiéndose reconocida por otros significativos”. En definitiva, la amistad representa una inyección de serotonina, una hormona que activa las neuronas y el sistema inmune retardando la biología del envejecimiento. ¿Qué decir entonces del amor? “No hay dudas de que constituir una nueva pareja retrasa el envejecimiento negativo. El último Censo nacional del 2001 arrojó que la expectativa de vida de la mujer es mayor a la del hombre. La mujer sobrevive de 4 a 7 años más. Las viudas que forman nuevas parejas ganan en salud y vitalidad”, asegura Pochtar. Dicen que para muestra basta un botón: Amelia S. es hoy una adolescente enamorada de 72 años. Ella, que enviudó muy joven y tuvo que criar sola a sus hijos, estaba haciendo la fila para cobrar la jubilación cuando inició una conversación casual con un “muchacho” de 76 que estaba delante de ella. La relación transitó de ser simples conocidos a la amistad, y en poco tiempo se transformó en pareja. Recuerda con afecto a su difunto marido, aunque confiesa con indisimulado rubor: “A los 72 conocí el verdadero amor.” Alfabeto emocional El doctor Juan Hitzig estudió durante años las características de 50 longevos saludables y concluyó que más allá de las características biológicas, el denominador común de todos ellos radicaba en sus conductas y actitudes. “Cada pensamiento genera una emoción y cada emoción moviliza un circuito hormonal que tendrá impacto en las 5 trillones de células que forman un organismo –explica–. Las conductas “S”: serenidad, silencio, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa, promueven secreción de Serotonina, mientras que las conductas “R”: resentimiento, rabia, rencor, reproche, resistencias, represión, facilitan la secreción de coRtisol, una hormona coRRosiva para las células, que acelera el envejecimiento. Las conductas “S” generan actitudes “A”: ánimo, amor, aprecio, amistad, acercamiento. Las conductas “R” por el contrario generan actitudes “D”: depresión, desánimo, desesperación, desolación. Con solo aprender este simple alfabeto emocional de 4 letras: S.A.R.D. desde edades tempranas lograremos que más gente viva más tiempo y mejor, porque la “mala sangre” (mucho cortisol y poca serotonina) deterioran la salud, posibilitan la enfermedad y aceleran el envejecimiento. El buen humor, en cambio, es clave para la longevidad saludable.” |
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lunes, 24 de enero de 2011
LA CUARTA EDAD
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