jueves, 16 de diciembre de 2010

CUANDO YÓ YA NO PUEDA

MEMORIAS DE UN HIJO MARAVILLOSO.

Tengo rato delante del computador. Veo a mi mamá pasar encorvadita detrás de su perrita Gigi, precedida de su enfermera. Se sienta en su butaca a ver televisión, murmurándole al animalito su amor y su eterna preocupación porque no ha comido. Últimamente la veo como deprimida, duerme más de lo que es su costumbre y pasa la mañana en pijamas. Ya no suele bajar a la perra como antes, ahora pasa días sin hacerlo. Me causa una gran preocupación su deterioro mental, cada vez entiende menos, yo diría que ya no entiende nada. Trato de hablarle dándole instrucciones precisas, como siéntate aquí, ven a comer, para que le sea más fácil comprender. Le hago preguntas sencillas como ¿Tienes hambre? ¿Quieres comer? ¿Está caliente? Pero nada, las respuestas son ininteligibles, solo disparates salen de su boca. Esto me causa una gran ternura hacia ella, me produce unas ganas incontrolables de abrazarla y besarla para darle seguridad, para hacerle entender que no está sola en ese mundo sordo, de ideas repetitivas que se alojan en su cabecita. Sin embargo no pierde su garbo, ese garbo por lo que todos la admiraban. Su encorvado andar mantiene algo de su gracia innata que solía tener al caminar. Todavía sus modales al comer evocan aquella dama de exquisitos gustos que presidía junto a mi papá una mesa digna de reyes. No resisto, me le encimo y la cubro de besos y apurruños y le digo que la amo, que es mi vida…… que la amo. Mi Dios es grande, me ha permitido estar a su lado en sus últimos días y brindarle mi amor de hijo avergonzado de haberla dejado sin mi atención por muchos años. Me recupero de esta culpa dándole mis atenciones y me reconcilio con Dios por estos mis pecados.

Dios obra de manera misteriosa, y esto lo digo porque mientras vivía en Valencia siempre le pedía que me regresara a mi amada Caracas, que Valencia no era para mí, y que me diera la oportunidad de volver a estar cerca de mi mamá, para resarcirle la falta de atenciones que por 5 años no le pude brindar, y así mismo fue, de pronto me encontré en Caracas y viviendo con ella, atendiéndola lo más que puedo y recibiendo sus constantes manifestaciones de amor.

El escrito que a continuación reproduzco, es tan solo un recordatorio para los que aun conservamos a nuestros queridos viejitos con vida.

CUANDO YO YA NO PUEDA

El día que esté viejo y ya no sea el mismo, ten paciencia y compréndeme.
Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide como atarme los zapatos recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las mismas cosas.
Si repito y repito las misma historia que tu conoces de sobra como termina. No me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento hasta que cerrabas tus ojitos.

Cuando estemos reunidos y sin querer me haga mis necesidades no te avergüences y compréndeme que no tengo la culpa de ello, puesto que no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces te ayude de niño y estuve pacientemente a tu lado esperando a que terminaras lo que estabas haciendo.

No me reproches porque no quiera bañarme, no me regañes por ello. Recuerda los momentos que te perseguía y los mil pretextos que inventaba para hacerte mas agradable tu aseo. Acéptame ya que el niño ahora soy yo.

Cuando me veas inútil e ignorante frente a todos los aparatos tecnológicos que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para no lastimarme con tu sonrisa burlona. Acuérdate que fui yo el que te enseño tantas cosas, como comer, vestirte, y la educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces ahora, son el producto de mi esfuerzo y perseverancia por ti.

Cuando en algún tiempo mientras conversamos me llegue a olvidar del tema del que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde y si no puedo hacerlo no te burles de mí. Tal vez no era importante lo que hablaba pero a mi me bastaba con que solo me escucharas en ese momento.

Si alguna vez ya no quiero comer, no me insistas. Sé cuanto puedo hacer y cuanto no puedo hacer. También comprende que con el tiempo ya no tengo dientes para morder ni gusto para sentir. Cuando me falten mis piernas por estar cansadas para andar, dame una mano tierna para apoyarme como lo hice cuando comenzaste a caminar con tus débiles piernitas.

Por ultimo, cuando algún día me oigas decir que ya no quiero vivir y que solo desearía morir, no te enfades. Algún día entenderás que esto no tiene que ver con tu cariño ni con cuanto te amo. Trata de comprender que ya no vivo, sobrevivo y eso no es vivir. Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has debido recorrer.

Piensa que con el paso que me adelanto a dar, estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo pero siempre contigo.

No te sientas triste o impotente por verme como me ves, dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir.
De la misma manera que te he acompañado en tu sendero te ruego que me acompañes a terminar el mío. Dame amor y paciencia que yo te devolveré gratitud y sonrisa con el inmenso amor que tengo por ti.

1 comentario:

Luis Gonzalo Hernandez Alcala. dijo...

Mi querida Germania:
Es un honor para mí que mis escritos sirvan para cualquier noble prpósito, y veo que el tuyo es ayudar a comprender mejor a nuesros adultos mayores, dentro de los cuales ya me siento incluido, para eso los escribo.

Un abrazo.
Luis Gonzalo Hernandez