martes, 11 de agosto de 2009

ANCIANOS FELICES

Gracias al estudio han podido comprenderse mejor determinadas decisiones de la gente joven acerca de sus hábitos (como el tabaco o el ahorro de dinero), al considerar que éstos podrían afectar a su vida en la vejez; así como entender por qué casi todo el mundo quisiera frenar el paso del tiempo y sus marcas en el cuerpo.

Los estereotipos sociales nos marcan estas directrices, los temores acerca de nuestros últimos años de vida, e incluso la forma que tenemos de tratar a los ancianos en la actualidad, así como las políticas sociales que se aplican a ellos.

Por eso resulta importante que haya investigaciones que modifiquen nuestros prejuicios. Este estudio es el primero que se realiza para examinar la capacidad humana de recordar o predecir la felicidad a lo largo de la vida, mientras que otros realizados anteriormente se centraron en la felicidad en el caso de personas con enfermedades crónicas, incapacidades u otros problemas vitales.

La sorpresa de la felicidad

El director de este nuevo trabajo, el psicólogo Peter Ubel, ha llevado a cabo diversos estudios sobre este tema, descubriendo que la gente es a menudo sorprendentemente feliz, incluso en condiciones muy desfavorables, lo que sugiere una adaptabilidad a los problemas médicos o de otra índole.

Ubel señala que la gente suele creer que la felicidad depende de nuestras circunstancias, y que si algo bueno ocurre, esto la garantizará a largo plazo, mientras que si sucede algo malo, la felicidad terminará. Sin embargo, la felicidad sucede gracias a nuestros recursos emocionales subyacentes, que suelen aumentar según vamos cumpliendo años. Con la edad, aprendemos a manejarnos mejor con las idas y venidas de la vida, por lo que, en la vejez, somos capaces de sentirnos más felices a pesar de que, objetivamente, hayamos entrado en la decadencia física.

Esta nueva investigación pretendía descubrir si, además, según va entrando en la madurez, el ser humano cambia sus apreciaciones y actitudes con respecto a la vejez.

Cómo se hizo

El estudio fue llevado a cabo a través de una encuesta on-line con seis preguntas, planteadas en cuatro órdenes diferentes para reducir los prejuicios. Ambos grupos estaban formados por hombres y mujeres en igual número.

A cada participante se le pidió una valoración acerca de su actual nivel de felicidad en una escala del 1 al 10, así como una valoración en la misma escala acerca de la media de felicidad que ellos consideraban que tenía la gente de su edad. Asimismo, a todos se les solicitó que recordaran o predijeran (según la edad que tenían) su nivel de felicidad a los 30 y a los 70, también del 1 al 10, y la media de felicidad que suponían podía tener cualquier persona a esas edades.

Los análisis estadísticos de la encuesta revelaron que la gente del grupo de los mayores se sentían mucho más felices que los del primer grupo, y que todos los participantes en general opinaban que a los 30 años se era más feliz que a los 70, y que la felicidad disminuía con la edad.

Los investigadores pretenden hacer estudios posteriores para examiner el impacto de las creencias individuales es sus predicciones y recuerdos acerca de la felicidad.

Más sabios

Según declaraciones del profesor Ubel en el comunicado de la universidad de Michigan, el secreto para que seamos más felices en la vejez es muy sencillo: los tropiezos en la vida nos hacen más sabios, lo que provoca generalmente una mejoría en nuestras emociones.

Sea cuales fueren nuestras condiciones al nacer, el caso es que las experiencias a lo largo de la vida conllevan la adquisición de conocimiento, y eso nos hace más felices, incluso frente a la adversidad.

El recuerdo que solemos mantener de la juventud es el de las posibilidades que teníamos aún por descubrir, el de un cuerpo sin deterioros y el de las diversiones. Sin embargo, también hay que recordar cómo aún teníamos que aprender acerca de ciertas emociones básicas, a relacionarnos con los demás, acerca de nosotros mismos, etc. Probablemente, con la edad nos parezca más fácil vivir que al principio de la vida, insiste Ubel.

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