miércoles, 16 de marzo de 2011

PARA EL ADULTO MAYOR





Ya dejo dicho Oscar Wilde, que la desgracia de la vejez no es ser viejo, sino haber sido joven.
La pena no es "ser viejos", sino envejecer.
El gusano de seda, esta mascota que casi todos tuvimos en la infancia, vive tal suerte, que a escondidas, en su capullo, evitándonos un atentado estético a la vista, realiza su proceso de maduración, y una vez cumplida su misión reproductiva, o sea, productiva, tiene la dignidad de desaparecer.
Para las mascotas humanas sin embargo, la suerte deparó otro proceso:
nacer calvos, sin dientes, el acné, los michelines, la celulitis, las arrugas, la alopecia, las canas, ... y muchas otras variedades del fenotipo.
Y las vivimos dignamente sin escondernos en un capullo, o dignamente escondidos tras el maquillaje y los afeites. Los cirujanos plásticos tambien merecen vivir dignamente.
Pero, hete aquí, que lo "viejo" es antiestetico, y hay que esconderlo, o envolverlo en "seda" hasta que su ciclo vital termine.
¡¡ CAPULLOS!!
Sin embargo, la metamorfosis mas bella que sufrimos, la pasamos GESTANDONOS a cubierto, que no a salvo, durante nueve meses.

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.
Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro
¡ya te vas para no volver...!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

La otra fue más sensitiva,
y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y le mató, triste y pequeño
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón

poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad:

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
¡y a veces lloro sin querer!

¡Y las demás!, en tantos climas,
en tantas tierras, siempre son,
si no pretexto de mis rimas,
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!...
Cuando quiero llorar, no lloro,
y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!
RUBEN DARIO

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