LA
TERCERA EDAD
La vida adulta se desarrolla en diferentes etapas, con su particular
problemática y potencialidad. Nos referimos ahora a los adultos
de cualquier clase, condición o estado, a quienes el proceso
de envejecimiento afecta de tal suerte que llegan a encontrarse en una
situación desfavorable ante el resto de la población;
por ello merecen un especial cuidado de parte de la familia y de la
misma comunidad.
Los ancianos son portadores de un conjunto de valores que representan
la memoria positiva de las familias: experiencia, unidad, tradiciones,
educación, normas de conducta, religión e incluso la fe.
La llamada tercera edad, sin embargo, se ve afectada por ciertos condicionamientos
propios de esa etapa de la vida: enfermedad, jubilación, viudez,
abandono, inutilidad.
También afectan a los ancianos otras crisis originadas por los
profundos cambios de la época: nuevas valoraciones y costumbres,
dificultades económicas, insuficiente atención médica
y marginación social.
La Pastoral de la tercera edad se ha ido desarrollando, con esfuerzos,
en no pocas comunidades parroquiales y a través de variadas obras
de asistencia; sin embargo, es necesario hacer aún más,
no escatimar ningún esfuerzo en favor de esta acción testimonial
privilegiada, precisamente como signo de la Nueva Evangelización.
DESAFÍO
En la actualidad muchas personas, incluso cristianas, consideran a los
ancianos como una carga pesada por ser improductivos y necesitar múltiples
atenciones.
La acción evangelizadora de la Iglesia debe:
* promover el cambio de mentalidad de estas personas;
* lograr una presencia testimonial a fin de secundar y favorecer el ejercicio de las capacidades de los ancianos, sobre todo en los grupos más desprotegidos;
* apoyar las instituciones e iniciativas en favor de la promoción, atención y cuidado de los ancianos ya incapacitados.
La acción evangelizadora de la Iglesia debe:
* promover el cambio de mentalidad de estas personas;
* lograr una presencia testimonial a fin de secundar y favorecer el ejercicio de las capacidades de los ancianos, sobre todo en los grupos más desprotegidos;
* apoyar las instituciones e iniciativas en favor de la promoción, atención y cuidado de los ancianos ya incapacitados.
HECHOS
Cada día es mayor el número de personas que llegan a la
tercera edad; mientras en 1936 el promedio de vida era de 36 años,
en 1990 llegó a los 71 años.
Junto a la tradicional atención y amor que muchas familias brindan
a sus ancianos, últimamente hay muchas otras que los relegan,
rechazan, utilizan, maltratan y hasta los abandonan; los ambientes de
trabajo los marginan y no los preparan para la jubilación.
Ante los ancianos que se vuelven, de ordinario, muy sensibles, exigentes
y que se sienten improductivos, las familias -sociedad e Iglesia- carecen
de una orientación adecuada para tratarlos.
Los ancianos viven más del recuerdo del pasado y poco o nada
atienden al futuro; en espera de la muerte, ya no se abren a las expectativas
de cambios y de renovación de la sociedad y de la historia; cuando
se aferran a su modo de pensar, costumbres, puestos, a veces se imponen
e impiden la renovación de la vida.
La Iglesia siempre ha ejercido acciones asistenciales en favor de los
ancianos, pero falta falta una atención más integral.
Falta también una educación continua que prepare a todas
las personas a la vejez, así como a los niños y jóvenes
para amar y respetar a los ancianos.
Es alentadora la importancia que van cobrando algunas experiencias de
atención no sólo a los ancianos sino también a
las personas de la tercera edad: retiros, ejercicios, visitas domiciliarias,
diversas formas de asistencia y promoción, entre las que resaltan
por su novedad aquellas que se dan dentro del mismo ambiente comunitario.
Incluso con sus limitaciones dentro de la sociedad y de la Iglesia,
los ancianos pueden participar provechosamente en trabajos de asesoría
y de presencia activa en las comunidades y muy propicia para ser promocionada
y dinamizada, brindándoles la posibilidad de vivir mejor; sin
embargo, todavía muchas personas -y la feligresía en general-
no descubren la gran valía de los ancianos, de modo que permanecen
en una situación de descuido hacia ellos.
Muchas personas de la tercera edad son feligreses muy activos en sus
Parroquias; participan principalmente en la animación de centros
de oración.
Los asilos y casas de cuidado son insuficientes y no siempre son la
solución adecuada para todos los casos.
CRITERIOS
"Hijo, cuida de tu padre en la vejez, y en su vida no le causes
tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no lo
desprecies en la plenitud de tu vigor" (Si 3, 12-13).
"Corona de los ancianos es la mucha experiencia; su orgullo es
el temor de Dios" (Si 25, 5).
"Al anciano no lo reprendas con dureza, sino exhórtalo como
a un padre; a las ancianas, como a madres" (1 Tim 5, 1).
"Todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los
Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas
lo nuevo y lo viejo" (Mt 13, 52).
1688
La Iglesia ha de estimular a todos a descubrir y estimar la colaboración
que el anciano puede ofrecer a la sociedad, a la familia y a la misma
Iglesia (Juan Pablo II).
El anciano es testigo de la tradición de fe, maestro de vida
y agente de caridad (ChL 48).
Es necesario que la acción pastoral de la Iglesia estimule a
todos a descubrir y a valorar los cometidos de los ancianos en la comunidad
civil y eclesial, y en particular en la familia (FC 27).
El acrecentado número de personas ancianas y la cesación
anticipada de la actividad profesional y laboral abren un espacio nuevo
a la tarea apostólica de los ancianos (ChL 48).
La ancianidad -como dice el Papa acerca de la enfermedad- consigue que
el hombre caiga de su pedestal y se descubra tal como es: pobre, desvalido,
necesitado de la ayuda de Dios (Cfr. Juan Pablo II. Villahermosa, Tab.
N° 408).
LÍNEAS
DE ACCIÓN
Revalorizar e impulsar a los ancianos, sea cual sea su condición
en los grupos familiares, en las comunidades y en el ambiente del clero,
como vínculos de unión, como memoria del grupo, como experiencia
acumulada al servicio de los demás, como transmisores de tradiciones
y cariño.
Aprovechar toda clase de recursos para crear una mentalidad que prepare
a las personas a valorizar a los ancianos, y propiciar la comunicación
cristiana de bienes en todos ordenes en beneficio de ellos.
Ayudar a promover a los ancianos para que tengan actitudes más
positivas ante la vida y en relación a sí mismos.
Hacer entender que el dolor, la enfermedad y la muerte son expresión
muy clara de la limitación de la condición humana: estas
experiencias, propias de la ancianidad, son camino de apertura hacia
Dios.
Promover en diversos ambientes pastorales iniciativas como:
* cursos de gerontología para Agentes de pastoral;
* centros de servicio, ocupación y esparcimiento para ancianos;
* mayor número de asilos y apoyo a los existentes;
* coordinación de diversas instituciones que brindan ayuda a las personas de la tercera edad;
* banco de datos referentes a organismos y programas de atención a la ancianidad.
* cursos de gerontología para Agentes de pastoral;
* centros de servicio, ocupación y esparcimiento para ancianos;
* mayor número de asilos y apoyo a los existentes;
* coordinación de diversas instituciones que brindan ayuda a las personas de la tercera edad;
* banco de datos referentes a organismos y programas de atención a la ancianidad.
Asumir el hecho de que gran parte de los Agentes de pastoral, sobre
todo en las Parroquias, pertenecen ya a la tercera edad, para ofrecerles
servicios, en diversos órdenes, adecuados a su condición,
y así potenciar más su compromiso apostólico.
Difundir las experiencias más significativas de pastoral integral
de la tercera edad: atención sacramental, apoyo económico,
dispensarios médicos, convivencias apropiadas.
Insistir en la formación comunitaria en torno a los problemas
de la tercera edad, para crear un clima de respeto y valoración
en favor de los ancianos.
Catequizar sobre la naturaleza de la unción de los enfermos,
de la cual han de beneficiarse las personas de la tercera edad, preparando
a los Agentes para la atención especial que requiere este sector.
Intensificar la presencia evangelizadora de los Laicos en los asilos
en donde es poca o no existe la atención religiosa adecuada.
Impulsar los asilos atendidos por Religiosas, apoyando a éstas
para que tengan más recursos materiales, educativos, espirituales
y sacramentales.
ORDENAMIENTOS
Los responsables de la formación de Agentes procuren ofrecer
una adecuada visión sobre la ancianidad, de modo que surjan iniciativas
para valorizar la condición de los ancianos.
Los Párrocos y demás responsables de comunidades favorezcan
la intervención de personas conocedoras de la problemática
de la ancianidad, a fin de orientar a las familias y, en particular,
a quienes tienen ancianos bajo su cuidado.
Las Vicarías, Decanatos y Parroquias destinen, en cuanto sea
posible, locales adecuados para diversos servicios en favor de los ancianos.
Los diversos Agentes preparen a los cristianos para que puedan llegar
con dignidad a la tercera edad.
El organismo arquidiocesano de Pastoral Social tome muy en cuenta, dentro
de sus planes, la atención esmerada a los ancianos, tanto en
las Parroquias como en instituciones y centros especializados.
Los movimientos y agrupaciones de Pastoral Familiar deben apoyar las
iniciativas y las acciones en favor de la tercera edad y, dentro de
lo posible, en sus programas integren actividades propias de este campo.
Las Vicarías, Decanatos y Parroquias despierten la conciencia
comunitaria en favor de la atención de las personas de edad avanzada,
alentando iniciativas apropiadas: elaboración de un censo de
casos de atención urgente, organización de visitas domiciliarias
y de apoyo material y espiritual, creación de talleres para actividades
de terapia ocupacional, instalación de servicios médicos
y de higiene, involucrando en todo esto a las agrupaciones laicales,
principalmente a los Ministros Extraordinarios de la Eucaristía.
Establezcan las Parroquias y demás templos, en cuanto sea posible,
las misas y celebraciones especiales para ancianos y enfermos, sin olvidar
el aspecto de convivencia y animación festiva para después
de dichas celebraciones.
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