martes, 17 de julio de 2012

FERNANDO BOTERO


Fernando Botero: Un latinoamericano universal


¿Quién no conoce las mundialmente famosas figuras regordetas del maestro Fernando Botero?
Estamos hablando de uno de los pocos artistas hispanoamericanos que en vida se ha convertido en un icono universal del arte.
El creador antioqueño nació en Medellín el 19 de abril de 1932, hijo de David Botero, fallecido cuando el maestro apenas era un niño, y de Flora Angulo, una mujer sumamente creativa. La ausencia de su padre durante la infancia dejó un vacío permanente en la vida del artista que posteriormente se vio reflejado en algunas de sus obras.
De pequeño soñaba con ser torero, pero muy pronto decidió cambiar la tauromaquia por su verdadera pasión: la pintura.  Durante la adolescencia, Botero ya mostraba indicios de la independencia artística que lo caracteriza hasta el día de hoy. Tanto es así que las ilustraciones realizadas  para el suplemento literario del diario El Colombiano, provocaron su expulsión de la secundaria debido a que sus dibujos eran considerados obscenos.
Con tan sólo 17 años, el joven Botero participó al lado de otros artistas en la prestigiosa Exposición de Pintores Antioqueños. Y al mudarse a Bogotá en 1951, llevó a cabo su primera exposición individual en la famosa galería Leo Matiz de la capital colombiana.
Aunque la madre de Botero apoyaba su pasión, también lo instaba a que él mismo se encargara de los gastos de su educación. Con este objetivo, el creador logró ganar el segundo premio del IX Salón Anual de Artistas Colombianos, con el que recaudó el dinero suficiente para continuar su formación artística en España.
Durante su estancia en la Península Ibérica, Botero estudió en profundidad las técnicas y  obras de artistas del calibre de  Pablo Picasso y Diego Velázquez. Pero la mayor parte de su aprendizaje era autodidacta. Visitaba museos, leía mucho y practicaba sus técnicas con gran disciplina.
Finalmente,  decide volver a su tierra natal y expone veinte obras que fueron severamente criticadas por no gozar de un estilo concreto. Y debido al fracaso, el artista se ve obligado a trabajar en ámbitos no artísticos.
Ese mismo año contrae nupcias con su primera esposa, Gloria Zea, y juntos se mudan a la Ciudad de México.
Una vez en la capital azteca, Botero moldea el estilo por el cual es reconocido hoy en día: volúmenes y porciones exageradas, colores fuertes y caras expresivas.
De aquí en adelante prácticamente todos conocemos su historia. Botero se consagra como un auténtico artista y pone a Latinoamérica y al mundo a sus pies.
Bajo el patrocinio de la Unión Panamericana, Botero auspicia su primera exposición individual en Estados Unidos, en donde vende con éxito todos sus cuadros.
Y una vez de regreso en Colombia, se convierte en docente de la Academia de Bellas Artes de Bogotá, obteniendo el segundo premio en el X Salón Nacional de Artistas Colombianos.
Para ese entonces, los cuadros de Botero ya eran muy cotizados.
Su vida marital, sin embargo, fracasa y se separa de su esposa, Gloria Zea, con la que ya tenía tres hijos: Fernando, Lina y Juan Carlos.
Botero600

Botero se instala en Nueva York en 1960, en donde se enfrenta a una fiebre del expresionismo abstracto con la que no se identifica y sus pinturas no logran la respuesta del público que él desearía.
A mediados de esta década se casa con Cecilia Zambrano y de su unión nace Pedrito, un pequeño que muere a los cuatro años de edad en un accidente automovilístico, dejando una huella imborrable tanto en su vida como en su arte. La pareja no logra superar la trágica pérdida del niño y se divorcian.
Llegados los años 70,  Botero  se muda a París y comienza a inclinarse por las esculturas, que al igual que sus pinturas resaltan formas desproporcionadas y voluminosas. A través de sus figuras tridimensionales, el artista busca las raíces del arte de la era precolombina y trasmite un sentimiento de carácter arcaizante.
Entre las exhibiciones más importantes de su carrera se encuentra la muestra de esculturas que presentó en la Exposición Universal de París de 1977, poco  después de la cual retomó su amor por la pintura.
Más allá del artista universal, Fernando Botero es idolatrado por su humanidad y profundo amor hacia Colombia.
A pesar de vivir tantos años en el extranjero, el paisa nunca se ha desentendido de su país de origen y expresa sus ideas de conciencia y crítica social a través de los finos detalles de todas sus obras.  Botero también es muy conocido por la inmensa cantidad de donaciones que ha entregado a su ciudad, Medellín, a lo largo de toda su vida.
Como hombre y artista colombiano, Fernando Botero se ha convertido en un auténtico emblema de su país.  El pasado mes de abril, el maestro celebró su natalicio número 80 con un centenar de homenajes y diferentes exposiciones permanentes en el mundo.
Fernando Botero no sólo es un orgullo hispano por la difusión cultural que ha realizado a través de su obra, sino también por haber inventado un lenguaje propio determinado por su pasión por la vida y el arte.

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