miércoles, 3 de marzo de 2010

PROBLEMATICA DEL ADULTO MAYOR

Poco acostumbrada a recibir visitas, exaltada Berta sirve a pulso tembloroso las dos tazas de café con unas masitas que preparó para la ocasión y se dispone a hablar. De un cuadro cuelga la imagen de su difunto marido y en el aparador, un portarretratos de sus tres nietos todavía pequeños que hoy ya más grandes casi no ve. “Uno de mis hijos con la crisis se tuvo que ir a vivir a Israel; el otro tiene una familia, está siempre ocupado con sus cosas. Y cuando viene a casa, apenas si puede quedarse un rato. Qué le vamos a hacer”. A sus 77 años, confiesa tener escasa vida social: “Antes me encontraba con gente de mi edad en un club cercano, pero con lo que gano de la pensión ya no me alcanza para trasladarme en taxi, y tomar un colectivo es toda una odisea”. Sus movimientos lentos para subir al vehículo exasperan al resto de los pasajeros que con la mirada parecieran querer decir “¿Para cuando, abuela?”.



La historia de Berta, es un testimonio más de una problemática que afecta a muchos adultos mayores que padecen cotidianamente la indiferencia y el abandono social y familiar, problemática de la que la comunidad judía no está exenta. Mientras tanto. La realidad ya nos confronta con una considerable disminución de la natalidad a la par de un aumento de las expectativas de vida, que se da tanto a nivel mundial como local. Como prueba de ello, basta con ver los indicadores: en la Argentina desde 1960 la población general aumentó el 39 %, pero el sector que más creció fue el de los mayores de 85 años con un 231%. Le siguió el de los mayores de 65 años con un 89%, y recién después, los menores de 25 años con el 13%.



La Lic. en Servicio Social, Paulina Toker, especialista desde hace 20 años en gerontología y hoy día directora del área de adultos mayores de la Sociedad Hebraica Argentina, reflexiona sobre este fenómeno y sostiene: “ La expectativa de vida ha crecido muchísimo y esto tiene que ver con que la ciencia por suerte ha avanzado. No obstante, si uno lleva a cabo una mirada profunda sobre la situación, todavía se puede ver la segregación de la persona mayor. Esa es la contradicción con la que estamos trabajando los que estamos en esto. El tema no pasa por la cantidad de años a la que se puede arribar sino que hay que priorizar la calidad, construir cada vez más espacios donde la gente se sienta cuidada”.



En este sentido, para la Lic. Varda Ciporin, especialista en gerontología, que tiene a su cargo el área de adultos mayores del Consejo Argentino de Mujeres Israelitas (C.A.M.I), la dificultad que genera el acceder a una cobertura médica, a los medicamentos, a una seguridad jubilatoria, el maltrato en las oficinas públicas, habla de que “ la sociedad argentina es una sociedad que agrede. Esta es la sensación que tiene el adulto mayor, el no sentirse escuchado, atendido, comprendido en el ámbito social”.



Pero el maltrato no se da sólo en el ámbito social. Para la Lic. en Trabajo Social, Psicóloga Social y gerontóloga Elida Kisluk, quien trabaja actualmente con el área de vejez y adultos de la AMIA, el anciano es muy proclive al maltrato, incluso familiar. Kisluk da el ejemplo de cuando la familia del adulto mayor quiere imponerle algo porque considera que sabe qué es “lo mejor” para él.



La crisis económica acaecida en estos últimos años ha trastocado en muchos casos la relación del adulto mayor con su familia. Como consecuencia de la crisis, muchos hijos han quedado en una situación laboral precaria o directamente han perdido el trabajo, con lo cual sus padres han tenido que auxiliarlos económicamente, y en muchos casos recibirlos en sus casas: “La gente no está preparada para esto. La convivencia de tres generaciones en espacios que a lo mejor no son los apropiados puede generar serias crisis familiares. Esto lo veo a diario, gente que dice que tuvo que darle su dormitorio al hijo y pasar a dormir en el comedor con su nieto. Así, el viejo siente que su autonomía se terminó porque no es más el dueño de la televisión o la comida. Y esa sensación de desplazamiento genera mucho dolor en el adulto mayor”- apunta Kisluk.



Unánime es la opinión de las especialistas al plantear que la institucionalización del adulto mayor, es decir, su ubicación en residencias geriátricas, debe darse sólo en última instancia, cuando la situación física de éste se haga insostenible, ya que lo ideal -concuerdan- es que conserve su hábitat. No obstante, no siempre se puede llevar esto a cabo.



“Nuestros residentes vienen al lugar como consecuencia de la inviabilidad de sustento propio o bien por abandono ( en muchos casos imposibilidad) de sus familias. Nuestra misión es brindarles una red de contención que de alguna manera reemplace las carencias afectivas y materiales, independientemente de la posibilidad de aporte que puedan realizar”. Quien expresa esto, es Samuel Senderovsky, flamante Director Ejecutivo del Hogar Israelita Argentino para Ancianos de Burzaco, una institución emblemática de la comunidad judía que, próxima a cumplir 90 años de vida, en la actualidad alberga a 200 residentes, cuyas edades oscilan entre los 73 años y los 104 años de edad.



Sumado al abandono que sufren los adultos mayores por parte de la familia (el 80 % de los residentes carece de familia y aquellos que sí la tienen, no reciben en forma asidua visitas), otro punto que preocupa al director es que salvo un destacado aporte del Joint y de algunos benefactores individuales, el Hogar no cuenta con apoyo comunitario institucional. Así las cosas, para Senderovsky, “el desafío del momento pasa por crear un modelo financiable y sustentable dentro de la realidad económica circundante”. Para ello no sólo aboga por una nueva concepción prestacional que “elimine las superposiciones en la acción comunitaria”, sino también lo que se busca es “reemplazar la visión del Hogar como ´ Depósito de ancianos ´ por una que determine una real inserción del Hogar a nivel comunitario, tratando de crear conciencia desde edades tempranas de la importancia de la atención de nuestros ancianos como parte integrante de la filosofía judía”.



“Honrarás a tus padres”, proclama el judaísmo. El Rabino Fabián Skornik, de la Comunidad Religiosa de la Zona Norte Lamroth Hakol, reflexiona sobre la situación por la que atraviesa la tercera edad y dice lo siguiente: “Acostumbrados y educados en Occidente, solemos pensar en la vejez o ancianidad como la etapa en la que el cuerpo ya no es lo productivo y útil que supo ser. Afortunadamente nuestra tradición nos enseña que ese no es el único parámetro para la evaluación. Los ancianos todavía tienen mucho para enseñarnos. El alma nunca envejece, sino que siempre puede seguir creciendo.”



Desde este punto de vista, la Lic. Toker observa que un gran temor de la gente joven es ver un futuro de vejez asociado con “lo que ya no sirve”. Sin embargo, “el adulto mayor puede producir en otros sentidos, puede trasmitir experiencias. Esto es lo que se debería rescatar y revalorizar”. Según remarca la Lic. Kisluk, ha habido una evolución favorable durante estos últimos años, en el sentido de que el adulto mayor tiene grandes inquietudes de seguir adelante, de poder confrontar con el otro las potencialidades”.



Silvia Sahovaler tiene 75 años. Pasó la Segunda Guerra Mundial en Europa pero al llegar a la Argentina cerró la persiana del dolor. Hoy día vive sola pero según afirma “jamás me siento sola. Tengo el cariño de mi familia y hago tantas cosas que realmente no me alcanza el tiempo”. Silvia integra el grupo de adultos mayores de la Sociedad Hebraica Argentina. “Aquí dentro podemos hacer cosas que nunca hacíamos antes porque no teníamos tiempo y lo dejábamos para más adelante y ahora sí podemos dedicarnos a nosotros”- afirma.



Al igual que su compañera de grupo, Rosa Altkorn, 72 años, también tiene hijos y nietos, pero vive sola. “Cuando una mujer queda sola, acá encuentra compañía, una oreja para escuchar, hacer actividades como rikudim, teatro, voluntariado”. El maltrato por el que deben pasar los mayores no es ignorado por Rosa. “Yo sé que muchos maltratan psicológicamente. Pero creo que la gente mayor ahora está más preparada como para no dejarse avasallar, tienen más fuerza”.



Con hijos y nietos repartidos entre Israel y Argentina, su consuegra, Felisa Berger cuenta –orgullosa- que tiene buen diálogo con sus nietos, cosa que –recalca- no ocurría en épocas anteriores. “Nosotros les inyectamos fuerza, espíritu. Y la verdad es que yo me siento bien siendo vieja ”- comenta Felisa. Pero una pregunta deja abierta a la reflexión: “¿Está el mundo preparado para la gente grande?. Ella cree que todavía no.”



Luis Jaskelson, es oriundo de Zitnow, Rusia. Como familia, sólo tiene dos hijos viviendo en los EEUU, los cuales desde que cumplió los 100 años, lo visitan en cada celebración de cumpleaños. Hoy día, sus 102 años a cuestas lo encuentran sentado en el hall, volcado apasionadamente a la lectura. Luis es uno más de los residentes de Beit Sion Douer, el Hogar de Ancianos de la Asociación Argentina Sefaradí de Cultura y Beneficencia, que desde hace más de 60 años lleva a cabo asistencia social comunitaria. Hoy día el Hogar cuenta con 87 mayores internados que dentro de poco se podrán extender a 120, cuando sea inaugurado el sexto piso de la construcción edilicia. Allí, junto con los servicios que hacen al cuidado de la salud, los adultos mayores cuentan con un Templo dentro de la institución, alimentación estrictamente Kasher y diversos talleres como el de Memoria, Lectura y Terapia Ocupacional. Según relata uno de los miembros de la comisión directiva, “lo que se busca es que el adulto mayor se sienta como en su casa, que no le falte absolutamente nada y que tenga sus años que le tocan por vivir de la mejor manera posible" .



Lupa en mano, Luis toma uno de los tantos periódicos que tiene para leer. Con sus casi 103 años desafía al tiempo y se sumerge en la lectura

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