Desde que se prohibió beber en la vía pública con el objetivo de impedir el fenómeno del botellón, los jóvenes lo tienen más difícil a la hora de pasear con una lata de cerveza en la mano. Tampoco los alcohólicos veteranos pueden dormir tranquilos en los bancos agarrados a un cartón de vino. Por este motivo, poco a poco el uso de biberones para adultos se ha ido extendiendo entre los aficionados al alcohol: su inocente apariencia ayuda a despistar a las autoridades.
La empresa Babyera, conocida por sus accesorios para recién nacidos, actualmente está destinando mucho dinero a la promoción de sus productos entre los adultos. “A un nivel mental el biberón está íntimamente ligado a los bebés y, por tanto, cuando vemos a alguien con uno de ellos sentimos ternura y proyectamos en esta persona toda clase de pensamientos positivos” explica John Jones, responsable de la compañía. “Gracias a nuestros productos los alcohólicos combaten su mala fama y empiezan a recibir muestras de cariño”.
Según Jones, el hecho de que un borracho y un bebé estén a un mismo nivel en cuanto a capacidades cognitivas y motrices se refiere, ayuda a complementar ese toque de “pureza” que aporta el biberón: “Antes, ver a un hombre gordo y borracho pronunciando mal algunas palabras y extendiendo los brazos para caminar resultaba patético, pero ahora es una escena dulce y hogareña”.
Mientras las ventas de biberones se han incrementado en un 150%, con este aumento de la demanda empiezan a producirse los primeros problemas y confusiones. Una encuesta reciente ha revelado que el 50% de los policías en Europa no sabe distinguir un consumidor de alcohol con biberón de un bebé, por lo que el botellón se está practicando impunemente por todo el continente. Por si esto fuera poco, la semana pasada una mujer de Coslada se llevó a casa a un borracho con bigote que encontró en un bar al confundirlo con su propio bebé, dado que el biberón que utilizaban era similar. El pequeño, una vez solo en el establecimiento, se dedicó a jugar a las máquinas.
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