viernes, 12 de marzo de 2010

ELEGANTE


Aprovechando que la edición británica de la revista masculina Esquire ha elegido sorprendentemente al Príncipe Carlos como The World´s Best Dressed Man (decimos sorprendentemente porque después de ver al resto de los homenajeados la elección del Príncipe Carlos se debe deber a algún error que les fue imposible subsanar antes de lanzar la publicación) hemos decidido que nadie mejor que él representa en vida el concepto de elegancia masculina en el vestir.
La aristocracia y las monarquías de los diferentes países se han caracterizado, por supuesto con excepciones, por su discreción y formalidad en el vestir. Hoy, desgraciadamente, muchos de éstos han perdido esas viejas maneras y, o no cuidan con especial interés su vestir, o lo que es peor, el estatus social que suponen poseer creen que les permite experimentar con la moda y adoptar en ocasiones looks que están más próximos al espanto y al ridículo que a cualquier estilo.
Si hacemos un repaso a los más de 60 años de vida del Príncipe Carlos podremos observar que su forma de vestir apenas ha cambiado en todos estos años. Este hecho es digno de toda nuestra admiración. Seguramente todos tengamos en mente algún aristócrata que ha experimentado un cambio radical en su vestir una vez adquirido dicho rango o a algún otro que sintiéndose objeto de las miradas ha decidido cambiar su look elegante y admirable e imitable, ganado durante muchos años, por otro acorde simplemente a las modas del momento.
Una persona con el estatus social de un Príncipe heredero y con un número de años considerables a sus espaldas, con total seguridad habrá entrado en contacto con los gurús de la moda, decoradores, diseñadores, actores, pasarelas, modelos, iconos del estilo etc. Seguro que también le habrá tocado vivir cambios importantes en las tendencias de su generación y que de haber sucumbido a ellas los críticos de moda le habrían aplaudido e incluso hasta un sector mayoritario de la sociedad le hubiera dado su aprobación. Seguramente que también habrá experimentado las crisis de personalidad tan propias de ciertas edades que hacen que cambiemos nuestra forma de vestir normalmente hacia aspectos más desenfadados.
Pues a pesar de todo ello, si por algo se ha caracterizado la forma de vestir del Príncipe Carlos ha sido siempre por su coherencia. Si tenemos la oportunidad de acudir a una librería inglesa y ojeamos las numerosas biografías que existen sobre su persona podremos observar en las fotos del interior que su forma de vestir apenas ha sufrido cambios destacables en todos estos años.
Una de las personas que más han tenido que ver para que esto se haya mantenido así es sin lugar a dudas su padre, el Duque de Edimburgo. Éste, a pesar de ser testigo de otra época, supo trasmitir a su hijo la elegancia británica en su máximo exponente. Si observamos los trajes del Duque Felipe de Norton & Sons rápidamente podremos entender la influencia en el vestir de éste sobre su hijo. Los sastres de Felipe de Edimburgo presumen que éste viste los trajes que ellos le cortaron cuando tenía 36 años todavía ahora con 86. Esto es una muestra más de que la elegancia masculina clásica es, como siempre hemos mantenido desde esta página, la única moda masculina intemporal.
Igualmente, llegamos a otra conclusión de capital trascendencia; esto es, la importancia de tener una buena cuna. Definitivamente, no se trata sólo de tener un determinado estatus social o una desahogada posición económica; hay cosas para las que es imprescindible haber recibido un buen ejemplo y una correcta educación desde nuestra más temprana infancia.
Quizá esto explique las más que notables diferencias a la hora de vestir del Príncipe Carlos y de su tío abuelo el “Duke of Windsor”.

Hay quien califica al Príncipe Carlos como una persona aburrida a la hora de escoger su vestuario. De hecho, el Príncipe Carlos durante más de 30 años se ha mantenido fiel a los patrones clásicos que sus sastres de confianza Anderson and Sheppard y Gieves and Hawkes le han aconsejado y que él siempre ha vestido conforme al estilo más británico.

Tampoco sus camiseros de Budd y de Turnbull and Asser han sufrido estrés alguno por tener que cambiar rápidamente los patrones de sus camisas porque las nuevas modas así lo impusieran y el Príncipe Carlos así lo demandara.
El corte de sus trajes no puede obedecer a patrones más clásicos; cortes amplios que ayudan a que el traje descanse sobre el cuerpo sin insinuar demasiado la figura, solapas anchas y de corte bajo, faldones con dos aberturas cuyo largo coincide exactamente con el de los nudillos de la mano, pantalones sin vuelta en los dos y tres piezas y con vuelta en los cruzados (este es uno de los escasísimos detalles que no es bien visto por los más puristas ingleses quienes hasta en el traje cruzado optan por pantalones sin vuelta; quizás esta costumbre la heredó también de su padre) etc.
Aunque ha sido frecuente verle vestir trajes sencillos o con chaleco, en los últimos años la imagen más frecuente del Príncipe de Gales es el traje de chaqueta cruzado con todos sus botones abotonados (algo que, por cierto, también es norma en el Rey Juan Carlos).

Otra nota de su gusto por la verdadera elegancia clásica, es el vestir en todo momento un pocket square. Este complemento cada vez más en desuso pero cada vez más necesario es el fiel acompañante de todas sus chaquetas. Da igual con quien se reúna o que país visite, él siempre vestirá su pañuelo independientemente de que su homólogo no sepa ni siquiera que las chaquetas se confeccionaron con un bolsillo a la altura del pecho para lucir un pañuelo. Además por su forma de lucirlo no nos cabe duda de que se siente orgulloso de él y de su elección.
Siempre ha huido del colorido excesivo en sus atuendos. Sus trajes monocolor o diplomáticos son su elección más frecuente. Algo parecido sucede con sus camisas. Éstas suelen ser también monocolor o en todo caso con alguna fina línea. Será difícil verle con camisas a cuadros o de rayas llamativas o marcadas. Su color preferido para éstas es el azul claro. Este color le facilita la correcta combinación de los pañuelos y además le permite escoger un pañuelo de un estampado más alegre.

Todas sus camisas lucen un puño doble del que no sobra mucha tela una vez puestos los gemelos. A veces puede dar incluso la impresión de que son puños sencillos donde se ha sustituido el botón por un ojal sobre el que se pasa el gemelo. Los gemelos se caracterizan por su sencillez y discreción sintiendo especial debilidad por los gemelos de formas redondas y con una parte de ellos en oro. Esta discreción se puede observar también en sus corbatas. Colores nuevamente clásicos y no llamativos con pequeños motivos suelen ser los que gozan de su confianza. No obstante, su predilección todavía hoy de vestir corbatas a rayas con bandas de colores bastante anchas denotan una vez más su gusto por lo intemporal.
En cuanto a calzado se refiere, sigue optando por los Oxford classic con la típica horma ancha inglesa. Con los trajes oscuros y diplomáticos viste siempre calzado negro y con sus trajes grises prefiere las tonalidades marrones oscuras o las de color vino.
Un detalle que goza de toda mi respeto es su negativa a desabotonarse el primer botón de la botonadura de la manga; costumbre tristemente extendida entre todos aquellos que quieren presumir de vestir de sastre. ¿A alguien le cabe alguna duda de que esos trajes llevan detrás muchísimas horas de trabajo y múltiples ajustes? Sus trajes son la prueba fehaciente de que un buen traje bespoke no necesita de ese absurdo detalle snob para lucir como algo artesanal.
Si bien antes era más proclive a lucir siempre una flor en el ojal de chaqueta últimamente podemos verle ya en actos de diversa índole sin ésta.
Quizás su único guiño tímido a la modernidad sean las pulseras que en alguna foto se pueden adivinar debajo del puño doble.

También merecen una especial atención su amplio armario de abrigos; todos ellos obedeciendo una vez más a los patrones y colores clásicos ingleses.
En múltiples ocasiones nos hemos hecho eco de las dos principales premisas para vestir correctamente de Alan Flusser: el color y la proporcionalidad de las prendas con la fisionomía de cada caballero.

Si nos fijamos en el conjunto formado por su cuello de la camisa, el nudo de la corbata y las solapas de la chaqueta (conjunto que conforma la primera imagen de todo aquel que nos mire) apreciaremos que todas éstas partes no cobran relevancia alguna y su rostro es el único protagonista del retrato final. No debemos olvidar que como ya hemos establecido en alguna ocasión, toda nuestra vestimenta tiene como misión final resaltar nuestro rostro y nuestro físico. El protagonista somos nosotros y no nuestro nudo de corbata o nuestro abrigo.
Si vistiendo un determinado corte o un look concreto el resultado es beneficioso debemos trabajar con esos parámetros y no intentar que aquello que nos gusta pero que no nos favorece se haga el dueño de nuestro armario. Seguro que todos estamos cansados de ver cuellos full-cutaway en caballeros de rostro delgado o de fisionomía estrecha que lo único que consiguen con su uso es acentuar su delgadez.

Los conjuntos del Príncipe Carlos guardan una total proporcionalidad tanto entre todas sus partes como con el físico de su portador. Si alguna pega podemos poner a éstas es su manía de seguir vistiendo el nudo sencillo que ya se anudaba desde pequeño. El tiempo pasa para todos y los Príncipes no son una excepción. El rostro del Príncipe Carlos se ha ensanchado con los años y quizás una segunda vuelta a la corbata conseguiría un resultado final más acorde con su fisionomía actual.
Sinceramente creo que pasará mucho tiempo hasta que veamos a un personaje público de la relevancia del Príncipe de Gales vistiendo tantísimos años según los cánones clásicos y dando el máximo sentido a la palabra elegancia. Él es una clara muestra de que no es necesario sucumbir a las tendencias más modernas o convertirnos en auténticos fashion victims para poder ser un exponente de la elegancia y el estilo.

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