domingo, 27 de enero de 2013

COLESTEROL

Según el informe publicado a fines de octubre de este año por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esperanza de vida podría aumentar en todo el mundo casi cinco años si se afrontaran cinco factores que afectan a la salud: peso bajo en la infancia, las prácticas sexuales de riesgo, el consumo de alcohol, la falta de agua segura, de saneamiento y de higiene, y la hipertensión arterial. Estos factores son responsables de una cuarta parte de los 60 millones de muertes que, según se estima, se registran cada año.
En “Riesgos Mundiales de la Salud” se describen 24 factores que afectan a la salud. Se trata de una mezcla de factores medioambientales, conductuales y fisiológicos tales como la contaminación del aire, el consumo de tabaco y la mala nutrición. El informe destaca también el efecto combinado que pueden tener esos factores.
Ocho factores de riesgo son responsables por sí solos de más del 75% de los casos de la enfermedad de las arterias coronarias del corazón (cardiopatía coronaria), la principal causa de muerte a escala mundial, a saber: consumo de alcohol, glucosa elevada en sangre, consumo de tabaco, presión arterial alta, obesidad, colesterol alto en sangre, bajo consumo de frutas y verduras, y la falta de actividad física. La mayoría de estas defunciones se registran en los países en desarrollo.

Por ello, y siguiendo con los temas de salud que afectan mayormente a la población y que inciden en enfermedades de alto riesgo y mortalidad, nos dedicaremos en esta entrega de Salud Integral a tratar la alteración de los lípidos o grasas de nuestro organismo, es decir, el colesterol y los triglicéridos.

El colesterol es una grasa natural presente en todas las células del cuerpo humano necesaria para el normal funcionamiento del organismo. La mayor parte del colesterol se produce en el hígado, aunque también se obtiene a través de algunos alimentos.
Interviene en la formación de ácidos biliares, vitales para la digestión de las grasas. Los rayos solares lo transforman en vitamina D para proteger la piel de agentes químicos y evitar la deshidratación. A partir de él se forman ciertas hormonas, como las sexuales y las tiroideas.

La sangre conduce el colesterol desde el intestino o el hígado hasta los órganos que lo necesitan y lo hace uniéndose a partículas llamadas lipoproteínas. Existen dos tipos de lipoproteínas:
Lipoproteínas de baja densidad (LDL): se encargan de transportar nuevo colesterol desde el hígado a todas las células de nuestro organismo.
Lipoproteínas de alta densidad (HDL): recogen el colesterol no utilizado y lo devuelve al hígado para su almacenamiento o excreción al exterior a través de la bilis.
Según esta interacción podemos hablar de dos tipos de colesterol:
Colesterol perjudicial a la salud o “malo”, que es el colesterol que al unirse a la partícula LDL se deposita en la pared de las arterias y forma las placas de ateroma.
Colesterol beneficioso a la salud o “bueno”, que es el colesterol que al unirse a la partícula HDL transporta el exceso de colesterol de nuevo al hígado para que sea destruido.
Si sus niveles en sangre se elevan producen un tipo de dislipidemia o alteración de las grasas del organismo llamado hipercolesterolemia. Está demostrado que las personas con niveles de colesterol en sangre de 240 tienen el doble de riesgo de sufrir un infarto de miocardio que aquellas con cifras de 200.
Cuando las células son incapaces de absorber todo el colesterol que circula por la sangre, el sobrante se deposita en la pared de la arteria y contribuye a su progresivo estrechamiento originando la arterosclerosis. Sin embargo, si un enfermo mantiene muy bajos sus niveles de colesterol en sangre puede lograr que ese colesterol pase de la pared arterial nuevamente a la sangre y allí sea eliminado. Por ello, se recomienda a los pacientes que han sufrido infarto de miocardio o accidente cerebral que mantengan cifras muy bajas de colesterol para intentar limpiar así sus arterias.
La hipercolesterolemia no presenta síntomas ni signos físicos, así que su diagnóstico sólo puede hacerse mediante un análisis de sangre que determine los niveles de colesterol y también de los triglicéridos. Es conveniente que las personas con riesgo de padecer una dislipidemia, que tengan familiares con enfermedades del corazón o de los vasos sanguíneos, se sometan a esta prueba desde edades tempranas.
Colesterol
* Deseable: menos de 200 mg/dl
* Marginalmente alto: entre 200 y 239 mg/dl.
Se considera hipercolesterolemia a los niveles de colesterol total superiores a 200 mg/dl.
* Alto: mayor o igual de 240 mg/dl
LipoproteínasColesterol LDL• Optimo: menos de 100 mg
Esta recomendación no significa que la cifra normal de LDL deba rondar los 100 mg/dl. En algunos casos, el nivel deseable de LDL puede ser incluso menor de 70 mg/dl.
• Caso óptimo: entre 100-129 mg/dl
• Marginalmente alto:130-159 mg/dl
• Alto: entre 160-189 mg/dl
• Muy alto: mayor o igual de 190 mg/dl
Colesterol HDL• Óptimo: mayor de 60 mg/dl
• Bajo: menor de 40 mg/dl
TriglicéridosNormal: menos de 150 mg/dl
Normal-alto: entre 100 y 500 mg/dl.
Se considera hipertrigliceridemia a los niveles de triglicéridos superiores a 150-200 mg/dl.
Alto: por encima de 500 mg/dl.

La hipercolesterolemia se puede prevenir siguiendo las siguientes recomendaciones:
* Con una alimentación equilibrada y sin grasas saturadas. La dieta mediterránea es la idónea porque su aporte de grasas proviene fundamentalmente de los ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados presentes en el pescado y los aceites de oliva y de semillas. También es importante el consumo de vegetales, legumbres, cereales, hortalizas y frutas.
* Haciendo un programa de ejercicio aeróbico (caminar, carrera suave, ciclismo, natación, etc.), a intensidad moderada y desarrollado de manera regular (la mayor parte de los días de la semana), aumenta el HDL (colesterol “bueno”) y reduce el LDL (colesterol “malo”) y los niveles de triglicéridos.
* Control de peso para reducir los niveles de colesterol y el riesgo de enfermedad de las arterias coronarias (que le dan sangre al propio corazón)

Una vez diagnosticada la dislipemia, y si la dieta y el ejercicio físico no consiguen rebajar los niveles por si solos, su médico de confianza optará por un tratamiento con fármacos. La elección de los fármacos depende de la anomalía dominante: elevación del LDL (colesterol “malo”); elevación de los triglicéridos; o niveles elevados en ambos casos. Algunos de los fármacos para pacientes con colesterol elevado son: estatinas (lovastatina, pravastatina, simvastatina, fluvastatina, atorvastatina) y fibratos (gemfibrozil)
Nunca se deben suspender la dieta ni los fármacos hasta que su médico lo indique.

No hay comentarios: