En el mundo existen muchísimos automovilistas mayores de 65 años de edad.
A todos ellos les sobran la experiencia y la prudencia, y como dice el conocido refrán “más sabe el diablo por viejo que por diablo”.
Se resisten a dejar de conducir, pues es una práctica que han realizado durante décadas, y consideran que la edad no es ningún inconveniente; además, estos conductores critican la agresividad que muestran los jóvenes y reclaman su temeridad al volante.
Por otro lado, el exceso de precaución conlleva sus riesgos.
Por ejemplo, conducir a baja velocidad por el carril izquierdo o tardar demasiado a la hora de virar en alguna intersección o retroceder eficazmente en un estacionamiento colmado.
Tenemos que ser conscientes de que con los años se van perdiendo los reflejos, la agudeza visual y la auditiva, y si existe mal tiempo evitan salir a la calle.
También son más reacios a salir en las horas pico y a circular por vías inseguras o por lugares desconocidos.
No cabe duda que el deterioro tanto físico como psíquico que produce el envejecimiento hace que el conductor se adapte a una serie de medidas protectoras y reductoras de riesgos.
Se toman nuevos patrones de movilidad y de adaptación al entorno para reducir el riesgo de accidentes.
Los medicamentos
No olvidemos que los mayores de 65 años consumen medicamentos con mucha frecuencia.
Entre ellos, diuréticos, analgésicos, antihipertensivos y calmantes que son fármacos que disminuyen la concentración y aumentan el tiempo de reacción.
Por tanto, nuestro estado de salud es muy importante para la seguridad vial y por eso las revisiones periódicas que deben hacerse en los centros médicos, ya sean públicos o privados, deben advertirle al paciente de los peligros de algunos medicamentos con la actividad de conducir.
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