Violencia doméstica
Se considera “violencia doméstica” cualquier situación dentro de una relación íntima en la cual se intente causar daño o controlar la conducta de una persona de forma intencionada. Se trata de comportamientos recurrentes basados en una relación de poder desigual”.
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Violencia contra las mujeres (Naciones unidas): “es todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública o privada”.
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Mujer maltratada: “Es aquella que sufre maltrato intencional, de orden emocional físico y sexual ocasionado por el hombre con quién mantiene un vínculo íntimo. Él la obliga a realizar acciones que no desea y le impide llevar a cabo lo que sí desea”.
ACTUACIÓN ANTE EL MALTRATO
Como los malos tratos suelen producirse en el ámbito doméstico o en la más estricta intimidad, sin la presencia o incluso con la complicidad de testigos, es la posible víctima la que debe tomar la decisión de romper su silencio. Es necesario realizar una denuncia. Con ella, se comunica verbalmente o por escrito a la autoridad judicial, Ministerio Fiscal o Policía la comisión de un hecho presuntamente delictivo. Y se ponen en marcha los medios adecuados para defender la dignidad y obtener la tutela de los valores y principios básicos que deben presidir la convivencia familiar.
La notificación se interpone en cualquier Comisaría de Policía o en el Juzgado de Instrucción que esté de guardia. Para ello es aconsejable aportar todos los datos posibles sobre las circunstancias en las que se produjo la agresión, sin ocultar u omitir detalles que pueden ser imprescindibles para determinar la gravedad de la conducta. Es importante hacer constar si se han sufrido malos tratos en otras ocasiones. Es importante leer el texto de denuncia detenidamente y hacer que se incluyan las aclaraciones o ampliaciones convenientes, así como exigir una copia o justificante de la denuncia.
En caso de que esté en peligro la propia seguridad o la de los hijos, es necesario abandonar el domicilio sin incumplir el deber de convivencia. Para ello en el plazo de 30 días se deben solicitar medidas provisionales. Estas medidas permiten vivir separados y tratan sobre la custodia de los hijos y la disposición de la vivienda así como auxilios económicos. Una segunda opción es interponer una demanda de separación en el juzgado de Familia por medio de Abogado y Procurador.
Si es necesaria asistencia facultativa, lo más fácil es dirigirse al Centro de Salud más cercano o al servicio de urgencia de los hospitales. El diagnóstico y las lesiones observadas y el tratamiento prescrito por el médico tendrán su importancia si se da un juicio posterior. De esta forma la sentencia se ajustará a los hechos denunciados, por eso es importante solicitar el duplicado del informe médico o del parte de asistencia en el que conste que las contusiones o lesiones se han producido por una agresión física.
En situación de extremo desamparo y sin posibilidad de domicilio, se puede acudir a lugares de acogida que dan protección temporal ante posibles agresiones. Con su experiencia ofrecen apoyo moral y humano para encarar el futuro. Esta casa se concibe como un servicio social especializado y de carácter asistencial cuya finalidad es acoger a mujeres solas o acompañadas de sus hijos/as en situación de violencia física y/o psicológica con objeto de prestarle ayuda psicológica, social y jurídica.
- Es violencia de género.
- Es un rasgo social a la vez que un fenómeno individual.
- Se deriva de la desigualdad de poder entre hombres y mujeres.
- Tiene un carácter instrumental.
- Es estructural e institucional.
- Es ideológica.
- Está por todas partes.
- Afecta a todas las mujeres.
- No es natural, es aprendida.
- Es tolerada socialmente.
- Pasa desapercibida y es difícil de advertir.
este tipo de violencia comprende todo acto que pueda provocar de forma no accidental daño en el cuerpo de la mujer, tales como: quemaduras, fracturas, palizas, bofetadas, golpes, heridas con arma blanca o de cualquier otro tipo, etc. Esta conducta coloca a la mujer en verdaderas situaciones de peligro inminente, por lo que muchos de estos accidentes tienen su verdadero origen en una conducta por omisión.
A estas formas de maltrato, es muy difícil que solo una sea la forma de maltrato en una pareja donde existe la violencia de género.
En primer lugar, la autoestima y el valor que estas personas se dan a sí mismas es muy bajo, y nada tienen que ver con su nivel intelectual. Ya sea una mujer de clase alta como una más humilde, el maltrato aparece de la misma manera y ocasiona en las mujeres efectos comunes. Algunos de esos efectos son:
A menudo son mujeres con un historial muy pobre de cariño y afecto. Procedentes de familias en las que se han valorado otras cosas, están acostumbradas a ser poco valoradas por el entorno o a que no se les preste atención, con que, cuando su pareja lo hace en los primeros momentos, les resulta algo normal o al menos conocido. Lo pueden incluso aceptar como parte habitual en sus relaciones y no se quejan hasta que es demasiado tarde. Realmente, el hecho de tener alguien con quien compartir sus vidas, las convierte en muy dependientes de esta relación y es un factor que ayuda a la perpetuación del problema.
También aparece en ellas un concepto de sí mismas muy pobre, no desarrollando sus potenciales en otras áreas, ya que se quedan aisladas en la casa; algunas bien situadas y con trabajos estables si consiguen valorarse a sí mismas por los logros en el trabajo, aunque las demás áreas se vean afectadas. Tengamos en cuenta que una víctima de maltrato poco a poco se encuentra más aislada de su entorno social y sus relaciones interpersonales disminuyen desde el principio, ya se encarga el maltratador de inculcar miedo para que no pueda comunicarse con nadie.
Otro frente importante de problemas para la víctima está en su razonamiento sobre las relaciones interpersonales, lo que significan para ella y sobre todo a nivel de pareja. Ésta mujer va a tener muchos déficit o muchos pensamientos erróneos que también van a ayudar a que se mantenga pasiva ante el problema.
Suelen elegir a personas que aparentan seguridad en sí mismas, lo cuál se contrapone a su propia personalidad y por ello aprenden en un primer momento de la relación a idolatrarlas.
Se produce una ilusión ante la relación que es un engaño ya que nada es tan bueno. Su necesidad de protección las lleva a buscar a este tipo de personas, realmente, más tarde esto se vuelve en su contra.
Debido a su necesidad de afecto y de valoración por parte de los demás, se dedican a dejar de lado sus necesidades y a cubrir las de su pareja, con el fin de no ser abandonadas y de ser queridas para siempre.
Es una dedicación absoluta que demuestra su dependencia emocional. Llamadas a todas horas, necesidad de estar juntos en cada momento, preocupación excesiva por todas sus cosas; todo esto es el caldo de cultivo que ayuda al maltratador a empezar a actuar. Sabe cuales son los puntos débiles de su pareja y la atacará por ahí. Por eso son habituales las críticas, los resentimientos, las culpabilidades, etc. La víctima acaba por creerlo todo y se hunde en un pozo sin salida.
También aparece un miedo a la ruptura y a la soledad cuando todo acaba, de tal manera que esto les ayuda a mantener la relación.
Por otro lado, cuando termina se encuentran perdidas y por ello a veces vuelven a perdonar al agresor o a citarse con él de vez en cuando bajo la idea de que no volverán a engancharse. Cuando lo lógico sería no querer volver a verles nunca más.
Como podremos comprobar, las características del maltratador se solapan muy bien con las de su víctima, dándose la mezcla perfecta para que se dé el maltrato. Las características del agresor son:
El agresor también va a ser una persona muy dependiente a nivel emocional, lo que le diferencia de su víctima va a ser el carácter agresivo para mostrar esa dependencia.
Aparecerá altivo, seguro de sí mismo, confiado con la pareja, seguro del no abandono; en contraposición con su pareja necesitará la humillación y la sumisión del otro para estar contento ya que así no peligra su situación de poder. Con lo cuál ambas partes se compaginan muy bien.
Cada uno le da al otro lo que necesita para cubrir su necesidad de afecto, el problema es que se sobrepasan los límites y se llega al maltrato físico y psicológico.
A menudo tienen sentimientos diferentes hacia la pareja, la necesitan y la quieren pero sienten hostilidad hacia ella como forma de canalizar sus carencias de tiempos atrás (infancia, adolescencia).
Son afectos positivos y negativos que ayudan a odiar a la pareja pero a necesitarla siempre a su lado y con él.
Suelen aparecer los celos patológicos sin fundamento, también acosan, humillan y controlan a la pareja en todo lo que hace como forma de camuflar su necesidad de dependencia y su baja autoestima.
Todo está camuflado debajo de una coraza de fortaleza, pero realmente es una personalidad patológica con muchas carencias y muy poca valoración sobre sí mismo, a menudo son incapaces de mostrar sentimientos hacia el resto de las personas y este embotamiento emocional les ayuda a actuar, unido muchas veces a alcoholismo o drogadicciones.
Por todos estos motivos, las rupturas con un maltratador son tan complicadas, pueden suplicar y mostrar sus debilidades o en el otro extremo vengarse de la pareja, aumenta su obsesión celosa y la necesidad de posesión, no aceptan la idea de que la otra persona rehaga su vida y deciden acabar con ella. Este es el motivo de tantas muertes al cabo del año.
El maltrato repercute de forma importante en la sociedad a diferentes niveles: desestructura familias; ocasiona dificultades en la integración de la mujer en el mundo laboral por absentismos reiterados, frecuentes cambios de empleo, disminución de la capacidad física y psíquica y, como consecuencia, del rendimiento laboral; causa fracaso escolar en los niños que son testigos de violencia doméstica.
En cuanto a su repercusión en el ámbito sanitario, es bien sabido que las mujeres víctimas de la violencia utilizan los distintos servicios sanitarios con mayor frecuencia que otros grupos de población, provocando un aumento de la demanda tanto en las consultas de atención primaria como de otras especialidades (ginecología, traumatología, cirugía, rehabilitación, salud mental) y urgencias. Generalmente consultan a causa de síntomas y signos inespecíficos de difícil solución, presentan quejas múltiples y demuestran poca satisfacción con la asistencia recibida. Todo esto requiere un incremento de los recursos, con los costes asociados que esto conlleva.
Además de las repercusiones en el sistema sanitario, la violencia doméstica influye en el estado de salud de las mujeres. En general, éstas perciben su salud de forma negativa, y presentan cuadros como los que se describen a continuación:
El fallecimiento de mujeres como consecuencia de los malos tratos y agresiones sufridas es otra de las repercusiones de la violencia. El número de muertes se ha ido incrementando en los últimos años, y se ha observado que el riesgo de que se produzca un homicidio en una relación en la que impera la violencia se incrementa con el inicio de los trámites de separación.
El riesgo de suicidio también es superior respecto a mujeres no maltratadas (hasta cinco veces mayor). Se estima que detrás de una cuarta parte de los intentos de suicidio se esconde una situación de maltrato, aunque las cifras relativas al suicidio no suelen englobarse en las estadísticas de la mortalidad por violencia doméstica.
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EL MALTRATO EN CIFRAS
Según datos del Instituto de la Mujer, el mayor número de muertes se produce en la franja de edad que va desde los 21 a los 40 años. Por Comunidades autónomas, Andalucía y Cataluña son las comunidades donde mayor número de mujeres han muerto a manos de sus parejas o exparejas.
Tres de cada cuatro gallegos que conocen un caso de violencia de género no lo denunciarían, lo que representa el 77,4%, mientras que el 76,5%, es decir, siete de cada diez, asegura que si conociera alguno lo denunciaría, según datos de una encuesta realizada por la Xunta de Galicia.
Los gallegos mostraron en la encuesta realizada un rechazo claro a la violencia de género, puesto que un 93,4% la considera "totalmente inaceptable". Además, casi dos de cada diez gallegos afirmaron conocer a alguien de su entorno que sufre o ha sufrido malos tratos, lo que representa un 20%. Para el Gobierno gallego se trata de un "indicador de la gravedad" de este problema público que presenta "dimensiones más preocupantes".
En esta línea, la encuesta refleja que las mujeres declaran conocer, en mayor medida que los hombres, casos de violencia de género en su entorno, un 23,2% frente a un 13,3% del género masculino. Además, los jóvenes de entre 18 y 29 años que residen en las grandes ciudades de Galicia destaca como el grupo "más predispuesto" a denunciar estos casos.
Así, ocho de cada diez de los encuestados afirmó que lo haría, lo que constituye un 82,7 por ciento; frente al 74,6% de personas de 30 a 49 años; 79 por ciento de 50 a 64 años; y 71,6 por ciento los mayores de 65 años. Además, el estudio demoscópico refleja que el grado de conocimiento es mayor en los ámbitos más urbanos, alcanzado el 20,2 por ciento en las localidades de más de 50.000 habitantes; el 18,5% en las de menos de 10.000 habitantes; y el 15,9% en la de entre 10.000 y 50.000 habitantes.
LOS HOMBRES DENUNCIARIAN MÁS (LA DESEABILIDAD SOCIAL TRACIONA LOS HECHOS)
Según la encuesta realizada por la Xunta sobre violencia de género en Galicia, los hombres denunciarían más casos que las mujeres, a pesar de que el citado estudio revela que el conocimiento de este fenómeno en el entorno femenino supera en casi 10 puntos al masculino.
De este modo, el trabajo demoscópico revela que el 26,5 por ciento de los hombres denuncian estos casos, frente al 20,1 por ciento de las mujeres que lo hacen. Casi un 6 por ciento de los encuestados encuentran "algún tipo de justificación" para los malos tratos. Según la encuesta, un 3% de los hombres preguntados y un 3,4% considera que se trata de "algo inevitable que siempre existió"; un 2,9% y 2,6%, respectivamente, lo ve "aceptable en algunas circunstancias" Por edades, destaca el grupo de edad de mayores de 65 años como los que consideran los malos tratos "aceptable en algunas circunstancias", seguido del 4,4% de las personas entre 50 a 64 años, 1,3% los de 30 a 49 años, mientras que un 0,9% se corresponde con jóvenes de 18 a 29 años.
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