“El sexo ni agota, ni debilita, antes bien, un alto grado de actividad sexual constituye el supuesto previo para mantenerse sexualmente activo hasta el séptimo u octavo decenio de la vida”.    
 
Masters, sexólogo     
 
   
 
La “Andropausia” es un concepto  y término que muchos médicos se niegan    
 
a aceptar y, aún menos, los pacientes educados en una cultura esencialmente machista. En este artículo pretendemos desmitificar    
 
la sexualidad en el anciano    
 
y, aclarar como, sí existe una perdida en la función hormonal    
 
      
 
Palabras clave: Ancianidad, sexualidad, andropausia      
 
    
 Todavía y de manera errónea, se cree que no existe en el anciano actividad ni interés sexual y, que cuando se  presentan, son de tipo morboso y patológico. Investigaciones en el campo  de la sexualidad permiten admitir que la vida sexual persiste y se  transforma constantemente a lo largo de toda la evolución individual y  sólo desaparece con la muerte. 
 Muchos son los adelantos en el campo de la medicina y la biología  molecular, pero pocos son los que se relacionan con el comportamiento real sexual de los ancianos, tal vez por un fenómeno sociocultural. Sin embargo, sobresalen  dos posibles razones: la primera es que apenas existen estudios serios y  los datos que se poseen son parciales; la segunda, hace referencia a  las dificultades metodológicas y culturales que encierran este tipo de  investigaciones, ya que sigue pesando sobre ellos un tabú muy marcado, especialmente en nuestra sociedad donde se mezclan ciertos  aspectos moralistas, muchas veces con matices de hipocresía enmascarada. 
 De manera simplista se puede decir que en las personasde ambos sexos se  produce un declive, más o menos acentuado, entre los sesenta y setenta  años. No obstante, es importante recalcar que la sexualidad, tanto normal como patológica, está influenciada por  factores biológicos, psicológicos y culturales. Por tanto, antes de  afirmar que la sexualidad declina con la edad, es más correcto  considerar que este ocaso se correlaciona con modificaciones  fisiológicas y con él, los factores psicológicos y socio-culturales juegan un papel  trascendental. Además, la edad puede influir en la disminución de la  actividad y el interés sexuales, pero no tiene por qué suprimir la satisfacción. 
 Las teorías y experiencias de Freud y las investigaciones del informe  Kinsey dejaron en claro que los niños y los ancianos no son seres  asexuados y que, por el contrario, el ser humano es sexuado desde que  nace y hasta que muere. Kinsey no se contentó con doctrinas; mostró la capacidad del viejo con evidencias, pruebas y  demostraciones. Buen número de científicos, como los doctores Newman, Nichols, Freeman y Dresden,  citados por Simone de Beauvoir, así lo testimonian. Hoy empieza a  respetarse la sexualidad del anciano y hasta en los asilos de ciertas  ciudades de Norteamérica se proveen espacios especiales para los ancianos en pareja que les  permita tener intimidad. La capacidad de engendrar de un varón de 70  años no es un prodigio ni un dato para mostrar en la casuística. Además, la infecundidad no es impotencia. El prejuicio social, sin embargo, subsiste. Nuestra sociedad hipócrita se  empecina en desconocer la realidad, en rechazarla, como dice Maurice Tubiana  “encadenar al viejo a la clandestinidad y despojarlo de su más sagrado derecho, el  del amor y la sexualidad”. 
 Una de las creencias más erradas, muy comúnmente aceptada, es la de suponer  que la menopausia lleva a una disminución de la capacidad sexual hasta su  extinción. Hoy se sabe que la menopausia es un proceso biológico  natural, con repercusiones psicológicas, en el que se detiene la  posibilidad de reproducción, pero queno lleva consigo la pérdida de la  actividad ni del interés sexual. La fuerza de este concepto, enriquecido  con un gran contenido de tabú, se debe al hecho de que para una buena parte de  las mujeres y de los hombres, la vida sexual está ligada exclusivamente a  las posibilidades de engendrar.   
 Paralelamente, en el hombre, aunque de forma cualitativa y cuantitativa  diferente, se piensa que la andropausia supone el cese de la actividad e interés sexuales  para sumirse en la “profunda tranquilidad y calma” con la que se ha  caracterizado a la vejez. Sin embargo, a nivel biológico es conocido que la secreción  de andrógenos y la erección continúan prácticamente hasta la muerte. Incluso la fecundación  del óvulo por el esperma senil es posible.  (Ver recuadro). 
 Otra convicción falsa extendida entre los hombres es el hecho de creer  que la potencia sexual está limitada y/o condicionada a una cantidad  fija y constante, y que con el uso (y el abuso) termina por extinguirse a  una corta edad. Por el contrario, todo parece indicar que una vida  sexual normal y rica en experiencias es la mejorarantía para que la actividad sexual se  prolongue en la ancianidad. Por no conocer esta realidad y por no querer admitirla, se condena a muchos  ancianos a una forma de actuar clandestina y deforme. 
 La andropausia, ¿una realidad? 
 "Andropausia" es un término que no se emplea con plena convicción. En  efecto, si la menopausia corresponde a una situación bien definida y  tajante consistente en el cese de la función ovárica con las  consecuencias que se conocen, en el hombre la situación es bastante diferente, puesto que la degradación de  la función testicular es progresiva y a veces bastante lenta. 
 El interrogante actual, planteado a la luz de los efectos benéficos de la terapia hormonal de reemplazo en la mujer y de los resultados del tratamiento de la osteoporosis en el hombre hipogonádico, es el de evaluar y reconocer la relación riesgo/beneficio de una androgenoterapia sustitutiva. Conociendo los efectos fisiológicos favorables de la testosterona sobre la fuerza muscular, el hueso, el sistema nervioso, la médula ósea y la función sexual, se puede imaginar la importancia de la puesta en uso de esta hormona en relación a la prevención y la calidad de vida en el hombre añoso. Pero al no contar con toda la información, lo mejor es la prudencia de la interpretación. 
 Plantearemos lo que actualmente se admite a partir de datos objetivos clínicos y/o biológicos antes de abordar la problemática de la terapia.  
Potencia sexual 
 Es claro que ésta se deteriora con la edad en el hombre sano, con una  erección que cada vez es más débil y de menos duración acompañada de  eyaculaciones de menos volumen. Esto conduce a una disminución  significativa en la frecuencia de las relaciones sexuales aunque es imposible generalizar y cuantificar  los parámetros principales concernientes a los antecedentes (calidad de  vida sexual anterior, patologías interrecurrentes, hábitos de uso como  tabaco y alcohol, etc.) del anciano. 
 El endotelio juega un papel trascendental en la regulación el tono  vascular pudiéndose alterar en forma grave en enfermedades como la  hipertensión arterial y la diabetes. El resultado es una deficiencia en la producción de óxido nítrico (NO) la cual incide en la disfunción  eréctil. La introducción de fármacos, como el sildenafil, ha revolucionado el tratamiento de la  disfunción eréctil por cuanto facilita una mayor duración al no que  produce la vasodilatación y mantiene la erección del pene. 
Fertilidad 
 Esta se ve afectada de manera muy diversa. Un estudio hispanoamericano, realizado por Merino y colaboradores en 1995  en una población de 968 sujetos infértiles, mostró una alteración mayor  en la espermatogénesis después de los 40 años. Sin embargo, se observó  una gran heterogenicidad en función de la edad a nivel de la calidad del semen.  
Biología y fisiopatología 
 Los resultados objetivos evidencian que la degradación de la función testicular se relaciona principalmente con los niveles de  testosterona. (Los niveles normales están entre 300 y 800 ng/ml). Si se escoge la cifra límite de 300 ng, en  el hombre normal se detecta que, el 7% de los sujetos masculinos de 40 a 60 años están cercanos a este nivel; el 20% entre los mayores de 61 años  y menores de 80, y más del 35% en los ancianos que sobrepasen los 81  años de edad.   
 Esquematizando,el nivel de testosterona disminuye un 1% por año entre los 40 y 70 años. 
 Esta disminución se evidencia de manera tajante en los niveles de  testosterona libre, mienras que la TEBG (proteína portadora de la  testosterona) aumenta. Un elemento fisiopatológico se aclara: la  amplitud de los picos de LH disminuyen, posiblemente por su relación con  una disminución de la masa neuronal secretante de la LH-RH. 
 Ciertos puntos de impacto de la testosterona han sido objeto de estudio,  como la correlación positiva entre la fuerza muscular y los niveles de  testosterona libre. Un estudio hecho con 67 voluntarios entre 45 y 74  años, mostró una correlación positiva entre la tumefacción peneana nocturna y la  testosterona libre, que disminuyó a partir de los 55 años. Además, el  hipogonadismo se acompañó de desmineralización ósea.  
Tratamiento sustitutivo 
 Los criterios actuales no están claramente definidos. La razón principal  es la falta de datos objetivos y evidentes frente a los resultados de  esta sustitución. La indicación es casi obvia en el caso de signos clínicos que indiquen  un déficit confirmado por laboratorio. Más delicada es la indicación del  tratamiento fuera de todo contexto patológico. Las ventajas esperadas son el reforzamiento de la  masa muscular, una disminución relativa el tejido graso, una protección  mineral ósea y una mejor función sexual. Una consecuencia negativa podría ser una  alteración de la fibrinolisis. 
 Los tratamientos propuestos son las preparaciones inyectables de acción  retardada (250 a 500 mg de testosterona por mes). Un estudio terapéutico  hecho en 13 voluntarios sanos (Tenover, 1992) con edades comprendidas entre los 51 y  76 años, con enantato de testosterona durante tres meses, mostró una ganancia de masa muscular, una  disminución de la reabsorción ósea y una disminución del colesterol total. Sin embargo, se evidenció una  elevación delhematocrito y un aumento en el nivel de las fosfatasas  alcalinas específicas. El tamaño de la próstata no se modificó.  
Conclusiones 
 La andropausia es una realidad en el anciano, pero es una realidad variable que no corresponde a un efecto tajante como el de la menopausia. 
 La indicación de un tratamiento sustitutivo permanece ligado a una situación sintomática. El paso consiste en instaurar un tratamiento sistemático a partir del momento en que el déficit de testosterona sea evaluado y cuantificado. La pregunta es ¿cuándo hacer esta cuantificación biológica? Una respuesta que exige todavía muchos puntos de apoyo. Por tanto, una gran prudencia es necesaria todavía. 
 Mientras recordemos que, como parte del amor existe la comunicación  física, tanto el hombre como la mujer son capaces de tenerla y, mejor aún, cuando se  sustenta en la comunicación espiritual, intelectual y recreativa,  rodeadas de respeto y espontaneidad.