Un renombrado pintor italiano con 98 años de edad, firmaba de un solo trazo en la esquina inferior de su lienzo: Tiziano. Daba así por concluida "La batalla de Lepanto".
Otro artista, también de Italia, Tintoretto, emplazaba una última pincelada de color a una obra portentosa de dimensiones inusitadas: 24 metros de longitud por 10 de altura. El cuadro se bautizó con el nombre de "Paraíso". Tenía en ese momento 74 años.
¿Quién se atrevería a insinuarles a estos dos genios de la pintura que su vida ha sido insulsa? ¿Qué motivo podría arrinconarlos y declararlos como inútiles e inservibles al rebasar el listón de los 60?.
Vida en colores
La edad, antes que enturbiar los días, los llena de color y fantasía. A los humanos les pasa lo que al vino: cuanto más añejo, mayor es la calidad y el sabor.
Sin embargo, no todos piensan así. Hay muchas personas mayores que se inyectan nostalgia del pasado o morfina ante el futuro, porque se han olvidado de que en la vida, además de blanco y negro, hay muchos colores.
Es triste ver a un viejo que se cree muerto, inservible, una chatarra. Ante los ojos de estos viejos "muertos", los días palidecen, pierden su color y se escapan como arena entre los dedos.
El avanzar de los años los hace cada vez más desconfiados. Como si con la edad se introdujeran en el cuerpo gérmenes nocivos que hacen que estas personas se sientan inservibles, baúles de recuerdos o piezas de museo.
¡Qué diferencia con esos "viejos jóvenes" que exprimen sus habilidades y virtudes hasta que...!
Ellos no pierden la ilusión y el optimismo. Saben que la vida es un continuo quehacer, en donde siempre se puede ayudar, aconsejar, escribir, pintar, estudiar y producir en todos los campos de la cultura y del saber.
Reconocen que la vida es una tarea, una asignatura que dura hasta el final.
Ese pensamiento fue el que animó al político Adenauer a tomar las riendas de su país cuando sumaba ya 77 años de edad.
Alemania era nación derrotada por la guerra, y él decidió no bajarse del caballo y estuvo en la presidencia hasta sus 88 años de edad, soportando las inclemencias de los tiempos modernos.
Ejemplos de vida
Hay grandes personajes de la historia, como Adenauer, Tiziano y Tintoretto, que nos han impartido lecciones magistrales en la asignatura de la vida.
Ejemplos como el famoso sabio de la antigüedad Catón, que comenzó a estudiar griego a los 80 años.
A la misma edad Goethe acababa su obra maestra el "Fausto". Si se hubiera retirado obedecido a las sugerencias de tantos amigos: "A tu edad es mejor viajar; no exageres, ya has escrito mucho; puedes sentirte orgulloso...", ¿qué hubiera sucedido? Que hoy en día nos privaríamos quizás de la obra cumbre de la literatura alemana y nadie mencionaría el nombre de Goethe. Si a los 60 hubiera dejado de escribir sería un segundón, un don nadie.
Y los ejemplos son tantos... Me viene a la memoria el caso del compositor José Verdi. A sus 74 años regaló al mundo de la música el archiconocido "Otello". Años más tarde, rozando los 80, continúa su producción y da a luz al "Falstaff". Y como no era suficiente, a los 85 años de edad corona su vida con el "Ave María", el "Stabat Mater" y el "Te Deum".
A los 78 años el científico Juan Bautista Lamarck ponía punto final a sus investigaciones en el campo de la zoología, con una obra maestra, todavía reconocida y estudiada en nuestros días: "La Historia natural de los invertebrados".
También el renombrado Manuel Kant deja a la posteridad filosófica una gran obra: "Antropología y Metafísica de las Éticas y Conflicto de las facultades". Acababa de festejar su cumpleaños número 70.
El cardenal Roncalli a sus 77 años de edad fue elegido Papa. Se pensaba quizás en una rápida transición, pero por cinco años guió la Iglesia universal y tuvo tiempo para convocar - nada más y nada menos - un Concilio ecuménico.
Todos unos ejemplos
Éstos son algunos de los grandes de nuestra historia, de quienes hay que sentirse orgullosos. Hay muchos más, y todos ellos merecen todos los "Óscares", los premios Nóbel, los reconocimientos.
Son hombres que "se conservan" a base de trabajo, que mantienen el alma y el ánimo en plena forma cuando su cuerpo parecería ya no dar más de sí.
Son personas que han trabajado, luchado y exprimido su vida hasta la última gota en algo de provecho para muchos. Hombres que no se han resignado a envejecer estérilmente, que le han sacado jugo también a sus últimos años de existencia.
Estas personas sostienen la ilusión y unas ganas enormes por seguir trabajando hasta el último instante de vida para ayudar y aportar algo más a la humanidad.
Al pensar en ellos recuerdo lo que acertadamente afirmaba Bertolt Brech:
"Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay quienes luchan toda la vida, ésos son imprescindibles".
1 comentario:
Muy buen artículo....me llevo la última frase..Felicidades
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