viernes, 1 de octubre de 2010

EL OTOÑO

Nos ha llegado el otoño.  ¿ Y qué nos pasa cuando llega esta nueva estación del año?. Es que el año ya tiene su madurez. Nos lo está diciendo su aire que ya lo sentimos más fresco, nos lo dicen esos árboles que hace poco vestían un verde brillante y ahora sus hojas se han tornado rojizas alternando en su color con el oro viejo del pintor veneciano el Veronés o el fuerte e inconfundible del amarillo de Vicente Van Gogh. Ese vientecillo nuevo es el encargado de rozar o sacudir poco a poco esa hojas para que día tras día vayan cayendo al suelo que también poco a poco se irá convirtiendo en una alfombra mágica de hojas secas, de hojas muertas. También nos lo dicen esos cúmulos de nubes que van apareciendo en el azul del cielo y nos llegan esas mañanas o tardes, según su capricho, de celajes grises…
      Es el otoño. El otoño se parece con todas esas características a nuestra vida. Lo que ya estamos en tiempo de madurez y aún más adentrados en esa etapa. Lejos estamos de las mañanas de aire fresco, limpio y ligero de la primavera. Lejos del despertar de las flores tempraneras con sus nuevos y brillantes matices, lejos los retoños pequeñitos y pujantes, brotando de las ramas de los árboles para pronto vestir su desnudez…Lejos ver a los pájaros nerviosos, ir y venir, apresurados con su dulce canto, en hacer sus nidos bajo un sol que tiene el gusto de asomarse, otra vez,  y besar todas las cosas con sus besos cálidos y nuevos.
      También se han quedado atrás las tardes sofocantes del verano. Los lugares de playa o de montaña donde pudimos vivir con desperezamiento unos días de asueto, olvidando un poco el ajetreo de los días de trabajo y las actividades de la ciudad. Se han quedado para el recuerdo esos momentos que nos brindó el verano, olores a mar, olores a pinos, el aire pesado, caliente, el sol de ardientes rayos y el color moreno que dejó en nuestra piel…
      Ha llegado el otoño. Después llegará el invierno… el aire más frío, la lluvia, tal vez la nieve… así también llega la última etapa de la vida para los que Dios les ha permitido llegar.
       Somos adultos mayores plenos. Unos en el otoño, otros en el invierno. Por eso vamos a saborear estas dos estaciones. Vamos a pintar nuestro diario vivir con las pinceladas del otoño, con sus suaves tonalidades y la paz de sus crepúsculos serenos y dulces. Que la nieve del invierno solo esté en nuestro pelo blanco, que las arrugas de la piel, que es lo que más se asemeja a esas ramas que ya no tienen hojas , sean el testimonio de nuestras lágrimas y risas, pero en nuestros ojos y sobre todo en nuestro corazón, hayamos guardado como un misterioso sortilegio el recuerdo de lo que fue nuestro paso en las diferentes etapas, el canto de los pájaros, las flores, el cielo azul, el mar, los pinos…. Pero sobre todo el calor vivificante del sol del amor.

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