Cuando me casé, era la mujer más feliz del mundo, a pesar de pensar siempre en la felicidad como en el día que se acabaran los problemas para mí, ahí fue donde aprendí el verdadero sentido de la felicidad reside en esos pequeños momentos que estas eufórica y por un momento te olvidas de los problemas, luego la realidad y la vida siguen con su monotonía y crueldad a veces... y el tiempo es el que lo tiñe de gris y un poco de esa tinta salpica a tu corazón todos los días un poco hasta que tu mirada ya no es la misma, es, valga la redundancia, más gris...
Hay cosas que cuando tienes 23 años y estás a punto de casarte con el hombre que quieres no te paras a pensar, una de ellas que es la más importante es que no vamos a tener 23 años toda la vida y que las cosas que quieres cuando tienes 23 no son las mismas que cuando tienes 30, son necesidades que van creciendo y evolucionando a medida tuya, la vida te da vueltas y te sorprende y hace que te sorprendas un poco a ti misma respecto a lo que cambias, y una mañana te levantas de la cama y te das cuenta que eres una mujer totalmente distinta a la de hace unos años.
Luego llega el pensamiento egoísta de pensar que hemos dado todo sin vacilaciones, que hemos actuado como super womans en casa, en el trabajo, con los hijos, cada día de nuestra vida es un reto que pocos pueden entender y realizar, y es en un día como el de hoy cuando te das cuenta que no es que haya crecido en ti una raíz egoísta, es simplemente que la carencia hace la necesidad y necesitamos esa valoración de las personas que ocupan nuestra vida y nuestro corazón, es entonces, cuando no la encuentras, que sientes la melancolía de esa mujer que eras y que el amor y la superación te ha cambiado por esta otra que duda a veces si lo que ha elegido es lo que realmente estabas buscando al principio.
No voy a luchar por algo que ya tengo, y Dios sabe que lo estoy perdiendo todos los días un poco mas, no voy a decir que no tenga miedo a que llegue el momento de encontrarme enterrada en medio de un montón de papeles llenos de nada que te queman en las manos, y tampoco mentirme a mí misma diciendo que ya no lo quiero, porque no es verdad, pero en este momento lleno de incertidumbre, no puedo creer que no se haya dado cuenta de mi malestar, y me molesta en gran medida que no haga nada por remediarlo, que su actitud sea totalmente contraria a lo que deseo.
Y es eso exactamente lo que hace que te quemes cada día, que su vida sigue igual distorsionando la tuya, es esos momentos que intentas encontrar en el mercado una balanza capaz de pesar los sentimientos que te unen a él, yo, todavía no la he encontrado, me imagino que el día que la encuentre será cuando esos sentimientos ya no tengan tanto peso en mi corazón como ahora y entonces ya no necesitaré mis momentos de reflexión y dudas, porque la evidencia será tan clara que quizá no me duela tanto verme enterrada en medio de esos papeles que anuncian el fracaso, espero que entonces siga queriéndole, aunque no sea de la misma manera y si las cosas se tuercen, intentaré no llegar a odiarle con la misma intensidad que lo hice cuando lo quise
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