Abuelos: Un amor incondicional
Los
abuelos son el mayor tesoro de la familia, los fundadores de un legado
de amor, los mejores contadores de historias, los guardianes de las
tradiciones que perduran en el recuerdo. Los abuelos son las bases
solidas de la familia, su amor muy especial los diferencia.
“Una abuela es una maravillosa madre con un montón de práctica.
Un abuelo es viejo por fuera y joven por dentro”
Un abuelo es viejo por fuera y joven por dentro”
Abuelo
Ser
abuelo es una de las experiencias más maravillosas que la vida puede
regalar a una persona. Jugar con un niño a quien se reconoce como
propio, porque forma parte de nuestra descendencia, es algo que lleva
mucho de aventura y agrega un sabor “especial” al diario vivir.
Un nieto hace renacer en los abuelos el espíritu del niño que llevan dentro, pero que no habían recordado desde hacía mucho tiempo. Al despertar ese espíritu, los hace ver lo maravilloso de una mariposa o el color cambiante de una burbuja de jabón.
A través de los ojos de un niño que lleva la sangre del los hijos y la propia, se ven cosas olvidadas de la infancia, que jamás se creyó que permanecían en la memoria. De pronto se sabe de nuevo cachar una pelota, brincar al bebeleche o simplemente hacer “voces” para representar a los personajes de un cuento.
La maravilla con que los niños descubren las cosas nuevas, hace comprender a los adultos que se han pasado por alto muchos dones que se tienen alrededor y que por descuido, no se han apreciado lo suficiente.
Los abuelos son casi siempre muy hábiles para encontrar dulces en cualquier lado: sobre las ramas de un árbol, debajo de un cuadro o de la manga de la camisa del nieto.
En casa de los abuelos, los nietos son los que mandan, allí se puede comer chocolates antes que la sopa, aunque mamá se moleste, y si no se quiere ir a la cama temprano, se puede prolongar el día un poco más.
Un nieto hace renacer en los abuelos el espíritu del niño que llevan dentro, pero que no habían recordado desde hacía mucho tiempo. Al despertar ese espíritu, los hace ver lo maravilloso de una mariposa o el color cambiante de una burbuja de jabón.
A través de los ojos de un niño que lleva la sangre del los hijos y la propia, se ven cosas olvidadas de la infancia, que jamás se creyó que permanecían en la memoria. De pronto se sabe de nuevo cachar una pelota, brincar al bebeleche o simplemente hacer “voces” para representar a los personajes de un cuento.
La maravilla con que los niños descubren las cosas nuevas, hace comprender a los adultos que se han pasado por alto muchos dones que se tienen alrededor y que por descuido, no se han apreciado lo suficiente.
Los abuelos son casi siempre muy hábiles para encontrar dulces en cualquier lado: sobre las ramas de un árbol, debajo de un cuadro o de la manga de la camisa del nieto.
En casa de los abuelos, los nietos son los que mandan, allí se puede comer chocolates antes que la sopa, aunque mamá se moleste, y si no se quiere ir a la cama temprano, se puede prolongar el día un poco más.
“Mis nietos creen que soy la cosa mas vieja del mundo. Y después de dos o tres horas con ellos, yo también lo creo”
"Mi
abuelo era un gigante de hombre.....cuando entró la tierra tembló,
cuando se echó a reír los pájaros cayeron de los arboles, su cabello se
prendió fuego al sol, sus ojos eran trozos de cielo"
Los
abuelos son una deliciosa mezcla de risa, el cuidado en su definición
máxima, historias maravillosas y el amor, aunque para mi tú eres aún más
que eso.
Un abuelo es una persona con plata en el pelo y el oro en su generación.
Uno de los apretones de manos más poderosos y maravillosos es la de un nieto bebé alrededor del dedo de un abuelo.
Todos necesitamos un abuelo para para crecer más seguros en el mundo.
Dejar los deportes por ver dibujos es verdadero amor de abuelo.
Gracias por levantarme con tus manos,
y por cuidarme por todos estos años.
Eres un ángel que Dios mando a mí,
y hoy, yo soy como un hijo para ti.
En el suelo innumerables veces estuve,
pero tú llegabas y me levantabas para ver las nubes.
Abuelo, qué no daría por los momentos que tenía frío y miedo
que me acariciaras con tus grandes y gastados dedos.
Me has enseñado a vivir como un hombre,
siento orgullo por tener tu mismo nombre.
Ser como tú es mi mayor deseo,
aunque seas para mí un ángel caído del cielo.
De chico eras mi paladín protector,
eres y serás para siempre mi único mentor,
El que luchaba porque a m no me faltara nada,
El que me decía que la vida es un cuento de hadas.
Al momento de tu partida quería decirte esto,
gracias por escucharme y por siempre estar dispuesto.
Tú eres él padre que me enseñó a vivir,
y siempre a tu recuerdo y amor yo voy a acudir.
y por cuidarme por todos estos años.
Eres un ángel que Dios mando a mí,
y hoy, yo soy como un hijo para ti.
En el suelo innumerables veces estuve,
pero tú llegabas y me levantabas para ver las nubes.
Abuelo, qué no daría por los momentos que tenía frío y miedo
que me acariciaras con tus grandes y gastados dedos.
Me has enseñado a vivir como un hombre,
siento orgullo por tener tu mismo nombre.
Ser como tú es mi mayor deseo,
aunque seas para mí un ángel caído del cielo.
De chico eras mi paladín protector,
eres y serás para siempre mi único mentor,
El que luchaba porque a m no me faltara nada,
El que me decía que la vida es un cuento de hadas.
Al momento de tu partida quería decirte esto,
gracias por escucharme y por siempre estar dispuesto.
Tú eres él padre que me enseñó a vivir,
y siempre a tu recuerdo y amor yo voy a acudir.
Cuentos de abuelos
Buscando estrellas
Carlos había oido a su abuelito contar aquella historia muchas veces:
"-El alma de cada uno de nosotros es un bicho inquieto. Siempre está buscando estar alegre y ser más feliz. ¿lo notas? esas ganas de sonreir, de pasarlo bien y ser feliz, son la señal de que tu alma siempre está buscando. Pero claro, como las almas no tienen patas, necesitan que les lleven de un sitio a otro para poder buscar, y por eso viven dentro de un cuerpecito como el tuyo y como el mío..
- ¿Y nunca se escapan?- preguntaba siempre Carlos.
- ¡Claro que sí!- decía el abuelo- Las almas llevan muy poquito tiempo dentro del cuerpo, cuando se dan cuenta de que el sitio en el que mejor se está es el Cielo. Así que desde que somos muy pequeñitos, nuestras almas sólo están pensando en ir al cielo y buscando la forma de llegar allí.
- ¿Y cómo van al cielo? ¿volando?
- ¡Pues claro! - decía alegre el abuelito.- Por eso tienen que cambiar de transporte, y en cuanto ven una estrella que va al cielo, pegan un gran salto y dejan el cuerpo tirado.
- ¿Tirado? ¿Y ya no se mueve más?
- Ni un poquito. Aquí decimos que se ha muerto y nos da pena, porque son nuestras almas las que dan vida a los cuerpos y hacen que queramos a las personas. Pero ya te digo que son bichos muy inquietos, y por eso en cuanto encuentran su estrella se van sin preocuparse. Muchas almas tardan mucho tiempo en encontrarla, ¡fíjate yo qué viejecito soy! Mi alma lleva buscando su estrella muchísimos años, y aún no he tenido suerte. Pero algunas almas, las que hacen los niños más buenos o los mejores papás, también saben buscar mejor, y por eso encuentran su estrella mucho antes y nos dejan.
- ¿Y yo tengo alma? ¿Está buscando su estrella?
- Sí Carlitos. Tú eres tu alma. Y el día que encuentres tu estrella, te olvidarás de nosotros y te irás al cielo, a pasártelo genial con las almas de todos los que ya están allí.
Y entonces Carlitos dejaba tranquilo al abuelo y se iba alegre a buscar una estrellita cerca del río, porque en toda la pradera no había mejor sitio para esconderse."
Por eso el día que el abuelo les dejó, Carlos lloró sólo un poquito. Le daba pena no volver a ver a su abuelito ni escuchar sus historias, pero se alegraba de que por fin el alma del abuelo hubiera tenido suerte, y hubiera encontrado su estrella después de tanto tiempo.
Y sonreía al pensar que la encontró mientras paseaba junto al río, donde tantas y tantas veces había buscado él la suya...
"-El alma de cada uno de nosotros es un bicho inquieto. Siempre está buscando estar alegre y ser más feliz. ¿lo notas? esas ganas de sonreir, de pasarlo bien y ser feliz, son la señal de que tu alma siempre está buscando. Pero claro, como las almas no tienen patas, necesitan que les lleven de un sitio a otro para poder buscar, y por eso viven dentro de un cuerpecito como el tuyo y como el mío..
- ¿Y nunca se escapan?- preguntaba siempre Carlos.
- ¡Claro que sí!- decía el abuelo- Las almas llevan muy poquito tiempo dentro del cuerpo, cuando se dan cuenta de que el sitio en el que mejor se está es el Cielo. Así que desde que somos muy pequeñitos, nuestras almas sólo están pensando en ir al cielo y buscando la forma de llegar allí.
- ¿Y cómo van al cielo? ¿volando?
- ¡Pues claro! - decía alegre el abuelito.- Por eso tienen que cambiar de transporte, y en cuanto ven una estrella que va al cielo, pegan un gran salto y dejan el cuerpo tirado.
- ¿Tirado? ¿Y ya no se mueve más?
- Ni un poquito. Aquí decimos que se ha muerto y nos da pena, porque son nuestras almas las que dan vida a los cuerpos y hacen que queramos a las personas. Pero ya te digo que son bichos muy inquietos, y por eso en cuanto encuentran su estrella se van sin preocuparse. Muchas almas tardan mucho tiempo en encontrarla, ¡fíjate yo qué viejecito soy! Mi alma lleva buscando su estrella muchísimos años, y aún no he tenido suerte. Pero algunas almas, las que hacen los niños más buenos o los mejores papás, también saben buscar mejor, y por eso encuentran su estrella mucho antes y nos dejan.
- ¿Y yo tengo alma? ¿Está buscando su estrella?
- Sí Carlitos. Tú eres tu alma. Y el día que encuentres tu estrella, te olvidarás de nosotros y te irás al cielo, a pasártelo genial con las almas de todos los que ya están allí.
Y entonces Carlitos dejaba tranquilo al abuelo y se iba alegre a buscar una estrellita cerca del río, porque en toda la pradera no había mejor sitio para esconderse."
Por eso el día que el abuelo les dejó, Carlos lloró sólo un poquito. Le daba pena no volver a ver a su abuelito ni escuchar sus historias, pero se alegraba de que por fin el alma del abuelo hubiera tenido suerte, y hubiera encontrado su estrella después de tanto tiempo.
Y sonreía al pensar que la encontró mientras paseaba junto al río, donde tantas y tantas veces había buscado él la suya...
La silla
Había
una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de
amigos. Presumía muchísimo de todos los amigos que tenía en el colegio, y
de que era muy amigo de todos. Su abuelo se le acercó un día y le dijo:
- Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías.
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió:
- Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento.
La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada.
- Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distingir a tus amigos del resto de compañeros.
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
- No os mováis, vais a ver algo alucinante.
Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló de culo. Todos se echaron unas buenas risas.
- Esperad, esperad, que no me ha salido bien - dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Marió no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo... hasta que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire...
Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándole para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas. Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan.
Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando sus historias y tomando palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.
- Te apuesto un bolsón de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees, Mario. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de vuestras fechorías.
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo, pero como no sabía muy bien cómo probar que todos eran sus amigos, le preguntó a su abuela. Ésta respondió:
- Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento.
La abuela salió y al poco volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no vio nada.
- Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al cole y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distingir a tus amigos del resto de compañeros.
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
- No os mováis, vais a ver algo alucinante.
Entonces se fue a sentar en la silla, pero como no la veía, falló y se calló de culo. Todos se echaron unas buenas risas.
- Esperad, esperad, que no me ha salido bien - dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza, y las primeras burlas. Marió no se rindió, y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo... hasta que de pronto, una de las veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire...
Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándole para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas. Y ahí paró el numerito, y retirándose con sus tres verdaderos amigos, les explicó cómo sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros, y no cualquiera que pasa a nuestro lado, y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan.
Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta, y lo pasaron genial escuchando sus historias y tomando palomitas hasta reventar. Y desde entonces, muchas veces usaron la prueba de la silla, y cuantos la superaban resultaron ser amigos para toda la vida.
Abuela
Aquellas
que se te acercan con dos dedos para engancharte los mofletes y
estrujártelos hasta que queden completamente rojos, aquellas que se
mojan el dedo pulgar y te lo acercan a la mejilla para borrar sus labios
que anteriormente te habían dejado marcados, aquellas que cuando vas a
su casa te dan de comer como si no volvieses a comer en tres meses,
aquellas que te cuidan, te han cuidado, y te seguirán cuidando durante
años.
Simplemente porque son aquellas que soportan el peso de la familia, de su casa. Son aquellas personas que con el tiempo adquieren una gran capacidad de comprensión hacia sus seres queridos, esa comprensión que un día quizás ellas no han obtenido de ninguna otra persona. Son las que apoyan, las que te dicen lo que está mal, las que te animan, las que exigen que por lo menos una vez a la semana las visites, y está claro que si el hombre no va a la montaña, la montaña va hacia el hombre.
Son ellas las que enseñan a partir de sus errores cometidos, las que estuvieron presentes en tus primeros pasos, en tus primeras palabras, las que te enseñaron a escribir ABUELA y no AUELA, las que te llevaban a su casa para jugar a cocinar, enseñarte a hacer la comida como Arguiniano, a reconocer las flores o simplemente a darle de comer a una tortuga.
Ellas solas se transforman en tu mejor amiga, te apoya, te acompaña a comprar ropa si lo necesitas, cambian con el tiempo, entienden y te ayudan, te escucha, te cuenta sus aventuras de pequeña, te pregunta sobre chicos, te aconseja.
Y si, puede que sea verdad que las abuelas y las nietas tienen un gran lazo especial, que probablemente nunca cambie en este aspecto, porque ella cometió sus errores siendo adolescente, siendo madre, y probablemente no los quiera repetir siendo abuela.
Y no importa qué tipo de vida elijan, si estudian lejos, o cerca, siempre se van a tener en su corazón unas a las otras, que yo estoy seguro, que si la abuela correspondiente no sabe conducir, se sacará el carnet simplemente para ir a visitar a su nieta, y si no es así moverá cielo y tierra por conseguir verla, igual que la nieta a su abuela.
Simplemente porque son aquellas que soportan el peso de la familia, de su casa. Son aquellas personas que con el tiempo adquieren una gran capacidad de comprensión hacia sus seres queridos, esa comprensión que un día quizás ellas no han obtenido de ninguna otra persona. Son las que apoyan, las que te dicen lo que está mal, las que te animan, las que exigen que por lo menos una vez a la semana las visites, y está claro que si el hombre no va a la montaña, la montaña va hacia el hombre.
Son ellas las que enseñan a partir de sus errores cometidos, las que estuvieron presentes en tus primeros pasos, en tus primeras palabras, las que te enseñaron a escribir ABUELA y no AUELA, las que te llevaban a su casa para jugar a cocinar, enseñarte a hacer la comida como Arguiniano, a reconocer las flores o simplemente a darle de comer a una tortuga.
Ellas solas se transforman en tu mejor amiga, te apoya, te acompaña a comprar ropa si lo necesitas, cambian con el tiempo, entienden y te ayudan, te escucha, te cuenta sus aventuras de pequeña, te pregunta sobre chicos, te aconseja.
Y si, puede que sea verdad que las abuelas y las nietas tienen un gran lazo especial, que probablemente nunca cambie en este aspecto, porque ella cometió sus errores siendo adolescente, siendo madre, y probablemente no los quiera repetir siendo abuela.
Y no importa qué tipo de vida elijan, si estudian lejos, o cerca, siempre se van a tener en su corazón unas a las otras, que yo estoy seguro, que si la abuela correspondiente no sabe conducir, se sacará el carnet simplemente para ir a visitar a su nieta, y si no es así moverá cielo y tierra por conseguir verla, igual que la nieta a su abuela.
Un jardín de amor crece en el corazón de una abuela.
Una abuela es una niñera que prefiere mirar a los niños que a la televisión.
Una abuela es una persona especial que provoca una alegría pasando por el corazón de un niño.
Si
tu bebe es guapo, perfecto, no llora o se queja, duerme en la fecha
prevista y eructos en la demanda, un ángel... tú eres su abuela.
“La abuela sostiene nuestras manecitas por un rato, pero nuestros corazones para siempre”/font]
“La abuela siempre te hace sentir que te estuvo esperando todo el día, y ahora, el día está completo”
Más allá del cielo y la esperanza te encuentras tu abuelita.
Más allá de mi propia vida esperaré tu encuentro.
Más allá del mismo tiempo y la eternidad habré de encontrarme contigo.
Más intenso que el calor del sol será el momento de nuestro encuentro.
Con tus caricias sentiré que nunca te has ido, que sólo fue una pesadilla en una noche de lágrimas.
Se que en el transcender de mis años llegará el momento exacto en donde al estar frente a ti volveré a tocar tu rostro,
sentiré el repirar de tu aliento sin miedo a volver a perderlo.
Más allá del cielo azul será nuestro encuentro.
Estaré contigo de nuevo
En el abrazo perfecto
sin miedos, sin angustias , ya no nos separaremos
Tu voz en mis oídos, tus caricias en mi cara, tus besos en mi mejilla ,
nieto y abuelita como siempre juntos,
y para jamás perdernos.
Padre desde mi planeta y en la noche del tiempo yo te quiero rezar ,
por mi abuelita , que en el cielo está.
Dile que la quiero, que la echo de menos ,
dile que la extraño , que algún día nos veremos.
Dale un besito , y dile que su nieto, no se olvida de ella,
dile que en mi corazoncito siempre la levaré y que nunca la olvidaré.
Para ti abuelita estes donde estes ,
tu nieto no se olvida de ti ,
porque fuiste una mama para mí,
porque fue muy fácil quererte pero es muy dificil olvidarte.
Un beso de tu nieto que no te olvida.
Más allá de mi propia vida esperaré tu encuentro.
Más allá del mismo tiempo y la eternidad habré de encontrarme contigo.
Más intenso que el calor del sol será el momento de nuestro encuentro.
Con tus caricias sentiré que nunca te has ido, que sólo fue una pesadilla en una noche de lágrimas.
Se que en el transcender de mis años llegará el momento exacto en donde al estar frente a ti volveré a tocar tu rostro,
sentiré el repirar de tu aliento sin miedo a volver a perderlo.
Más allá del cielo azul será nuestro encuentro.
Estaré contigo de nuevo
En el abrazo perfecto
sin miedos, sin angustias , ya no nos separaremos
Tu voz en mis oídos, tus caricias en mi cara, tus besos en mi mejilla ,
nieto y abuelita como siempre juntos,
y para jamás perdernos.
Padre desde mi planeta y en la noche del tiempo yo te quiero rezar ,
por mi abuelita , que en el cielo está.
Dile que la quiero, que la echo de menos ,
dile que la extraño , que algún día nos veremos.
Dale un besito , y dile que su nieto, no se olvida de ella,
dile que en mi corazoncito siempre la levaré y que nunca la olvidaré.
Para ti abuelita estes donde estes ,
tu nieto no se olvida de ti ,
porque fuiste una mama para mí,
porque fue muy fácil quererte pero es muy dificil olvidarte.
Un beso de tu nieto que no te olvida.
Cuento de abuela
La muñeca favorita de la abuela
Una
niña tenía una muñeca a la quería tanto que la trataba con gran esmero y
una delicadeza infinita, a pesar de que su amigos se reían de ella por
ser tan cuidadosa. Con el tiempo la niña fue creciendo, cambió de casa y
se hizo mayor, se casó, tuvo hijos y finalmente se convirtió en una
adorable ancianita con muchos nietos. Un día volvió a su pueblo,
encontró su antigua casa abandonada, y entró. Entre cientos de cosas y
recuerdos, la antigua niña encontró su muñeca, tan bien cuidada como
siempre, y se la llevó para regalársela a su nieta, a la que también
entusiasmó. Y cada vez que la veía jugar con ella, se le escapaban
lagrimitas de la alegría, y daba gracias por haber sido tan cuidadosa
con aquel juguete y haber podido disfrutarlo tanto como cuando era
pequeña.
Abuelos
Son quienes saben preparar la comida más rica, la torta más sabrosa. Los que
cuentan historias cautivantes, los que imaginan paseos a bordo de una pierna
que, por arte de magia, es un caballito. Su lugar es fundamental en la
construcción de la historia de cada uno. Incluso para aquellos que nunca los
conocieron. Conocerlos, saber de ellos, ayuda a construir la personalidad.
cuentan historias cautivantes, los que imaginan paseos a bordo de una pierna
que, por arte de magia, es un caballito. Su lugar es fundamental en la
construcción de la historia de cada uno. Incluso para aquellos que nunca los
conocieron. Conocerlos, saber de ellos, ayuda a construir la personalidad.
Lo
que los niños mas necesitan son los elementos esenciales que los
abuelos proporcionan en abundancia, ellos dan amor incondicional,
bondad, paciencia, humor, comodidad, lecciones de vida, y los mas
importante : las galletas.
Todo el mundo debe tener acceso tanto a los abuelos como a los nietos, con el fin de ser un ser humano completo.
Los abuelos son los pasos a las generaciones futuras.
Los
abuelos son el mayor tesoro de la familia, los fundadores de un legado
de amor, los mejores contadores de historias, los guardianes de las
tradiciones que perduran en el recuerdo. Los abuelos son las bases
solidas de la familia, su amor muy especial los diferencia.
Todo el mundo debe buscarse unos abuelos, son las únicas personas grandes, que siempre están contentas de estar con nosotros.
Pintas de blanco los cabellos,
y de arrugas los cuerpos,
pero hay sabiduría en tus años,
la producida por alegría, tristeza o por los daños.
Por los momentos más felices,
o por aquellos que han dejado cicatrices,
por el dolor acumulado o los errores cometidos,
por haber hecho hermano al enemigo
o por haber perdido al mejor amigo.
Sabiduría que brota en tus palabras,
en forma de consejos o regaños,
advertencias que deben ser tomadas en cuenta
y no a la ligera.
Tercera edad, que pausas el caminar,
haces lento el hablar,
y poco a poco dismunuyes las fuerzas,
también haces que aprendamos a escuchar.
Por eso abuelita y abuelito,
(si, me refiero a ustedes, los que leen este poema
que he escrito inspirado en su vida)
no te preocupes si te vas quedando sin dientes,
sigues siento el valiente que siempre admiraré;
No te preocupes el ya no caminar aprisa,
así nos tardamos más en llegar a nuestro destino,
y podrás contarme mas historias, de cuando eras niño,
de aquellos tiempos mejores que recuerdas con lágrimas.
No te preocupes si hablas despacito,
que escucharte por mucho tiempo necesito,
que para vivir lo que has vivido
no sé si la vida me alcance.
No te preocupes, no estas solito,
tienes muchos nietos, aunque no conozcas sus nombres,
son todos aquellos que esperan que de allá arriba
les permitan llegar a esa bendita Tercera edad.
y de arrugas los cuerpos,
pero hay sabiduría en tus años,
la producida por alegría, tristeza o por los daños.
Por los momentos más felices,
o por aquellos que han dejado cicatrices,
por el dolor acumulado o los errores cometidos,
por haber hecho hermano al enemigo
o por haber perdido al mejor amigo.
Sabiduría que brota en tus palabras,
en forma de consejos o regaños,
advertencias que deben ser tomadas en cuenta
y no a la ligera.
Tercera edad, que pausas el caminar,
haces lento el hablar,
y poco a poco dismunuyes las fuerzas,
también haces que aprendamos a escuchar.
Por eso abuelita y abuelito,
(si, me refiero a ustedes, los que leen este poema
que he escrito inspirado en su vida)
no te preocupes si te vas quedando sin dientes,
sigues siento el valiente que siempre admiraré;
No te preocupes el ya no caminar aprisa,
así nos tardamos más en llegar a nuestro destino,
y podrás contarme mas historias, de cuando eras niño,
de aquellos tiempos mejores que recuerdas con lágrimas.
No te preocupes si hablas despacito,
que escucharte por mucho tiempo necesito,
que para vivir lo que has vivido
no sé si la vida me alcance.
No te preocupes, no estas solito,
tienes muchos nietos, aunque no conozcas sus nombres,
son todos aquellos que esperan que de allá arriba
les permitan llegar a esa bendita Tercera edad.
EL AMOR EN LOS ABUELOS
Para volver a amar
el corazón no tiene edad.
Dos seres solitarios
y también jubilados
en el parque un día,
se encontraron.
Personas ya mayores
con nostalgias del ayer
y una juventud que se fué.
Se sentaban en un banco
y comenzaban a platicar
de sus familias, del tiempo
y también de su amistad.
El, todo un caballero
le regaló un dia una flor
y le dijo: para una bella dama
y ella se puso
toda ruborizada.
Eran "dos jóvenes"
de la tercera edad
con nuevas ilusiones
nuevas esperanzas
anhelando alcanzar
otra vez felicidad.
Fué pasando el tiempo
y con él los encuentros
fueron haciéndose más estrechos
su intimidad crecía
aunque a paso lento.
Compartían un café
o una taza de té
y a veces ivan al río
mirando las aguas correr.
Con el paso de los meses
una cálida tarde
la propuesta del caballero
dejó sin habla a la dama
¿quisiera ser mi esposa?
y ella muy emocionada
le dijo: ya estamos viejos
¿que pensarán nuestros hijos y nietos?
Ellos pensarán que a pesar
de nuestros muchos años, le contestó:
tenemos el derecho a ser felices
a revivir la alegría y el amor
cosas que nunca mueren
en la intimidad del corazón.
Ella extendió su mano
que él besó gentilmente
no dijeron más nada
porque todo lo expresaron
en una tierna mirada.
Se alejaron del parque
tomaditos de la mano
caminando y soñando
en un nuevo presente
que los llevaría a unirse
hasta la muerte.
el corazón no tiene edad.
Dos seres solitarios
y también jubilados
en el parque un día,
se encontraron.
Personas ya mayores
con nostalgias del ayer
y una juventud que se fué.
Se sentaban en un banco
y comenzaban a platicar
de sus familias, del tiempo
y también de su amistad.
El, todo un caballero
le regaló un dia una flor
y le dijo: para una bella dama
y ella se puso
toda ruborizada.
Eran "dos jóvenes"
de la tercera edad
con nuevas ilusiones
nuevas esperanzas
anhelando alcanzar
otra vez felicidad.
Fué pasando el tiempo
y con él los encuentros
fueron haciéndose más estrechos
su intimidad crecía
aunque a paso lento.
Compartían un café
o una taza de té
y a veces ivan al río
mirando las aguas correr.
Con el paso de los meses
una cálida tarde
la propuesta del caballero
dejó sin habla a la dama
¿quisiera ser mi esposa?
y ella muy emocionada
le dijo: ya estamos viejos
¿que pensarán nuestros hijos y nietos?
Ellos pensarán que a pesar
de nuestros muchos años, le contestó:
tenemos el derecho a ser felices
a revivir la alegría y el amor
cosas que nunca mueren
en la intimidad del corazón.
Ella extendió su mano
que él besó gentilmente
no dijeron más nada
porque todo lo expresaron
en una tierna mirada.
Se alejaron del parque
tomaditos de la mano
caminando y soñando
en un nuevo presente
que los llevaría a unirse
hasta la muerte.
Amor y respeto para los ancianos
En tu barrio, en tu familia y probablemente en tu propia casa, convives
con personas de la tercera edad a quienes debes respetar, brindar
cariño y tener en cuenta para todo lo que tenga relación directa con
ellos.
Maneras de querer
La vejez es una condición a la que muy probablemente llegarás algún día y, por lo tanto, debes tratar a todos los ancianos con los que te relacionas, de la misma manera como quisieras que lo hicieran contigo en su debido momento.
Tu pareja, tus hijos y obviamente tú, tienen a su alcance formas sencillas de expresar a estos seres adorables, el cariño e inmenso respeto que sienten por ellos. Hacerlo es muy sencillo; basta con dedicarles unos minutitos, escucharles sus historias, leerles un cuento o algunas páginas de su libro preferido, acompañarlos a escuchar ese disco que tantos recuerdos les trae o disfrutar juntos de una partida de ajedrez o de dominó.
Respeto ante todo
No importa si el abuelito que vive contigo es sordo, ha perdido el sentido de la vista o prácticamente se ha quedado sin memoria. Más allá de sus capacidades físicas o mentales, es una persona que se merece todo el respeto del mundo y no es justo que sea tratado con desprecio o indiferencia.
Aunque probablemente no se entere de que tú eres quien lo está acariciando o preocupándose por su bienestar, desde que lo estés haciendo con amor y mucha ternura, le estarás garantizando tranquilidad, compañía y una seguridad tremenda. No esperes hacer algo sólo para que los demás lo noten; hazlo porque te nace desde lo más profundo de tu corazón y quieres extenderle tu mano a quien lo necesite.
Actitudes amorosas
A los ancianos les encanta que los acompañen, que les conversen, que los hagan sentir vivos y felices. Promueve entre los miembros de tu familia el hecho de tenerlos en cuenta para todo, evitando cometer el error de pisotear sus derechos sólo porque ya están viejitos y no son productivos.
Es importante que les tengan paciencia, que no les griten, que los ayuden cuando lo necesiten, que los abracen, que no los traten con desprecio ni con indiferencia; en conclusión, que los consideren tan dignos y merecedores de vivir como lo es el de quince, veinte ó 45 años.
Cuidado con las palabras
Es probable que todos en casa estén de acuerdo con que hay que mantener a los ancianos en unas condiciones físicas favorables, es decir, que tenga su cama, su alimentación a tiempo, su ropa limpia, en fin; pero más allá de todas estas comodidades, es importante que se les hable con dignidad.
El maltrato verbal es tan dañino como el físico y no hay derecho de que se culpe al anciano por su estado de salud. Resulta más común de lo que te imaginas el hecho de que se insulte a estos seres tan especiales porque no fueron capaces de controlar sus esfínteres, porque olvidaron algo o porque no pueden caminar un poco más rápido. Procura erradicar de tu casa y de toda tu familia, este tipo de violencia tan denigrante.
Maneras de querer
La vejez es una condición a la que muy probablemente llegarás algún día y, por lo tanto, debes tratar a todos los ancianos con los que te relacionas, de la misma manera como quisieras que lo hicieran contigo en su debido momento.
Tu pareja, tus hijos y obviamente tú, tienen a su alcance formas sencillas de expresar a estos seres adorables, el cariño e inmenso respeto que sienten por ellos. Hacerlo es muy sencillo; basta con dedicarles unos minutitos, escucharles sus historias, leerles un cuento o algunas páginas de su libro preferido, acompañarlos a escuchar ese disco que tantos recuerdos les trae o disfrutar juntos de una partida de ajedrez o de dominó.
Respeto ante todo
No importa si el abuelito que vive contigo es sordo, ha perdido el sentido de la vista o prácticamente se ha quedado sin memoria. Más allá de sus capacidades físicas o mentales, es una persona que se merece todo el respeto del mundo y no es justo que sea tratado con desprecio o indiferencia.
Aunque probablemente no se entere de que tú eres quien lo está acariciando o preocupándose por su bienestar, desde que lo estés haciendo con amor y mucha ternura, le estarás garantizando tranquilidad, compañía y una seguridad tremenda. No esperes hacer algo sólo para que los demás lo noten; hazlo porque te nace desde lo más profundo de tu corazón y quieres extenderle tu mano a quien lo necesite.
Actitudes amorosas
A los ancianos les encanta que los acompañen, que les conversen, que los hagan sentir vivos y felices. Promueve entre los miembros de tu familia el hecho de tenerlos en cuenta para todo, evitando cometer el error de pisotear sus derechos sólo porque ya están viejitos y no son productivos.
Es importante que les tengan paciencia, que no les griten, que los ayuden cuando lo necesiten, que los abracen, que no los traten con desprecio ni con indiferencia; en conclusión, que los consideren tan dignos y merecedores de vivir como lo es el de quince, veinte ó 45 años.
Cuidado con las palabras
Es probable que todos en casa estén de acuerdo con que hay que mantener a los ancianos en unas condiciones físicas favorables, es decir, que tenga su cama, su alimentación a tiempo, su ropa limpia, en fin; pero más allá de todas estas comodidades, es importante que se les hable con dignidad.
El maltrato verbal es tan dañino como el físico y no hay derecho de que se culpe al anciano por su estado de salud. Resulta más común de lo que te imaginas el hecho de que se insulte a estos seres tan especiales porque no fueron capaces de controlar sus esfínteres, porque olvidaron algo o porque no pueden caminar un poco más rápido. Procura erradicar de tu casa y de toda tu familia, este tipo de violencia tan denigrante.
Trata a los “abuelos” como a ti te gustaría que lo hicieran contigo y promueve un comportamiento similar entre tus hijos.
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