1. Es mas facil coger el camino cuando se vislumbra la meta ... Comiensa el régimen , que suelen iniciarse "los lunes" (a veces se abandonan ya el martes). Será mucho más fácil emprenderlos, si se tiene clara la meta y ésta es buena. No se trata sólo de una cuestión estética sino en un debido cuidado de la salud. Si nos sube la presión, el médico seguramente querrá que comamos sin sal (si nos suben los kilos, que comamos sin grasas, y si nos sube la glucemia, que comamos sin azúcares y con pocos hidratos de carbono). ¿De dónde sacamos fuerza para hacerle caso al médico, si no nos convencemos de las ventajas que tendremos alcanzando la meta de una mejor salud? Lo mismo pasa con cualquier tratamiento médico. Para dejar de fumar hay que estar convencidos de la ventaja de tener más limpios los pulmones...
A los deportistas les sucede lo mismo. No necesariamente alcanzan los mejores resultados los que tienen mayor capacidad natural para el deporte sino los que con la atención fija en las metas que se proponen, pueden poner más empeño en desarrollar sus capacidades al máximo, y son capaces de esforzarse más en el entrenamiento y la capacitación continua. Ya lo decía un director técnico que alcanzó un título mundial con la selección argentina: el mejor pateador sólo alcanzará su mejor rendimiento posible si todos los días después de su entrenamiento habitual, se queda un buen rato pateando, hasta lograr dirigir la pelota exactamente donde quiere...
También vale esto para los jóvenes que emprenden una carrera profesional. Si tienen clara la meta que quieren alcanzar, podrán poner todos los medios y todos los esfuerzos que los mantendrán en el camino y les permitirán llegar a lo que buscan...
En realidad, esto mismo nos sucede a todos nosotros con la vida, que es un camino. De manera especial podemos asumir que en este caso se trata de un camino en el que sin la más mínima duda lo más importante es la meta a la que nos lleva (aunque a veces estamos tan entretenidos en la marcha que nos olvidamos por completo de la meta). Y es más fácil recorrerlo, si vemos con claridad y estamos convencidos de la meta detrás de la cual vamos durante todo su recorrido...
Dios nos llama, como llamó a Abraham, a ponernos en marcha hacia una tierra prometida. Somos peregrinos en esta tierra, como decimos en una canción que se suele utilizar en la Liturgia al comienzo de la Misa. Nuestra marcha es hacia la Casa paterna, hacia el Cielo. Y, como nos dice San Pablo en la segunda lectura de hoy, hace falta padecer sufrimientos si nos tomamos en serio esta Buena Noticia en la que consiste esencialmente el Evangelio. En ese sufrimiento nos sostiene la fortaleza de Dios, que nos ayuda tener siempre presente la meta...
2. JESÚS TRANSFIGURADO NOS MUESTRA LA META, PARA QUE NOS ANIMEMOS A ASUMIR LA CRUZ... Eso fue lo que hizo con los Apóstoles Pedro Santiago y Juan, inmediatamente después de haberles anunciado que su camino pasaría por la Cruz. Y para animarlos, apareció ante ellos transfigurado, con el rostro resplandeciente como el sol y las vestiduras blancas como la luz, mostrándoles anticipadamente el final que alcanzaría con la Resurrección. Nosotros también estamos hechos para la gloria y para la resurrección. A su lado, estaban Moisés y Elías, que representan la Ley y los Profetas, es decir, toda la Palabra de Dios. Y Dios Padre les decía en ese momento, refiriéndose a Jesús con autoridad y con vehemencia, y nos dice ahora a nosotros: «¡Escúchenlo!»...
Jesús, la Palabra de Dios, nos dice que, al ponernos en marcha tenemos que dejarlo todo, como hizo Abraham. No se puede cargar nada de lo que juntamos o acumulamos. Por la "aduana" de destino sólo puede pasar lo que hayamos dado. Toda la Palabra de Dios es una Palabra de Amor que nos exhorta a comprender que no hay otro camino que no sea el amor, la generosidad, la solidaridad y la entrega. Ahora es el tiempo, entonces, para dar, con generosidad. Y para saber cómo hacerlo, basta con mirar alrededor, y hacer lo que necesita el que tenemos sentado al lado. Así podremos asumir cada uno la tarea que nos toca, sin importar si es grande o pequeña, ya que lo que importará será que pongamos en ella. Por ejemplo, aquí en el Hogar Marín para unos será lavar o secar los platos, para otros poner o levantar la mesa, quizás para otros regar las plantas o barrer las hojas, para alguno más será conversar un poco con el que está más triste o más solo, también para alguno será ayudar al que no puede caminar o desplazarse solo en la silla de ruedas, quizás para alguno será hacer rosarios, y para otro rezarlos. Y del mismo modo, en el resto del mundo cada uno tendrá su tarea. Todas ellas se realizarán bien con pequeños o grandes actos de amor, que nos hacen avanzar en nuestro camino...
Esto no se hace sin sufrimiento. El amor nos lleva a entregar la vida buscando el bien de nuestros hermanos. Esto requiere esfuerzo, ánimo, constancia. Por eso, porque nos puede invadir el desaliento o el cansancio, Jesús nos muestra la meta, como a los Apóstoles. Mientras caminamos en esta Cuaresma por este camino de fe que nos hace crecer en el amor, Jesús nos ayuda a levantar la mirada, para que viéndolo a Él transfigurado, con el rostro resplandeciente y las vestiduras blancas, tal como será después de la Cruz gracias a su Resurrección, recordemos y tengamos siempre presente, a la hora de la Cruz, que nuestra meta es el Cielo...
3. PARA NO TROPEZAR EN LAS PIEDRAS DEL CAMINO, HAY QUE TENER SIEMPRE A LA VISTA LA META... El camino de la fe tiene sus piedras de tropiezo. Ya vimos el Domingo pasado qué pasa cuando aparecen bajo la forma de la tentación, cómo se hace para superarlas. Pero no alcanza caminar sólo con la mirada fija en el piso, mirando sólo las tentaciones, porque tarde o temprano caeremos en ellas. Fijar la mirada en el piso puede servir para no llevarse por delante los escalones o para no caerse en los agujeros que a veces hay en las calles de Buenos Aires. Pero no sirve para el camino de la vida, para el cual hace falta tener siempre a la vista la meta...
Esto no se hace sin sufrimiento. El amor nos lleva a entregar la vida buscando el bien de nuestros hermanos. Esto requiere esfuerzo, ánimo, constancia. Por eso, porque nos puede invadir el desaliento o el cansancio, Jesús nos muestra la meta, como a los Apóstoles. Mientras caminamos en esta Cuaresma por este camino de fe que nos hace crecer en el amor, Jesús nos ayuda a levantar la mirada, para que viéndolo a Él transfigurado, con el rostro resplandeciente y las vestiduras blancas, tal como será después de la Cruz gracias a su Resurrección, recordemos y tengamos siempre presente, a la hora de la Cruz, que nuestra meta es el Cielo...
3. PARA NO TROPEZAR EN LAS PIEDRAS DEL CAMINO, HAY QUE TENER SIEMPRE A LA VISTA LA META... El camino de la fe tiene sus piedras de tropiezo. Ya vimos el Domingo pasado qué pasa cuando aparecen bajo la forma de la tentación, cómo se hace para superarlas. Pero no alcanza caminar sólo con la mirada fija en el piso, mirando sólo las tentaciones, porque tarde o temprano caeremos en ellas. Fijar la mirada en el piso puede servir para no llevarse por delante los escalones o para no caerse en los agujeros que a veces hay en las calles de Buenos Aires. Pero no sirve para el camino de la vida, para el cual hace falta tener siempre a la vista la meta...
Todos los grandes santos tuvieron sus momentos de oscuridad. Nos lo cuentan con detalle Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Santa Teresita del Niño Jesús, entre otros. Y todos ellos nos muestran que lo que siempre los sostuvo fue elevar la mirada, como los Apóstoles ante Jesús transfigurado, para encontrar en el Cielo el ánimo para afrontar los momentos de la Cruz...
En esos momentos de oscuridad hace falta buscarse el tiempo, por ejemplo a través de momentos dedicados especialmente a la oración.
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