Si no nos morimos jóvenes, llegaremos a viejos, eso lo sabe todo el mundo aunque a veces parece que se nos olvida o lo desconocemos. Es normal que de niño ni lo pienses, de adolescente ni te lo plantees, porque a esa edad no piensas y haces bien, pero cuando ya se remonta la veintena es ahí cuando hay que comenzar a mirar el futuro y cuando se llega a los treinta es ineludible pensar en la próximas etapas de la vida. Soy de las que pienso que hay que quemar todas las naves. Por lo cual, antes de los treinta hay que tener el mayor número de novios posible, comer todo lo comestible, viajar por dos duros y alojarse en cualquier sitio o no alojarse, es decir, disfrutar de todo lo que la vida ofrece, sea mucho, poco, feo o indigesto. A partir de la edad citada ya hay que plantearse las cosas de otra manera. Hay que pensar si quieres ser independiente o vas a vivir toda la vida de tus padres, si éstos pueden mantenerte, o de los abuelos o de cualquier idiota que se preste a ello. Hay que pensar también en los hijos, si los vas a tener, si los vas a educar para que sean buenos chicos y te cuiden, si van a ser buenas personas o unos zánganos egoistas, como a lo mejor eres tú . Pero sobre todo hay que pensar en nuestro físico futuro. Para ello lo primero y principal son los genes. Antes de nacer es fundamental escoger bien a los progenitores. Si no quieres ser calvo, mira bien el pelo de tu padre, porque aunque dicen que la calvicie se hereda por vía materna, yo no me fiaría mucho, siempre hay hermanos con pelo y otros con un pelo, por lo que no me expondría. Eso que dicen los machistas, que una mujer acaba teniendo la cola de su madre, pues créetelo pero para mal, porque si tienes la cola gorda a los treinta, a los cincuenta no vas a tener el de talla treinta y ocho de tu madre, que se conservó lo suficientemente bien como para poder disfrazarse de torero en un centro de la tercera edad y que los viejos le dijeran oléeee o lo que se diga en los toros, que soy antitaurina y no voy a tan salvajes espectáculos. Pues eso, despues de decidir quienes van a ser tus padres, hay que pensar como vas a tratar ese cuerpo que heredaste. No voy a hablar aquí de temas de salud porque no soy el presentador de la tele, ese de la mañana (yo no miré bien mis genes y acabé con la memoria de mi madre); pero sí de lo que podemos hacer o no para tener una ancianidad digna y glamorosa. Fumar. Todo el mundo sabe lo malo que es, pero nada se dice de lo poco atractivo que es para los no fumadores. Se huele muy mal cuando se fuma. Pero mal, mal. Peor que un huevo podrido. Es tan asqueroso el olor que queda en el pelo o en el aliento, que por mucho chanel nº5 que te pongas para meterte en la cama, ningún no fumador querrá dormir contigo. Yo eso no me lo creía cuando fumaba, que se oliese tan mal; además todos los chicos de mi generación fumaban, por lo cual nunca tuve rechazos por eso, ni por otras cosas, que quede claro, pero hoy en día que la gente tiene costumbres más sanas, habrá que pensar en dejar de fumar si eres fumador y si no lo eres pensar que lo tienes más fácil que los adictos a la nicotina. Además, como en algún momento de la vida vas a tener que dejarlo, no esperes a tener los dientes amarillos y voz de cazalla. La alimentación es otra cuestión peliaguda. Si seguiste mis instrucciones en cuanto a los genes y te quedaste con unos padres que se inflan a comida basura y no engordan, pues hiciste muy mal, porque si eso es así es o porque fuman o porque son bulímicos, con lo que demostraste prestar poca atención a la capacidad intelectual de tus progenitores. Las guarrerías comestibles solo deben gustar hasta los veinte. A partir de ahí que las sigas engullendo demuestra que tienes mal gusto y que te vas a poner como una foca a la larga, por eso de la memoria histórica de las células (del colesterol y otras lindezas ya dije que no voy a hablar). Otro asunto, los viajes. Conocí a un señor que sólo viajaba a lo que se consideraba destinos exóticos en aquellos tiempos, como Kenia, La India y sitios así. Decía que dejaba Europa y España para cuando se jubilara. Pues muy mal, porque ese señor se quedó pronto ciego y sí, fue a Tanzania pero no conoció Lisboa ni París, ni siquiera La Toja. Hay que llegar a viejo viajado. Europa es obligatoria antes de la cuarentena, el exotismo queda para la decrepitud, cuando necesitas experiencias más fuertes y mira, mejor haber estado en el Louvre que haber ido a los Mares del Sur, que para eso ya tenemos a Salgari, que aunque nunca fue, los describe muy bien. Y por fin la lectura. A Proust, Galdós, Tolstoi o el primer Torrente Ballester, hay que leerlo antes de la treintena, porque después las neuronas están cansadas y no soportan tanta densidad literaria. Creo que con estos sencillas instrucciones será fácil llegar a la cincuentena con el cuerpo y el espíritu en el mejor estado, porque si no lo que queda es escribir en un blog dando sabios consejos .
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