Los riñones, indispensables para mantener el equilibrio del organismo, pueden deteriorarse a causa de enfermedades, uso de medicamentos y el paso del tiempo. Sin embargo, es posible mantenerlos saludables con alimentación adecuada, revisiones periódicas y ayuda especializada.
Cada uno de los órganos del cuerpo humano es en sí mismo maravilla de la naturaleza y un engrane del sistema que hace posible el funcionamiento óptimo del individuo.
Los riñones no son la excepción, por lo que es bueno conocer la forma como podemos conservar su salud y lo que debemos evitar para no poner en riesgo su desempeño, sobre todo cuando se alcanza la categoría de adulto mayor o en plenitud, como se ha denominado a este sector de la sociedad en los últimos tiempos.
Los riñones son dos órganos vitales para la salud del hombre, toda vez que son responsables de filtrar la sangre del aparato circulatorio y permitir la excreción, junto con la orina, de diversos residuos del organismo (urea, creatinina, potasio y fósforo, entre muchos otros), mediante complejo mecanismo de filtración, reabsorción y expulsión. Por cierto, poca gente sabe que dichas estructuras procesan aproximadamente 200 litros de sangre para producir apenas dos litros de orina.
Al respecto, charló con la experimentada geriatra y gerontóloga María Laura Albarrán López, adscrita al Hospital General de Zona 27 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), localizado en la Ciudad de México, quien abunda en que el riñón también tiene funciones hormonales y genera sustancias que se vinculan directamente con la producción de hemoglobina (agente que le proporciona color a la sangre y transporta oxígeno a todo el organismo), al tiempo que participa en la creación de sustancias que regulan la presión arterial.
Cuidado con los antibióticos
Todos los órganos, sin excepción, pierden muchas de sus cualidades con el paso del tiempo. Los riñones, por supuesto, no escapan a esta condición, aunque hay que puntualizar que su envejecimiento es diferente al que ocurre en otras vísceras e, incluso, distinto al de algunos miembros del cuerpo, como brazos y manos, cuya funcionalidad puede verse afectada en cierta medida, de acuerdo con el trato y uso que se les haya dispensado a lo largo de la vida.
La geriatra Albarrán López, egresada de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, de la Universidad Nacional Autónoma de México, informa que “a partir de los 30 años las reservas de nefronas, que son las células funcionales del riñón, empiezan a envejecer por sí solas, pero si a ello le agregamos la presencia de infecciones, malos hábitos alimenticios y consumo de alimentos tóxicos (que contienen pigmentos y conservadores), así como la ingesta de alcohol, evidentemente la función renal se alterará más rápido”.
Abunda la gerontóloga: “A partir de la tercera década de vida tiende a disminuir la capacidad de dicho órgano para depurar alimentos y líquidos que consumimos. En términos más sencillos: cuando somos jóvenes y nuestro riñón funciona bien, tenemos, digámoslo así, $100.00 para hacer compras de antibióticos, alcohol, proteínas provenientes de la carne y demás artículos. Sucede que después de un tiempo, digamos a los 40 años, ya no tenemos el mismo capital, sino $90.00, lo que nos obliga a ser más precavidos y a organizarnos mejor”.
Mientras nuestra alimentación sea sana, equilibrada y lo más natural posible, dice la especialista, nuestro riñón trabajará mejor. Empero, hay que tener especial cuidado con el uso de antibióticos, según lo señala, toda vez que estos agentes químicos forman parte de los medicamentos preferidos de la gente que se automedica (práctica reprobable a todas luces, y que nos cobrará factura al paso del calendario).
La geriatra enfatiza que entre la comunidad médica existe gran desconocimiento en torno al uso de este tipo de fármacos —los antibióticos—, y que es sumamente frecuente que se omita la normatividad básica que debe observarse a la hora de prescribirlos.
Hablamos, dice la entrevistada, “de la necesidad de ajustar la cantidad del fármaco a la edad del paciente, actividad que realiza, tamaño y peso de su cuerpo, así como cálculo aproximado de su función renal”.
Un pediatra, ejemplifica, “es muy acucioso y practica muchos cálculos para definir la cantidad de miligramos de antibiótico para un niño, pero los médicos que tratan con adultos establecen tratamientos estándar y esto no debe ser. Debemos conocer la naturaleza del agente que usamos para tratar una infección y, reitero, los datos del paciente”.
Hay que considerar que lo más importante en la etapa adulta son los cambios que se suscitan por la edad, aclara la Dra. Albarrán López, pero al llegar a los 60 años es preciso hacer cierto “inventario” en el que se especifique si a lo largo de nuestra existencia adquirimos diabetes (elevado nivel de azúcar en sangre), hipertensión (presión arterial alta), un mal cardiaco u otro padecimiento. También, abunda la especialista, si fuimos consumidores frecuentes de antibióticos u otros fármacos.
“De acuerdo a este esquema referencial podemos saber si la persona que se encontraba en buenas condiciones a los 30 años, cuando tenía ‘$100.00 para gastar’, llega a los 60 años únicamente con $30.00 ó $40.00 ‘en el bolsillo’”, sentencia la experta.
Mucho ojo con la orina
Como es usual, muchas de las creencias populares se convierten en verdades a medias que obstaculizan la atención oportuna de determinada enfermedad. Así lo reconoce la entrevistada, quien comenta que en torno a las enfermedades existen innumerables ideas completamente erróneas.
En el caso de los adultos mayores, menciona: “Puedo afirmar que cuando platico con los pacientes y les digo que probablemente tienen problemas con sus riñones, muchos de ellos se muestran desconfiados y me contestan que eso no puede ser porque no les duele nada”.
Ésta es una idea muy común, por lo que la persona mayor (o quien cuide de ella) debe observar con suma atención la cantidad de orina que expulsa, cada cuánto tiempo lo hace y cuáles son las características generales del fluido: su olor y color, si tiene cierto sedimento (como arenilla) o si está muy roja.
También hay que tomar en cuenta “cuando el sujeto se hincha de la cara o piernas, a qué hora ocurre esto y con qué se aminora la hinchazón. Al respecto, el cuidador o el propio paciente generalmente no tienen los conocimientos para hacer un diagnóstico, pero al observar la orina y reportar sus características nos ayudan mucho a saber cómo se encuentra el funcionamiento general del organismo”, añade Albarrán López.
Algo que llama mucho la atención, fácil de detectar y que muchos hemos visto, “es cuando la orina se hace espumosa, como si fuera cerveza, y que de entrada significa que gran cantidad de proteínas se están escapando. Esto debe llamar la atención del paciente, pero no siempre sucede porque, aunque parezca increíble, hay mucha gente que nunca ve lo que orinó o defecó”, puntualiza.
Enfermedades crónicas, enemigas del riñón
La especialista es clara: “El daño más importante en el riñón del adulto mayor, por lo menos en nuestra población, se debe a enfermedades crónico-degenerativas, como diabetes e hipertensión. Muchos pacientes llegan aquí por estas causas, con daño muy avanzado”.
Nuestro organismo, agrega, “tolera mucho el estrés y pone en funcionamiento mecanismos compensadores para cumplir sus obligaciones, pero llega el momento en que se agota, aparecen problemas y, por ello, se recomienda la práctica de revisiones generales al menos una vez al año para estar atentos a esos cambios”.
Los seres humanos, describe la experta, podemos “funcionar” con un octavo de nuestro hígado y con un quinto de nuestro riñón; entonces, “imaginemos todo lo que tiene que pasar para que llegue al punto en que nuestros órganos sean inservibles. En el caso del riñón, se puede pensar que existe daño cuando el paciente no orina, se hincha, tiene frío y su semblante luce pálido.
“Los médicos con experiencia considerable detectamos problemas incluso con el olfato, y sabemos que una persona con daño en el riñón huele a urea, es decir, a orina, lo que es característico del paciente que ya no puede expulsar las toxinas o venenos de su organismo. Esto se percibe, incluso, cuando habla”, señala.
Diga no al “viejismo”
La Dra. Albarrán López defiende con pasión la causa de los ancianos y trata de influir en ellos para que tengan la mejor calidad de vida posible. Sabe, sin embargo, que la gente de la tercera edad lucha contra un sistema social que les da la espalda y los arrincona como si su sabiduría y experiencia fueran desechables.
“Todos somos el resultado de lo que aprendemos y lo que vamos sembrando en la vida, hasta que llegamos a la meta y hacemos un recuento. La mayoría de los adultos mayores en la sociedad mexicana llega a esta etapa con muchas pérdidas de salud, dinero, trabajo, independencia y relaciones personales, y la suma de todo ello genera depresión y pocas ganas de vivir.
“No es fácil ser viejo; la mayoría de la gente que yo veo se encuentra en constante lucha con su familia porque lo consideran ‘un mueble anticuado’, y el anciano lo resiente porque no quiere dar molestias. Debemos cuidarnos para tratar de llegar a la vejez lo mejor posible, biológica, funcional, social y mentalmente, para que cuando venga el choque con esa realidad no lleguemos tan mal”, afirma.
Es un hecho, abunda la especialista, “que la sociedad actual rinde culto a la belleza, la juventud, la carne firme, el poder, la mirada brillante, las mamas turgentes y un pene grande. En esta dinámica ser viejo significa ser feo, y los calificativos hacia los ancianos son elocuentes: no sirven, no piensan, están robando oxígeno. Son expresiones de los jóvenes, y son muestra palpable de que hemos perdido la veneración, el culto y respeto a la sabiduría y experiencia de los viejos”.
Es común, más de lo que consideramos, que al anciano se le discrimine, que “se le esconda cuando hay una visita porque saliva cuando habla, porque pregunta ‘tonterías’ y es lento; tal parece que habría que esconderlo debajo de la mesa. El ‘viejismo’ existe, y es tan terrible como el racismo y la homofobia”.
Concluye la experta: “Ser gerontóloga y geriatra es la respuesta al gran amor y respeto que siento por la gente mayor, situación que mi madre me ayudó a concebir. Por eso pongo todo mi empeño en mi trabajo para poder ayudarlos, orientarlos y educarlos. Tengo mucha pasión por lo que hago y la mejor respuesta, el mejor de los pagos, es la sonrisa que me llevo a casa todos los días, lo cual me llena de satisfacción”.
Datos renales |
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