viernes, 16 de abril de 2010

NARANJOS EN FLOR



Cada mañana aspiro profundamente el aroma del azahar, en mi casa hay muchos naranjos. Su aroma invade todos mis sentidos. Al volver a casa de trabajar por la noche, inflo mis pulmones y los lleno de ese olor tremendamente dulzón, cierro los ojos y mil imágenes y recuerdos cruzan por mi cabeza.
Cada vez que el azahar florece y lo invade todo con su olor, . El azahar huele a primavera viva, a mañanas tibias y medios días calurosos. Huele a zapatos nuevos y arroz con leche, a torrejas, a roscas de semana santa. Huele a niños pidiendo cera a los penitentes, a música, pasión, compromiso, fé.
Personalmente huele a gloria y amor en todo su esplendor. Para mi huele a noche cerrada y brisa fresca, a madrugás en silencio en Plaza de San Miguel, donde mi padre y yo fuimos bautizados, donde la hermosa y antigua( gótica del s.XVI) Iglesia de San Miguel acoge la Hermandad del Silencio. Una plaza de naranjos se vuelves oscuridad, solo se ve la luna arriba, espectante, como el resto que estamos allí, solo se oye el crujir de unas viejas puertas, el arrastre de los penitentes, el crujir de las trabajadoras, el tintineo del paso de palio salvando el dintel de la puerta y el estallido de una saeta. Para mí huele a 5 de la mañana en el centro de la ciudad con mis hermanos y mi padre tomando churros mientras San Francisco regresa a casa. Huele a las 10 de la mañana en La Plazuela (donde Lola Flores creció), esperando a La Yedra ( y regresar a casa una hora más tarde y encontrar a mi madre esperándonos con el arroz con leche y mi padre a renglón seguido metiendo prisa para que nos acostásemos. Pero sobre todo huele a la mirada de mi padre, a las 5 de la tarde viendo salir a su "Cristo", cita obligada cada Semana Santa, de las ineludibles, ni siquiera cuando llevaba 5 días ingresado. Me dijo: " ya está el melenas en la calle" y yo me pregunté como era posible que fuese capaz de saber que hora era y que día, si llevabamos una semana con la persiana agachada y sin relojes,ni móbiles, ni periódicos ni nada. Cada vez que aspiro su aroma, oigo la voz de mi padre, diciéndo " ya puede caer el diluvio universal que el melenas a las 5 está en la calle y con Él, el sol" y yo tirando de la manga de su chaqueta y diciéndole "papi, queda mucho, es que me duelen los pies" y mi padre mirarme y reirse y cogerme en brazos, que al fin y al cabo era lo que siempre perseguía

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