viernes, 6 de noviembre de 2009

LA SEXUALIDAD EN LAS PERSONNAS MAYORES

Como consecuencia de un artículo que escribí sobre la sexualidad en las personas mayores, he recibido algunos comentarios laudatorios de médicos y, sobre todo, de mujeres. Entre ellos quiero destacar el de una señora mexicana de 36 años, en el que me comunica que sus amigos siempre dicen que no quieren pasar de los cincuenta. Mi contestación ha sido tajante: "Puedes decir a tus amigos que a los cincuenta es cuando se empieza de verdad a disfrutar del amor".
Comenté este asunto con otro amigo mío, ya jubilado y felizmente casado, quien me ha contestado con una frase que me ha movido a escribir este nuevo artículo: "La verdad es que, continuando con la contestación que le diste a la chica de México, es que a partir de los 50, no sólo es que empiezas a disfrutar de verdad del amor, es que lo sientes en toda su intensidad, entendiendo por amor, no sólo la parte sexual, sino todo lo que conlleva de convivencia, de compañía, de ilusiones conjuntas, y en fin de todo aquello que puede ser la culminación de la persona."
Me parece que todas las personas mayores pueden aceptar la vigencia de esta frase, válida para todas las edades. Desde el inicio teórico de "persona mayor" a los sesenta años, hasta el cariñoso "ancianita" a los noventa.
Para comenzar hay que concretar los cánones de belleza y atractivo. No voy a insistir en algo que todo el mundo conoce, como los cambios en los tipos de belleza femenina - gruesas, delgadas - dentro de una misma cultura y, muchos más en culturas diferentes. En un reciente anuncio publicitario, se exponía una frase que se hizo muy popular: "La arruga es bella."
¿Qué razón existe para que no se considere bella una arruga en la persona? Las personas mayores se miran y se ven, entre ellas, de forma distinta a como lo hacían en su juventud o como los jóvenes de hoy lo siguen haciendo.
Un hombre mayor puede considerar bella a una mujer cuyo cutis no tenga la tersura de su juventud y su figura haya perdido la elasticidad, esbeltez o ambas cosas. Y es así, porque la mirada del hombre también ha cambiado y puede ver muchas más cosas que cuando era joven, ya que ha aprendido a mirar más despacio.
Por favor, que los más jóvenes no se rían al leer estas cosas. ¿Saben por qué el águila puede cazar un diminuto ratón que corre en zig - zag - a toda velocidad? Pues porque el águila ve el movimiento del ratón a cámara lenta.
El tiempo, en las personas mayores, discurre a cámara lenta y tienen la oportunidad de ver en su pareja rasgos que una persona joven no percibe y cualidades de las que una persona joven se despreocupa. Un hombre mayor, sin las imperativas urgencias de otros tiempos, pierde agresividad y se suaviza. Una mujer mayor, encuentra por fin, un hombre que sabe tratarla con dulzura. Cuando ambos lleguen a una unión completa serán más lentamente felices, con lo que él encontrará un nuevo y más duradero placer, y ella logrará el ritmo que siempre había deseado.
Entre las personas mayores no se producen escarceos o, si prefieren la frase más actual, no tienen amores esporádicos. No los necesitan, no tienen por qué experimentar, ni buscar afanosamente. Lo saben todo - ellos y ellas - y pueden enamorarse y formar pareja. Y si ya lo son, tienen la posibilidad de disfrutar plenamente de sí mismos, sin tener "un ojo y un oído" en lo que hacen y otro ojo y otro oído, en el cuarto de los niños. Y no hay que tomar "medidas", ni existen días especiales. Todo el tiempo es suyo.
La complicidad, afanosamente esculpida a lo largo de toda una vida, con fracasos, éxitos y tiempo perdido, llega a ser con las personas mayores, una maravilla y, con los recovecos de sus intimidades, el más poderoso afrodisíaco.
Las personas mayores no alardean de sus relaciones íntimas, pero llevan escrito en la cara un inmenso orgullo y satisfacción que, en muchos casos, sólo lo perciben otras personas de su misma edad y que "están en el secreto".
Secreto que es otra característica del amor entre personas mayores y que puede llegar a ser un incentivo más; algo así como una aventura juvenil. La sociedad ha establecido como aceptable, digno y merecedor de alabanzas, el que un matrimonio o pareja de personas mayores se muestren felices juntos; pero de ninguna manera puede aceptar y normalmente lo considera una depravación si la pareja o el matrimonio dicen que son felices porque, entre otras cosas, disfrutan con la unión de sus cuerpos.
Consecuencia definitiva: las personas mayores, generalmente, esconden sus relaciones íntimas.

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