Una optimización de las oportunidades de salud del adulto mayor, cuyo fin es mejorar la calidad de vida de las personas a medida que entran en la vejez. También enfatiza la importancia de acudir al geriatra tempranamente, cuando la persona se siente mental y físicamente bien y desea continuar así durante muchos años.
El envejecimiento es parte de la vida misma. Un proceso propio de nuestro ciclo vital que podemos enfrentar adoptando diferentes actitudes”. Así parte opinando el geriatra Juan Carlos Molina sobre el tema que lo apasiona y al que ha dedicado largos años de su vida profesional.
Entre sus iniciativas, ha desarrollado con sus pacientes del Centro Médico MEDS (Medicina, Ejercicio, Deporte y Salud) lo que denomina la “Revolución del Bienestar” y se desempeña, además, como profesor asistente de la Universidad de Chile.
Sus postulados, cuenta, pueden resumirse en los siguientes conceptos: El bienestar como un objetivo de vida. ¿La estrategia para lograrlo?: el Envejecimiento Activo.
“Envejecer bien o mal, digna o indignamente, sintiéndose parte importante de la sociedad o ‘un cacho’ depende del punto de vista de quien evalúa su propia realidad”, dice. Sin embargo, añade, no resulta sencillo hacerlo en la sociedad actual, que exalta los valores asociados a la juventud –como la belleza física o la capacidad para realizar múltiples actividades–,fomentando la actitud combativa frente al envejecimiento, que promueve la sensación de “inutilidad” de las personas cuando jubilan o de “fealdad” cuando aparecen las primeras arrugas.
“Las personas valoran negativamente envejecer y recurren a algún fármaco antidepresivo para soportarlo o acuden a una cirugía plástica que los haga parecer más jóvenes”, explica el geriatra.
–¿Cómo hacer el cambio de “switch” entonces?
–A través del convivir con el envejecimiento –contrario al combatir–, lo que implica la sana aceptación de la vida, promoviendo una actitud positiva y armónica que impulse el deseo de seguir participando y proyectándose en la sociedad acorde con la realidad física, mental y social de la adultez mayor.
–¿Una cuestión de actitud?
–La actitud que adoptemos frente a la vejez es lo que hace la diferencia. Quienes la combaten, inevitablemente se frustrarán, limitando sus posibilidades de seguir contribuyendo a la sociedad desde las capacidades que posean. Quienes conviven con su vejez en armonía, aportarán desde el ejemplo, demostrando que es una etapa que presenta nuevas oportunidades, y que el desafío consiste en aprender a sacarle provecho de acuerdo a las posibilidades y deseos
de cada uno.
–¿Existe el enfoque de la prevención en la geriatría actual?
–Lo explico con un símil: los geriatras debemos prevenir el “choque” del automóvil, pero en la actualidad estamos actuando como “tasadores de autos con pérdida total”. El foco de acción del geriatra es conservar un eje funcional, basado en un enfoque no sólo biológico (presencia o ausencia de enfermedad), sino que también enfatizando lo funcional, mental y social, que establece la gran diferencia con otras especialidades.
“La idea es crear conciencia sobre conductas de autocuidado y realizar el tratamiento de enfermedades que atentan contra nuestra autonomía en forma temprana y anticipada. Es crucial generar, incluso al igual que en el niño, el ‘Control del Adulto Mayor Sano’”, sostiene el especialista. En nuestro país, donde la mujer tiene una expectativa de vida cercana a los 80 años y el hombre, de aproximadamente 75 años, la realidad, a juicio del doctor Molina, muestra que el grupo que más crece son los adultos mayores frágiles, quienes tienen más riesgo de discapacidad y con lo cuales se debe tener una conducta previsora, para evitar la catastrófica pérdida de la autonomía y el llegar a sentirse “carga” de la familia.
– ¿Usted postula que la visita al geriatra debe ser temprana y que mientras más temprana mejor?
–Postulo que asistir al geriatra no es un asunto de “viejos”. Al geriatra debieran ir aquellos que estén viendo amenazada su funcionalidad, quienes presenten varias patologías o sintomatología poco clara de carácter oculto, con tendencia a la cronicidad y/o discapacidad, con repercusión social y quienes toman habitualmente múltiples fármacos, entre otros.
También los que están física y mentalmente bien y quieren mantenerse así el mayor tiempo posible. Además, quienes son adultos y quieren desde ya vivir una vejez activa.
–De allí el concepto de envejecimiento activo…
–Así es. Este es un proceso de optimización de las oportunidades de salud del adulto mayor. Comprende aspectos de participación y seguridad, con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen. El término “activo” alude a la participación continua en las actividades sociales, económicas, culturales, espirituales y cívicas; no sólo a la capacidad para estar físicamente activo. Un adulto mayor que se retira del trabajo, y los que están enfermos o viven situación de discapacidad, pueden perfectamente seguir contribuyendo activamente con sus familias, amigos, en su comunidad.
El gran objetivo, resume el doctor Molina, es ampliar la esperanza de vida saludable y la calidad de vida de todas las personas a medida que envejecen, incluyendo aquellas personas frágiles, discapacitadas o que necesitan asistencia. Y en ese sentido, mantener la autonomía y la independencia a medida que se envejece es un hecho, literalmente, vital.
El envejecimiento es parte de la vida misma. Un proceso propio de nuestro ciclo vital que podemos enfrentar adoptando diferentes actitudes”. Así parte opinando el geriatra Juan Carlos Molina sobre el tema que lo apasiona y al que ha dedicado largos años de su vida profesional.
Entre sus iniciativas, ha desarrollado con sus pacientes del Centro Médico MEDS (Medicina, Ejercicio, Deporte y Salud) lo que denomina la “Revolución del Bienestar” y se desempeña, además, como profesor asistente de la Universidad de Chile.
Sus postulados, cuenta, pueden resumirse en los siguientes conceptos: El bienestar como un objetivo de vida. ¿La estrategia para lograrlo?: el Envejecimiento Activo.
“Envejecer bien o mal, digna o indignamente, sintiéndose parte importante de la sociedad o ‘un cacho’ depende del punto de vista de quien evalúa su propia realidad”, dice. Sin embargo, añade, no resulta sencillo hacerlo en la sociedad actual, que exalta los valores asociados a la juventud –como la belleza física o la capacidad para realizar múltiples actividades–,fomentando la actitud combativa frente al envejecimiento, que promueve la sensación de “inutilidad” de las personas cuando jubilan o de “fealdad” cuando aparecen las primeras arrugas.
“Las personas valoran negativamente envejecer y recurren a algún fármaco antidepresivo para soportarlo o acuden a una cirugía plástica que los haga parecer más jóvenes”, explica el geriatra.
–¿Cómo hacer el cambio de “switch” entonces?
–A través del convivir con el envejecimiento –contrario al combatir–, lo que implica la sana aceptación de la vida, promoviendo una actitud positiva y armónica que impulse el deseo de seguir participando y proyectándose en la sociedad acorde con la realidad física, mental y social de la adultez mayor.
–¿Una cuestión de actitud?
–La actitud que adoptemos frente a la vejez es lo que hace la diferencia. Quienes la combaten, inevitablemente se frustrarán, limitando sus posibilidades de seguir contribuyendo a la sociedad desde las capacidades que posean. Quienes conviven con su vejez en armonía, aportarán desde el ejemplo, demostrando que es una etapa que presenta nuevas oportunidades, y que el desafío consiste en aprender a sacarle provecho de acuerdo a las posibilidades y deseos
de cada uno.
–¿Existe el enfoque de la prevención en la geriatría actual?
–Lo explico con un símil: los geriatras debemos prevenir el “choque” del automóvil, pero en la actualidad estamos actuando como “tasadores de autos con pérdida total”. El foco de acción del geriatra es conservar un eje funcional, basado en un enfoque no sólo biológico (presencia o ausencia de enfermedad), sino que también enfatizando lo funcional, mental y social, que establece la gran diferencia con otras especialidades.
“La idea es crear conciencia sobre conductas de autocuidado y realizar el tratamiento de enfermedades que atentan contra nuestra autonomía en forma temprana y anticipada. Es crucial generar, incluso al igual que en el niño, el ‘Control del Adulto Mayor Sano’”, sostiene el especialista. En nuestro país, donde la mujer tiene una expectativa de vida cercana a los 80 años y el hombre, de aproximadamente 75 años, la realidad, a juicio del doctor Molina, muestra que el grupo que más crece son los adultos mayores frágiles, quienes tienen más riesgo de discapacidad y con lo cuales se debe tener una conducta previsora, para evitar la catastrófica pérdida de la autonomía y el llegar a sentirse “carga” de la familia.
– ¿Usted postula que la visita al geriatra debe ser temprana y que mientras más temprana mejor?
–Postulo que asistir al geriatra no es un asunto de “viejos”. Al geriatra debieran ir aquellos que estén viendo amenazada su funcionalidad, quienes presenten varias patologías o sintomatología poco clara de carácter oculto, con tendencia a la cronicidad y/o discapacidad, con repercusión social y quienes toman habitualmente múltiples fármacos, entre otros.
También los que están física y mentalmente bien y quieren mantenerse así el mayor tiempo posible. Además, quienes son adultos y quieren desde ya vivir una vejez activa.
–De allí el concepto de envejecimiento activo…
–Así es. Este es un proceso de optimización de las oportunidades de salud del adulto mayor. Comprende aspectos de participación y seguridad, con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas a medida que envejecen. El término “activo” alude a la participación continua en las actividades sociales, económicas, culturales, espirituales y cívicas; no sólo a la capacidad para estar físicamente activo. Un adulto mayor que se retira del trabajo, y los que están enfermos o viven situación de discapacidad, pueden perfectamente seguir contribuyendo activamente con sus familias, amigos, en su comunidad.
El gran objetivo, resume el doctor Molina, es ampliar la esperanza de vida saludable y la calidad de vida de todas las personas a medida que envejecen, incluyendo aquellas personas frágiles, discapacitadas o que necesitan asistencia. Y en ese sentido, mantener la autonomía y la independencia a medida que se envejece es un hecho, literalmente, vital.
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