miércoles, 14 de septiembre de 2011

ADULTO MAYOR LONGEVO


La calidad de vida en el adulto mayor esta estrechamente relacionada con el grado de funcionalidad, es decir independencia física, psíquica y social del individuo. Se deben mantener metas, que generen ilusiones, se trata de agregar mas vida a los años. Llevar un estilo de vida que le permita vivir de forma libre, independiente y satisfactoriamente.



Durante el proceso de envejecimiento, la multiplicación celular se hace progresivamente más lenta y muchas de las células que se pierden no son sustituidas. Este proceso repercute de forma desigual, tanto en el tamaño y funcionamiento (metabolismo) de los distintos órganos y tejidos, como en las necesidades nutricionales del anciano.
A partir de los 60 años disminuye progresivamente la talla y el peso, principalmente a expensas de la masa muscular (sarcopenia) y ósea (osteoporosis). la grasa corporal se redistribuye, disminuyendo el tejido adiposo subcutáneo (adelgazan brazos y piernas) y aumentando el tejido graso abdominal (obesidad abdominal).
Con la edad, conforme disminuye la masa muscular y la actividad física, desciende el consumo energético en reposo (energía de mantenimiento). Sin embargo, esto no significa que el anciano no necesite alimentarse sino todo lo contrario, ya que “vive al día” en lo que a energía y nutrientes se refiere.
Por un lado, el intestino se reduce en tamaño y sólo es capaz de absorber energía y nutrientes para cubrir las necesidades a corto plazo.
Por otro, la masa corporal de reserva se hace progresivamente más escasa, y si no se aportan alimentos para hacer frente a las demandas, se consumirán los propios tejidos.
Como consecuencia, el anciano se adapta a la escasez de energía o nutrientes, pierde peso con facilidad y le cuesta recuperarlo. por eso, el peso recomendado para los ancianos es mayor que para otros adultos jóvenes de la misma talla.
Otra característica de la vejez es la pérdida de agua corporal. Desde el nacimiento se va perdiendo agua paulatinamente, de forma que al llegar a la ancianidad, el contenido de agua es el mínimo aceptable para mantener el funcionamiento del organismo. A esta circunstancia se suele sumar la alteración del mecanismo de la sed, lo que hace necesario vigilar la cantidad de líquido que consumen las personas mayores.


 
La dieta mediterránea puede asociarse a longevidad. El saludable patrón nutricional que se consume en los países de esta región parece estar relacionado con una mayor supervivencia según la evidencia biológica existente acerca de sus componentes principales.

Los países que integran la región mediterránea varían en cultura, etnia, religión y desarrollo económico, pero el patrón alimentario que prevalece en todos ellos es muy similar. Por esto, ha podido establecerse un tipo de dieta llamada mediterránea tradicional.

Esta dieta se caracteriza por contar con 8 componentes característicos: alta relación entre lípidos monoinsaturados y saturados (principalmente aceite de oliva), consumo moderado de alcohol, elevado consumo de legumbres, de cereales no refinados, de frutas y verduras, bajo consumo de carnes y sus derivados, y moderado de productos lácteos y leche.

Entre los vegetales se encuentran los verdes silvestres que incluyen gran cantidad de flavonoides. Estos flavonoides son considerados uno de los antioxidantes más importantes de la dieta humana.

Existen bases biológicas sólidas que apoyan las teorías de los beneficios de la dieta mediterránea. Se ha establecido que la ingesta moderada de las bebidas alcohólicas protege contra las enfermedades cardiovasculares. El consumo de vino durante las comidas es característico de las dietas mediterráneas. También se ha demostrado el incremento del colesterol asociado con HDL producido por las grasas monoinsaturadas, particularmente del aceite de oliva; y los efectos protectores contra el cáncer del consumo de frutas y verduras.

Un evejecimiento óptimo no sólo significa longevidad sino buena calidad de vida. A pesar de que la relación entre dieta y calidad de vida no ha sido objeto de numerosos estudios, existe evidencia que sostiene que el aceite de oliva podría contribuir a la preservación de la función cognitiva y el desempeño físico en la tercera edad.

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