TRES FORMAS DE VIVIR LA VIDA
La belleza, con el pasar de los años, tiene que ver con sentirse bien, de cuerpo y de espíritu...Son lindas cada una a su edad y a su manera. Las tres pasaron por una época en que la belleza física les ocupaba una parte importante de su tiempo y de sus ganas, pero coinciden también en que en algún momento dijeron basta. Volcaron su mirada al mundo interior y salieron fortalecidas. Hoy, para ellas el modo de conseguir la belleza está más ligado a comer sano, hacer yoga y vivir con menos estrés el día a día. "Si no tienes algo adentro, una reflexión sobre ti misma, la aceptación de la vida, la certeza de lo espiritual, el asunto puede ser difícil. Por eso la gente se asusta, se tiñe el pelo, quiere verse joven. La belleza, con el pasar de los años, tiene que ver con sentirse bien, de cuerpo y de espíritu".
Daniela Benavente, ex modelo y fotógrafa. "El tema de la belleza es secundario"
Empezó a modelar a los 14 años. Estaba en Reñaca y se le acercó un cazatalentos de una agencia de modelos. De ahí a participar y ganar el concurso "Supermodel of the World" el año 1991, de la agencia Ford, hubo sólo un paso, aunque dice que nunca se le pasó por la mente que iba a ser la ganadora. Desde los 15 años recién cumplidos hasta los 19 Daniela Benavente viajó sin parar: estuvo en Italia, Estados Unidos, Alemania, Brasil y Japón, entre otros. Dice que viajar era lo que más le gustaba: "El modelaje estaba bien, pero yo quería conocer el mundo. Me quedaba dos o tres meses en cada lugar, aprovechaba de conocer a la gente, hacía amigos en todas partes, aprendía el idioma".
Pero asegura que a los 19 años se aburrió. "Quería hacer otras cosas, estaba lateada. Encontraba más entretenida la pega de los fotógrafos que la mía. Me dije: No, esto no es lo que quiero". Al final piensas: ¿Para qué? ¿Quiero esto realmente? ¿Me llena esta vida? Porque aparte de ganar plata y un poco de fama, hasta ahí no más llegas".
Con su metro ochenta, su pelo crespo y una cara y un cuerpo pintados para el modelaje, en estos tiempos en que la belleza ocupa un lugar fundamental en la mayoría de las agendas de las chilenas, llama la atención la opción de Daniela: "Debe ser porque partí muy joven, y me aburrí antes no más. Pero, además, nunca hago lo que supuestamente se debería hacer, y no por una cosa de llevarle la contra a todo el mundo, sino porque no me interesa no más. Me gusta hacer lo que realmente siento y no lo que debería hacer, quizá por el hecho de ser bonita o porque desde chica me decían: ahh, ahí va la Miss Chile. Es el medio el que te va metiendo en este cuento".
Daniela Benavente y su marido se fueron a vivir a Santo Domingo cuando sus dos hijos estaban muy chicos. Querían alejarse del ruido, el estrés y el esmog de Santiago. Instalaron el restaurante Santa Pizza, en el condominio Santa María del Mar, y ahí se quedaron: "Nos fue súper bien, los niños estaban felices".
Después del modelaje también se ha dado tiempo para desarrollar su pasión por la fotografía y la pintura. Estudió con el fotógrafo Luis Poirot y pintura con los artistas Félix Laso y Matilde Pérez. "Me ha ido bien, pero el arte en Chile cuesta, es difícil. Por eso estoy tratando de meterme más en el tema de la fotografía publicitaria, para ganar un poco de plata". También presentó un proyecto de un programa de viajes para televisión, "pero no sé qué va a pasar".
De su época de modelo no se arrepiente, y menos de haber dejado el modelaje tan pronto. "De lo que sí me arrepiento es de no haber ido a los museos. Estuve en Italia y no fui a la Capilla Sixtina, a las galerías, las iglesias, ahora lo pienso y no lo puedo creer, pero era demasiado chica. Ya volveré... Pero estoy feliz con mi decisión. De hecho, pienso en qué estaría ahora si no me hubiera casado, si no hubiera encontrado a Cristián, si no tuviera a mis hijos... y me da una angustia tremenda. Habría sido una vida súper vacía".
Lo que sí ha aceptado es el hecho de ser bonita, porque dice que "hubo un tiempo en que ni siquiera quería que me miraran. Ahora estoy más reconciliada con ese tema, más madura". Pero más que de la belleza Daniela Benavente se preocupa de su salud. "Me alimento súper bien, hago yoga, me trato con acupuntura. Tenía problemas a la tiroides y los doctores me dijeron que tenía que tomar un remedio para el resto de mis días y yo estaba apestada, porque no tomo ni aspirina. Y fui a un iriólogo que me recetó unas flores de Bach, homeopatía y acupuntura y a los dos meses estaba perfecto. Se me caía el pelo, estaba súper desanimada, y se me pasó todo eso".
No toma, no fuma y no come azúcar. "Carnes como pero sólo mezcladas con vegetales. Fruta, sólo en las mañanas. Me rijo por el libro del Tao de la salud y la nutrición, que trata sobre las energías de los alimentos. Se trata de comer los alimentos lo más puros posibles. En palabras simples: o comes granos o carbohidratos o proteínas, y ensaladas siempre. A mí me ha cambiado la vida. Me ha mejorado la digestión, el cutis, me siento mucho mejor. Mi marido alega un poco, pero yo soy súper estricta en esto. Y con mis niños no transo, no les doy azúcar. De colación les mando nueces, frutas, almendras, galletas de avena, y se han acostumbrado. Se comen un pote de miel todas las semanas. En los cumpleaños que coman todo lo que quieran, pero en la casa no transo".
Chantal Bernsau, Orfebre. "TENGO UN ESTILO PROPIO"
Muy delgada y muy alta, la conocida orfebre Chantal Bernsau fue modelo por un tiempo muy corto, e incluso fue elegida tercera Miss Chile el año 1989. Todo empezó porque la llamaron de la revista Paula para participar en el concurso. Ella ni siquiera se había imaginado integrar algo así, pero la convenció su mamá, Gloria Silva, quien en su época ya había ganado el certamen. "Fui a un casting con cerca de 200 mujeres y de repente me vi seleccionada entre las 15; fue muy rápido y no alcancé ni a arrepentirme. Quería pensarlo, pero mi mamá me dijo hágalo, no sea prejuiciosa, y la verdad es que fue una experiencia súper buena. Hice muy buenas amigas y formé lazos que mantengo hasta hoy. Además, en ese momento Roberto Edwards me dio trabajo como modelo y después como productora de moda".
Pero la etapa de modelo le duró muy poco. Y cuenta por qué: "Después del Miss Chile participé en el concurso Miss Hispanidad, en Miami. Ahí tenía que salir vestida de noche con taco alto en un teatro enorme, lleno de gente, y yo jamás me había puesto zapatos altos. Al final me los saqué y salí a pata pelada; parecía gitana al lado de todas esas mujeres vestidas de lentejuelas y taco aguja. Menos mal que el vestido me acompañaba y no se notó tanto. Ahí me dije: Qué estoy haciendo aquí, ya está bueno; hasta ahí no más me llegó la humorada".
Además, dice, "me maquillaban tanto que me cargaba como me veía. Yo no me pinto; sólo me pongo protector solar y un poco de máscara de pestañas; en mi vida me he puesto sombra de ojos o rouge, así que no me sentía bonita como modelo; al contrario, me sentía tan fea, como que no era yo, así que nunca pude jugar ese rol".
Afirma que nunca se sintió bonita: "Creo que salí tercera en el Miss Chile porque contestaba bien las preguntas, por mi madurez emocional. No tengo una nariz perfecta ni nada que sea espectacular. Sí tengo un estilo propio, y eso es bonito; ver a una persona que no está buscando ser igual a todo el mundo. En ese sentido he sido verdadera conmigo misma, eso ha sido mi esencia, no me perdí en el camino. Tampoco soy una seguidora de la moda, y ahora que estoy haciendo ropa en la tienda es a mi estilo. La moda me encanta, tengo algunos diseñadores preferidos, pero hay que adaptarla a quien es uno".
Chantal Bernsau tiene 40 años y ni un problema con el paso del tiempo. "Ya me están saliendo algunas canas y no pienso teñirme; mis amigas me van a tener que aceptar tal cual, me encantan las mujeres canosas", dice. También es absolutamente contraria a la cirugía plástica: "Encuentro que las mujeres se ven feas, que se nota demasiado, es imposible ir contra la naturaleza". Lo que sí, afirma, es que tiene una cierta disciplina para cuidarse la cara, que se hace limpiezas de cutis y va cambiando las cremas que se aplica. "Pero no le tengo miedo a la vejez, mi temor es más a las enfermedades. Además, creo que genéticamente soy una privilegiada; mis papás se ven súper jóvenes; mi mamá se ve como mi hermana, así que pienso que no voy a envejecer mal. También tiene que ver con la calidad de vida. Como uno vive determina la vejez; si no tomas, si no fumas y te cuidas, puedes ser una viejita preciosa". Y Chantal siempre ha llevado una vida saludable. "Cuando chica todas mis amigas fumaban y yo nunca. Siempre tuve mucha conciencia del cuerpo, de que había que cuidarse, leía mucho de medicina, el tao de la salud, así es que nunca fumé ni tomé alcohol. También pasé por una época en que era fanática del deporte, competía por mi colegio, después me ganaba los campeonatos de aeróbica, así que tengo una buena base".
Cuando se fue a vivir a Cachagua, donde estuvo cuatro años, dejó de hacer deporte, pero comenzó con el yoga: "He hecho Kundalini, Ashtanga e Iyengar, que me gusta por las elongaciones. No voy al gimnasio hace once años. También estoy en la Escuela de Sicología Transpersonal estudiando danza primal, un baile sanador de los chacras, que es bien potente".
Hoy vive en Vitacura, al lado de la tienda que tiene su nombre, junto a su hija Isabela, de 11 años. Pero sueña con abandonar la ciudad más adelante: "Quizá me iría de vuelta a Cachagua, pero también he pensado en algún lugar más cálido. Feliz partiría a Brasil un tiempo, para arrancar un poco del invierno. Santiago no me gusta. Estoy aquí porque tengo que estar y trato de acomodarme, pero no quiero quedarme para siempre".
Delia Vergara, periodista. "Es cruel que la belleza sea una exigencia"
Aunque cueste creerle, Delia Vergara dice que cuando niña nunca tuvo conciencia de que era bonita. "La segunda de cinco hermanas, con una madre muy bella, era de mal tono hablar del tema", asegura. Incluso dice que nadie le cree que recién en el último año de colegio, en el Villa María, supo de su belleza: "Me eligieron la segunda más linda del curso y fue como ¡plop!, no lo podía creer".
Con su pelo blanco impecable y sus inquietos ojos azules, quien fundó y dirigió la revista Paula en los "60, El Diario de Cooperativa en los "70 - el más importante programa de oposición al régimen militar en la radio- y, más adelante, la revista Clan, cuenta hoy que su preocupación por la belleza y el físico - que nunca fue tanta- hizo crisis cuando cumplió 45 años. "En 1984 naufragó un proyecto muy amado, y después de sobrevivir a ese terremoto, reflexioné: Vengo de un mundo donde se educa para el éxito. Hice bien las tareas y dirigí medios de comunicación importantes, logré éxito y plata. Y no soy feliz. ¿Quiero iniciar otro proyecto? No. Ya no quería para mí, nunca más, ese estrés. Me pregunté: ¿qué es lo que quiero? Y me dije: quiero paz".
Su vida dio una tremenda vuelta de tuerca.
"Elegí el camino que pone la fe en el guía interior. Tomas las riendas de tu vida y todo empieza a cambiar, aunque muchas veces no lo armónicamente que uno quisiera, porque vienen las rupturas. Cambié de pareja, me enamoré de un artista desconocido que parecía venir de otro planeta; la relación con mis hijos hizo crisis. Tuve que volver a empezar. Comencé a vivir con más sencillez y me fui acostumbrando a vivir con poco. ¡Qué alivio no tener que ir a comprar! Un día me miré al espejo y me di cuenta de que tenía el pelo chamuscado por la tintura con la que porfiadamente escondía mis canas desde que tenía veintitantos. Opté por mi pelo natural, por no seguir con el maltrato de tener que verse joven cuando uno es vieja".
Empezó a vestirse como quería y a sentirse cómoda. "Dejé de usar sostén a los cincuenta y fue un alivio no tener que sentir ese apretón en las costillas. Me fajo y me maquillo, muy poco, sólo para las ocasiones especiales, como ésta. Me gustan las mujeres mayores con un mínimo de maquillaje. Eso me lo hizo notar mi última pareja, un esteta, camino a una fiesta, cuando se me había pasado la mano en las pestañas, los labios y el perfume".
Su ex pareja también le enseñó a cortarse el pelo. Un día él se lo estaba cortando y Delia encontró que le había quedado fantástico. "Se me ocurrió consultarlo como estilista (era arquitecto) y me hizo con sus manos y mi tijera de costura un corte sensacional. Ese día me dijo que nunca debía tapar con el pelo la línea ascendente de mi mandíbula. Así lo hago hasta hoy".
Delia Vergara dice que no tiene rollo con la vejez, porque la belleza es una cosa que cambia. Dice que es parte de un proceso que aprendió con la siquiatra Lola Hoffmann, "porque si no tienes algo adentro, una reflexión sobre ti misma, la certeza de lo espiritual, el asunto puede ser difícil". Incluso, dice, que siente pena por las mujeres esclavizadas con el tema de la belleza y el paso del tiempo, "porque agregar esa exigencia imposible a la enormidad de problemas reales que tienen las mujeres de hoy me parece una tendencia cruel".
Sí se preocupa de sentirse bien. Hace yoga dos veces por semana. Dice que jamás iría a un gimnasio y que dejó que su cuerpo engordara si quería, "pero me alimento sano, así que nunca engordo demasiado. Seguí el consejo de un ex amor, muy fijado en el cuerpo de las féminas, que me dijo: las mujeres de tu edad se ven mejor un poco más gorditas". Se alimenta de frutas, verduras, cereales, aceite de oliva, pan integral y muy poca azúcar. Toma vino tinto en la cantidad que se lo recomiendan a los hombres. Pero confiesa: "En los eventos familiares me desbordo, como, tomo y fumo lo que me da la gana. La belleza, con el pasar de los años, tiene que ver con sentirse bien, de cuerpo y de espíritu".
Hoy Delia está dedicada a editar libros y tiene muchas ganas de ponerse a escribir un libro "personal". Vive mucho tiempo en su casa de Curaumilla, al sur de Valparaíso, "una pequeña joyita en el acantilado, luz, viento, mar y cielo. Es mi templo y el lugar de los más desenfrenados bailes familiares. Próximamente tengo que hacer movidas con mis propiedades porque necesito una buena jubilación. Y cuando llegue la hora, voy a descansar".
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