Siempre he sostenido que la autoestima es el sentir sobre uno mismo que se va construyendo día a día y no acaba jamás. Al decir esto podríamos preguntarnos sobre qué sienten las personas ancianas sobre su valor y sobre su presencia en su familia, en la sociedad y en el mundo.
Acostumbrados a movernos y creernos el cuento de que el valor radica en la juventud, los ancianos se vuelven una especie de desecho que nadie mira, respeta ni acoge. Si molestan, algunos simplemente se deshacen de ellos sin pensar que algún día todos estaremos igual.
Para el ser humano envejecer también tiene sus complicaciones. Darse cuenta que la apariencia física ya no es la de antes, que la fuerza cambia, que la memoria no es la misma y que -por otro lado- el sentimiento permanece pues las preocupaciones están presentes y la capacidad de amar no disminuye, hacen que la persona sienta cambios en su valía y en su amor propio.
A este miedo de no sentirse importante ni valioso, se le suma el temor de saber que tiene que depender en mayor medida de los seres que lo rodean. Todo ello puede generar una sensación de fragilidad en el anciano. Temen mucho al desamor y a ser víctimas del abuso de los demás.
De hecho, muchos ancianos son abusados por nietos, hijos, empleados y por el propio sistema.
Este programa busca mirar a estas personas que como tú y yo alguna vez tuvieron nuestra misma energía. Quizás hoy sus cuerpos y sus mentes cambian pero la necesidad de ser amados no, o mejor dicho sí, porque aumenta profundamente.
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