Las personas mayores con buenas y variadas relaciones sociales tienen más posibilidades de aumentar su esperanza de vida que las que no tienen relaciones o sólo las tienen con sus familiares. Estas son las conclusiones a las que ha llegado un estudio realizado en la universidad australiana de Flinders y que señala además la importancia de crear nuevas amistades en la vejez, para evitar la dañina y poco saludable sensación de pérdida de amigos por las muertes que se producen con el paso de los años. Por Vanessa Marsh.
La amistad prolonga la esperanza de vida de las personas mayores, incluso más que las relaciones familiares, señala un estudio realizado en Australia y publicado en la revista Journal of Epidemiology and Community Health.
Los investigadores Lynne C. Giles, Gary F. V. Glonek, Mary A. Luszcz y Gary R. Andrews, del Centre for Ageing Studies de la Universidad de Flinders, examinaron durante 10 años la influencia de las relaciones sociales de personas mayores de 70 años con niños, amigos, confidentes y parientes, teniendo en cuenta variables como la vida social, la salud y los estilos de vida. La finalidad del estudio era descubrir en qué afectaban a sus vidas estas relaciones.
Para realizar la investigación, se hizo un seguimiento a 1.477 personas de 70 años en adelante, con el fin de determinar la influencia de las relaciones en su longevidad. Los investigadores se basaron en datos recogidos sobre el envejecimiento desde 1992. El estudio se centró en Adelaida, al sur de Australia.
Contactos con otras personas
Durante la investigación, los participantes debieron revelar información acerca de sus relaciones personales, como el número de veces que contactaban telefónicamente con los miembros de la red social en la que se movían: familia, niños o amigos.
Los investigadores analizaron también la tasa de supervivencia de los participantes durante una década, descubriendo que el contacto con niños y familia (primos, hermanos, sobrinos, etc.) no aumentaba la tasa de esperanza de vida de los ancianos.
Sin embargo, aquellos participantes que tenían más y mejores relaciones de amistad, sí que denotaban estadísticamente mayores oportunidades de permanecer con vida hasta el final del estudio, que aquéllos que no contaban con tanta vida social.
La diferencia era de un 22% de más posibilidades de sobrevivir y de menos riesgo de morir durante esa década por parte de los más sociables con respecto a aquéllos que eran los menos sociables de todos. Las relaciones con confidentes o amigos íntimos tenían efectos insignificantes en la prolongación de la vida de los participantes.
Amigos elegidos, familia no
Los investigadores consideran que el trato con las familias no se elige, mientras que la amistad sí, lo que explicaría por qué las relaciones familiares no posibilitan un mayor tiempo de vida.
Asimismo, señalan la importancia de construir nuevas relaciones de amistad en la vejez, con el fin de reemplazar las relaciones con amigos que van desapareciendo con el paso del tiempo.
Los resultados confirman la importancia de la vida social en la tercera edad, como fórmula para mantenerse ilusionados y activos, lo que propicia una mayor calidad de vida y ganas de vivir, que permiten que la vida se prolongue. El tiempo de supervivencia del hombre está por tanto relacionado con la fuerza de sus relaciones sociales.
Los investigadores Lynne C. Giles, Gary F. V. Glonek, Mary A. Luszcz y Gary R. Andrews, del Centre for Ageing Studies de la Universidad de Flinders, examinaron durante 10 años la influencia de las relaciones sociales de personas mayores de 70 años con niños, amigos, confidentes y parientes, teniendo en cuenta variables como la vida social, la salud y los estilos de vida. La finalidad del estudio era descubrir en qué afectaban a sus vidas estas relaciones.
Para realizar la investigación, se hizo un seguimiento a 1.477 personas de 70 años en adelante, con el fin de determinar la influencia de las relaciones en su longevidad. Los investigadores se basaron en datos recogidos sobre el envejecimiento desde 1992. El estudio se centró en Adelaida, al sur de Australia.
Contactos con otras personas
Durante la investigación, los participantes debieron revelar información acerca de sus relaciones personales, como el número de veces que contactaban telefónicamente con los miembros de la red social en la que se movían: familia, niños o amigos.
Los investigadores analizaron también la tasa de supervivencia de los participantes durante una década, descubriendo que el contacto con niños y familia (primos, hermanos, sobrinos, etc.) no aumentaba la tasa de esperanza de vida de los ancianos.
Sin embargo, aquellos participantes que tenían más y mejores relaciones de amistad, sí que denotaban estadísticamente mayores oportunidades de permanecer con vida hasta el final del estudio, que aquéllos que no contaban con tanta vida social.
La diferencia era de un 22% de más posibilidades de sobrevivir y de menos riesgo de morir durante esa década por parte de los más sociables con respecto a aquéllos que eran los menos sociables de todos. Las relaciones con confidentes o amigos íntimos tenían efectos insignificantes en la prolongación de la vida de los participantes.
Amigos elegidos, familia no
Los investigadores consideran que el trato con las familias no se elige, mientras que la amistad sí, lo que explicaría por qué las relaciones familiares no posibilitan un mayor tiempo de vida.
Asimismo, señalan la importancia de construir nuevas relaciones de amistad en la vejez, con el fin de reemplazar las relaciones con amigos que van desapareciendo con el paso del tiempo.
Los resultados confirman la importancia de la vida social en la tercera edad, como fórmula para mantenerse ilusionados y activos, lo que propicia una mayor calidad de vida y ganas de vivir, que permiten que la vida se prolongue. El tiempo de supervivencia del hombre está por tanto relacionado con la fuerza de sus relaciones sociales.
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