domingo, 24 de mayo de 2009

UNIVERSIDAD PARA EL ADULTO MAYOR

Mirtha Hernández, una cubana de 65 años que sólo llegó a la educación media, está preparando una tesis para graduarse en la Universidad del Adulto Mayor.

Hernández es una de los más de 14.000 ancianos que participan este año del programa académico ideado en el 2002 por el Gobierno cubano en respuesta al envejecimiento de la población.

"Es lindo porque conoces gente, recuperas las amistades que perdiste después de jubilado. Es como si tú empezaras a vivir de nuevo", dijo Hernández, una costurera jubilada que vive en la ciudad de Ciego de Avila, a unos 420 kilómetros al este de La Habana.

El currículo, poco convencional, incluye desde la sexualidad en la tercera edad hasta cómo tener una alimentación sana.

Cuba ve el envejecimiento como una consecuencia inevitable de sus elevados indicadores sociales, que incluyen una esperanza de vida de 77 años.

Actualmente un 16 por ciento de los cubanos tiene 60 años o más. Según las proyecciones, la tendencia se acentuará con un 25 por ciento de la población en el 2025.

A Paulino Vigo, el esposo de Hernández, el programa le cambió la cabeza. Hoy, a sus 72 años, se niega a que le digan "viejo". El es, dice, un adulto mayor.

"Un viejo se mete en la casa, vive abatido y no le tiene amor a la vida. Pero un adulto mayor lucha por estar saludable y tener una vida mejor", dijo, sonriendo, el ex obrero forestal.

TODOS CABEN
La Universidad del Adulto Mayor es peculiar. Lo mismo se dan clases en un museo, una fábrica, un hogar de ancianos y hasta en las prisiones, según el Ministerio de Educación Superior.

Los cursos, impartidos por profesores universitarios una vez por semana, son gratuitos y duran un año. Muchas veces hasta se convierten en una de las pocas opciones de recreación en un país donde las pensiones de jubilados no pasan de los 400 pesos, equivalentes a 18 dólares.

El programa cuenta con 877 filiales en todo el país y en los últimos seis años se han titulado 57.700 cubanos.

En las aulas es fácil encontrar desde ingenieros a maestros, médicos y hasta amas de casas, carpinteros y mecánicos.

"En el aula cabemos todos. Está el comunista y el que no es comunista, el religioso y el que no es religioso. Todo el mundo", dijo con entusiasmo Hernández, cuya tesis final abordará la salud vinculada con la medicina alternativa.

Rolando Marrón, un ex piloto militar de 71 años, dice que la Universidad del Adulto Mayor le enseñó, por ejemplo, a ser menos autoritario y más tolerante con su familia.

"Pensamos que somos el todo de la casa que sin nosotros nada puede removerse (...) Es hora de entender que los que van creciendo al lado de uno vayan asumiendo las responsabilidades, eso nos han ensenado aquí", explicó durante una clase en un centro comunal en una antigua mansión de La Habana.

La Universidad del Adulto Mayor busca que los ancianos se sientan útiles y sigan desarrollándose.
Enseña, por ejemplo, técnicas de relajación, historia, primeros auxilios y computación.
A muchos de los alumnos se les puede ver temprano en las mañanas haciendo gimnasia o tai chi en plazas y parques.

El programa incluye, también gratis, visitas a museos y excursiones a la playa. Los más osados cantan, bailan y escriben poemas.

Isabel Báez, de 75 años, arrancó la risa y el aplauso de su grupo después de declamar su poema "Me siento como un cañón".

"Si cuenta no quiero darme que mi rostro ya está viejo / al pasar por el espejo ni se me ocurre mirarme / más yo no quiero engañarme, mi cara es un acordeón / mi cuerpo una salación, pero lucho por vivir/ y le quiero repetir: Me siento como un cañón".

No hay comentarios: