La fobia a la vejez es un miedo generalizado que afecta todos los ámbitos de la vida del adulto, y puede provocar desde un estancamiento personal hasta cuadros depresivos. No es fácil llegar a vieja, pero hay que asumirlo y valorar la invaluable riqueza espiritual que tiene esta avanzada etapa de la vida.
La vida es tan natural como la muerte, y la vejez es una etapa más, pero insalvable del ciclo vital. Resistirse al paso de los años es un empeño inútil, y también peligroso para nuestro bienestar si se transforma en un miedo generalizado que hoy se conoce como Síndrome de Gerontofobia, o temor a envejecer.
Evitar con afán todo signo del inexorable paso de los años podría ser un rasgo de quienes padecen este síndrome, explica la psicóloga Marcela Lechuga. “Como todas las fobias, este miedo a la vejez se generaliza a todos los ámbitos de la vida. Quien padece este síndrome evita cualquier signo que delate la vejez; evita las canas y arrugas, el deterioro y las limitaciones propias del envejecimiento, no tolera perder el vigor físico o sexual�?, sostiene la especialista.
Este síndrome tiene un alto impacto en la población adulta y afecta, sobre todo, a hombres y mujeres sobre 45 años. En Estados Unidos la Gerontofobia afecta a una quinta parte de la población adulta.
La estrecha relación miedo-fobia-negación de la vejez es distintiva de la Gerontofobia. Este síndrome puede provocar desde un estancamiento personal hasta alteraciones psíquicas como ataques de pánico, obsesiones, cuadros fóbicos y depresivos.
Presiones sociales e internas
Tres factores son los que influyen en este miedo generalizado a ser viejos: el culto social a la juventud, nuestras presiones internas y el estrés mal conducido.
La sociedad exitista y negadora de la vejez influye con fuerza en las personas adultas. “Estamos inmersos en una sociedad aria, donde se privilegia a la persona exitosa, bella, joven y productiva. En estos cánones sociales no entran los viejos, que producen menos y no son tan perfectos como la sociedad aria lo exige�?, explica Lechuga.
Entre las presiones internas que conducen a la Gerontofobia podemos mencionar la ansiedad, la negación a los signos de vejez y el temor a perder la autonomía.
Un proceso interno clave para enfrentar la vejez es haber vivido y no saltado ninguna etapa previa, como la niñez o juventud. Si alguna de ellas no se vivió de manera íntegra ya no se puede volver atrás. Un retorno a etapas pasadas puede ser un riesgo.
“La integración siempre va hacia delante, hacia la siguiente etapa que es nuestro desafío. Si volvemos hacia atrás, como la mujer madura que usa mini falda o que quiere vivir como lola, estamos alterando el ciclo natural de la vida. No podemos buscar el sol en la noche, ni paisajes de primavera en otoño. Si una adulta se obsesiona con etapas pasadas, no podrá entrar a la vejez de forma natural y se frustrará. Cuando nos empeñamos en torcer nuestra naturaleza es mayor el deterioro, alterar el ciclo vital nos puede llevar incluso a deterioros mayores como la demencia o el alzheimer�?, advierte la psicóloga.
Por último, el estrés es un elemento inevitable ante todo cambio, en este caso, el paso de la adultez a la vejez.
Para la psicóloga Lechuga el estrés se debe tomar como un desafío positivo ante el paso de los años y no como una amenaza negativa que nos provoque temores e inseguridades.
Claves para envejecer bien
-Aceptar las pérdidas de la etapa previa para dar paso a lo nuevo, el cambio.
-Adaptarse a las disminuciones físicas, saber compensar pérdidas con ganancias.
-Encontrar medios en el presente para recuperar y reorganizar la autoestima.
-No estancarse en el pasado con una visión nostálgica.
-Aprender a cambiar el ritmo, el de un adulto no es el mismo de un viejo.
-Dar más vida a los años y no más años a la vida.
Una actitud importante para enfrentar la vejez es aprender a perder, para así también ganar otras cosas. Al pasar de una etapa a otra es inevitable perder, como en este caso la potencia física o altos niveles de productividad. En cambio la vejez otorga virtudes tan preciadas como sabiduría, amplitud de mirada o templanza. Al respecto la psicóloga Lechuga aclara que es importante derribar ciertos mitos, como que con la vejez se pierde salud, autonomía y alegría de vivir.
“Los viejos pueden depender más de los otros, como para caminar, pero eso no les quita autonomía. El Papa Juan Pablo II fue un gran ejemplo de que se puede depender de los demás, como para caminar, sin perder la autonomía. El nos enseñó cómo envejecer bien�?, explica la especialista.
Un error habitual en las sociedades que niegan le vejez es tratar a los adultos mayores como niños, quitándoles con ello su dignidad y autoridad. “A mi madre le podré cambiar los pañales, pero ella sigue teniendo la autoridad materna. Nunca se debe ver a los viejos como niños�?, dice Lechuga.
Aprender a pedir ayuda y no sentirse menoscabado por la dependencia es vital para envejecer bien, también asumir las limitaciones propias del paso de los años.
“Son necesarias una actitud comprometida con la vida, procurar la calidad de vida permaneciendo activos física y mentalmente. Quienes vamos camino a la vejez debemos estar dispuestas y no cerrarnos a este cambio de vida. Saber envejecer es la obra maestra de la sabiduría del adulto y una de las partes más difíciles del arte de vivir. La tarea es nuestra
Evitar con afán todo signo del inexorable paso de los años podría ser un rasgo de quienes padecen este síndrome, explica la psicóloga Marcela Lechuga. “Como todas las fobias, este miedo a la vejez se generaliza a todos los ámbitos de la vida. Quien padece este síndrome evita cualquier signo que delate la vejez; evita las canas y arrugas, el deterioro y las limitaciones propias del envejecimiento, no tolera perder el vigor físico o sexual�?, sostiene la especialista.
Este síndrome tiene un alto impacto en la población adulta y afecta, sobre todo, a hombres y mujeres sobre 45 años. En Estados Unidos la Gerontofobia afecta a una quinta parte de la población adulta.
La estrecha relación miedo-fobia-negación de la vejez es distintiva de la Gerontofobia. Este síndrome puede provocar desde un estancamiento personal hasta alteraciones psíquicas como ataques de pánico, obsesiones, cuadros fóbicos y depresivos.
Presiones sociales e internas
Tres factores son los que influyen en este miedo generalizado a ser viejos: el culto social a la juventud, nuestras presiones internas y el estrés mal conducido.
La sociedad exitista y negadora de la vejez influye con fuerza en las personas adultas. “Estamos inmersos en una sociedad aria, donde se privilegia a la persona exitosa, bella, joven y productiva. En estos cánones sociales no entran los viejos, que producen menos y no son tan perfectos como la sociedad aria lo exige�?, explica Lechuga.
Entre las presiones internas que conducen a la Gerontofobia podemos mencionar la ansiedad, la negación a los signos de vejez y el temor a perder la autonomía.
Un proceso interno clave para enfrentar la vejez es haber vivido y no saltado ninguna etapa previa, como la niñez o juventud. Si alguna de ellas no se vivió de manera íntegra ya no se puede volver atrás. Un retorno a etapas pasadas puede ser un riesgo.
“La integración siempre va hacia delante, hacia la siguiente etapa que es nuestro desafío. Si volvemos hacia atrás, como la mujer madura que usa mini falda o que quiere vivir como lola, estamos alterando el ciclo natural de la vida. No podemos buscar el sol en la noche, ni paisajes de primavera en otoño. Si una adulta se obsesiona con etapas pasadas, no podrá entrar a la vejez de forma natural y se frustrará. Cuando nos empeñamos en torcer nuestra naturaleza es mayor el deterioro, alterar el ciclo vital nos puede llevar incluso a deterioros mayores como la demencia o el alzheimer�?, advierte la psicóloga.
Por último, el estrés es un elemento inevitable ante todo cambio, en este caso, el paso de la adultez a la vejez.
Para la psicóloga Lechuga el estrés se debe tomar como un desafío positivo ante el paso de los años y no como una amenaza negativa que nos provoque temores e inseguridades.
Claves para envejecer bien
-Aceptar las pérdidas de la etapa previa para dar paso a lo nuevo, el cambio.
-Adaptarse a las disminuciones físicas, saber compensar pérdidas con ganancias.
-Encontrar medios en el presente para recuperar y reorganizar la autoestima.
-No estancarse en el pasado con una visión nostálgica.
-Aprender a cambiar el ritmo, el de un adulto no es el mismo de un viejo.
-Dar más vida a los años y no más años a la vida.
Una actitud importante para enfrentar la vejez es aprender a perder, para así también ganar otras cosas. Al pasar de una etapa a otra es inevitable perder, como en este caso la potencia física o altos niveles de productividad. En cambio la vejez otorga virtudes tan preciadas como sabiduría, amplitud de mirada o templanza. Al respecto la psicóloga Lechuga aclara que es importante derribar ciertos mitos, como que con la vejez se pierde salud, autonomía y alegría de vivir.
“Los viejos pueden depender más de los otros, como para caminar, pero eso no les quita autonomía. El Papa Juan Pablo II fue un gran ejemplo de que se puede depender de los demás, como para caminar, sin perder la autonomía. El nos enseñó cómo envejecer bien�?, explica la especialista.
Un error habitual en las sociedades que niegan le vejez es tratar a los adultos mayores como niños, quitándoles con ello su dignidad y autoridad. “A mi madre le podré cambiar los pañales, pero ella sigue teniendo la autoridad materna. Nunca se debe ver a los viejos como niños�?, dice Lechuga.
Aprender a pedir ayuda y no sentirse menoscabado por la dependencia es vital para envejecer bien, también asumir las limitaciones propias del paso de los años.
“Son necesarias una actitud comprometida con la vida, procurar la calidad de vida permaneciendo activos física y mentalmente. Quienes vamos camino a la vejez debemos estar dispuestas y no cerrarnos a este cambio de vida. Saber envejecer es la obra maestra de la sabiduría del adulto y una de las partes más difíciles del arte de vivir. La tarea es nuestra
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