Contraria a la visión
exaltadora de la juventud que ha imperado en el mundo occidental, una
nueva mirada comienza a tomar forma, gracias a recientes hallazgos
científicos en torno a la vejez. Los avances en la medicina y la actitud
positiva permiten que los adultos mayores sean tan felices como un
joven de 18 años. Incluso a nivel cerebral.
El doctor Marc Agronin
debía visitar a una paciente de 93 años que acaba de perder a su
marido, tras 73 años de matrimonio. Entró con cautela a su habitación,
no sin antes prepararse mentalmente para consolar a una mujer que, sin
duda, enfrentaba una pena que difícilmente cualquiera de nosotros podría
imaginar. Le dijo cuánto lamentaba su pérdida, que era una gran pena,
pero grande fue su sorpresa cuando le preguntó cómo se sentía al
separarse de su esposo después de tanto tiempo. "Es el cielo", respondió
pletórica, por la libertad que experimentaba tras haber estado "atada
por casi tres cuartos de siglo a un hombre con semejante lengua de
víbora", según sus propias palabras.
Con esta historia, relatada en el libro Cómo envejecemos, el
doctor Agronin ilustra lo que considera uno de los grandes errores que
todos cometemos al pensar en la vejez: asumimos, de manera incorrecta,
que la única forma de experimentar esta etapa de la vida es padeciendo
los males asociados a la edad: el andar lento, la pérdida gradual de la
visión, el declive mental, la falta de fuerza muscular o esas arrugas de
las que ya es imposible escapar. En su libro, este siquiatra
especializado en geriatría, que ha dedicado su vida a trabajar con
adultos mayores en EE.UU., explica cómo esta mirada está comenzando a
modificarse en la medida en que los expertos empiezan a centrarse en
aquello que los viejos son capaces de hacer, en lugar de sus
dificultades.
Fortaleza, madurez emocional, conocimiento, sabiduría, menos estrés y
preocupaciones que en la juventud son algunos de los atributos
positivos de la vejez que, según Agronin, suelen ser eclipsados por el
temor que desata en las personas esta etapa de la vida. En efecto, los
estudios dicen que el período de mayor felicidad se alcanza en la vejez,
que es posible mantener un cerebro activo y que, incluso, las típicas
reminiscencias del pasado o los lapsus de memoria que afectan a los
adultos mayores tienen una función positiva. En la medida en que seamos
capaces de entenderlas y vivenciarlas como tales, todos podremos
disfrutar de mejor forma nuestra vejez.
El peak de la felicidad
De hecho, y a pesar de todos los prejuicios, una encuesta a más de
340 mil adultos mayores en EE.UU., con edades entre 18 y 85 reveló que
al llegar a los 18 años, las personas se sienten muy bien consigo
mismas, pero que luego se registra una curva descendente que llega a su
punto máximo en los 50 años. A partir de ese momento, la felicidad
experimenta un alza hasta que, al llegar a los 85 años, las personas se
sienten incluso más satisfechas que cuando tenían 18 años. Igual cosa
sucede con las preocupaciones, que se mantienen elevadas hasta los 50
años antes de empezar a descender y, luego, con sentimientos como la
pena, que registran su punto más bajo a los 73 años.
Arthur Stone, siquiatra senior que lideró la investigación para la
firma Galloup, dice que esta situación obedece a cambios sicológicos en
la forma en que vemos y percibimos el mundo, así como a cambios en la
química del cerebro y el sistema endocrino, que maneja y regula nuestras
emociones a través de la segregación de hormonas, como la del estrés.
En otras palabras, al llegar a esta etapa, la cascada de reacciones
hormonales que nos llevan a estar alertas contra el peligro y ser
agresivos, o a "competir" por la búsqueda de una pareja en la juventud,
de alguna manera alcanza una suerte de balance.
El doctor Marc Agronin explica en su libro que muchas de estas
fortalezas son adquiridas por la gente en la medida que atraviesan por
situaciones difíciles, sean estas emocionales o sicológicas. "Lo que he
visto en mi trabajo con gente mayor me impresiona. No sólo superan los
problemas específicos, sino que se ponen de pie, una y otra vez",
afirma. Esta capacidad fue comprobada en un estudio reciente de la U. de
California, Irvine, que señala que la también llamada "resiliencia" es
como un músculo que se desarrolla con el ejercicio. Al atravesar
dificultades durante la vida, dice este estudio, nos vamos fortaleciendo
y mejorando la capacidad para resistir al estrés.
Ser activo y positivo
Otro factor que ayuda a explicar este bienestar son los avances en la
medicina, que permiten a los adultos mayores mantenerse activos por más
tiempo. Una investigación realizada por la sicóloga de la U. de Harvard
Ellen Langer comprobó hace algunos años, con análisis de imágenes del
cerebro, que cuando una persona mayor lleva una vida intensa, sus
neuronas aumentan en número y actividad. Esto redunda en un mejor
funcionamiento del cuerpo y su estado de ánimo general, a la vez que
puede prolongar la vida en siete u ocho años.
Por ello, la mayoría de estos estudios plantea que muchos de los
males asociados a la vejez tienen que ver más con la perspectiva con que
enfrentamos esta etapa de la vida. Es el rechazo a la vejez lo que
lleva a muchos a no disfrutar de la sabiduría alcanzada, precipitando en
ellos un descenso en la calidad de vida. Un estudio de la Universidad
de Yale, que siguió a un grupo de personas desde la década de los 70
hasta los 90, comprobó que en la medida en que las personas asumen de
manera positiva su vejez mantienen registros de colesterol y presión
arterial más bajos.
Igual cosa concluyeron científicos del Instituto Max Planck, que
realizaron un estudio con más de 500 adultos mayores, como parte del
cual analizaron cómo influye una serie de índices de bienestar en la
mortalidad. Esta investigación concluyó que el rechazo a envejecer es el
principal factor que determina el promedio de vida de la gente.
Basándose en todos estos hallazgos es que los especialistas buscan
promover una nueva mirada de la vejez, sobre todo considerando que los
adultos mayores son un grupo cada vez más numeroso: cifras del INE
indican que en Chile, durante la próxima década, los adultos mayores
aumentarán en 45%. Como el doctor Agronin sostiene en su libro, muchos
de los que hasta ahora hemos considerado como deterioros físicos tienen
una explicación. Los lapsus de memoria, por ejemplo, según un estudio
publicado esta semana por expertos de la U. Concordia, Canadá, son una
suerte de "reseteo" mental que permite filtrar información irrelevante a
medida que envejecemos.
Incluso esas reminiscencias del pasado, que los más jóvenes muchas
veces detestan, tienen una función, dice Agronin: "No es un afán por
vivir en el pasado, sino una forma de agradecer y mantener vivos
aquellos eventos que nos hicieron crecer".
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