Como la palabra "anciano" remite a una persona discapacitada que espera morirse, dice Peláez, el documento sobre envejecimiento habla de "adultos mayores". El adulto mayor promedio en la región es de sexo femenino (las mujeres representan el 60% del total), vive en zonas urbanas y tiene apenas la escuela primaria completa. Pero el perfil demográfico y socioeconómico difiere entre las distintas subregiones e incluso en el interior mismo de los países.
En la región andina, el "índice de envejecimiento" –la cantidad de personas de 60 años y más por cada 100 niños menores de 15 años– se duplicará en dos décadas. En Cuba y Puerto Rico habrá entonces más personas mayores de 60 que menores de 15 años. En la República Dominicana, Costa Rica y Panamá habrá por lo menos un adulto mayor por cada dos niños. Los expertos sospechan que las enfermedades nutricionales y metabólicas de los ancianos, muchos de ellos viviendo en condiciones de pobreza, representan una de las principales amenazas sanitarias de la región.
El Caribe angloparlante y las Antillas holandesas tendrán una de las tasas de envejecimiento de la población más altas de todo el hemisferio. En esos países, la dinámica migratoria hace más complejo el problema: usualmente las abuelas deben quedarse al cuidado de los nietos por la emigración de las generaciones jóvenes, y, además, quienes trabajaron muchos años en el exterior vuelven ya jubilados a su tierra natal, en donde demandan servicios sociales y de salud.
El Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay) y México concentran dos tercios de la población adulta mayor de la región. En Uruguay, el país más envejecido del hemisferio (más del 17% de la población supera los 60 años), la cantidad de adultos mayores igualará a la de niños en dos décadas. El índice de envejecimiento de México va a saltar de 20,5 en el año 2000 a 153,5 en 2050.
El envejecimiento de la población –alertan los expertos– amenaza con poner en crisis los sistemas sanitarios, las formas tradicionales de educación y trabajo, y la estructura misma de las sociedades. "La pirámide poblacional se está verticalizando, pero también se están verticalizando las familias", sostiene Julieta Oddone, profesora de Sociología de la Vejez en la Universidad de Buenos Aires.
"Antes, una familia sostenía a una o dos personas ancianas. Pero ya se empieza a ver que conviven dos o tres generaciones de viejos con pocos descendientes, o personas de 60 años que cuidan a mayores de 80... Son procesos que requieren de una mirada más amplia, no sólo de los sistemas sanitarios o de seguridad social, porque esas familias no pueden sobrellevar solas los cambios que se producen en su propio seno", agrega la responsable del proyecto de Envejecimiento y Sociedad de la sede local de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
El aspecto demográfico y médico se entrelaza con la variable económica. Satisfacer las necesidades especiales de los adultos mayores puede demandar tiempo, esfuerzo y dinero al resto de la familia. Una encuesta reciente realizada por la OPS en siete ciudades de América Latina y el Caribe revela que la quinta parte de los adultos mayores que viven en comunidad (no en hogares de ancianos) tiene al menos una limitación para realizar actividades de la vida cotidiana como comer, vestirse o ir al baño. Uno de cada dos hombres y dos de cada tres mujeres sufren artritis, osteoporosis, mala visión o incontinencia, todas condiciones que discapacitan en distinto grado.
En la región andina, el "índice de envejecimiento" –la cantidad de personas de 60 años y más por cada 100 niños menores de 15 años– se duplicará en dos décadas. En Cuba y Puerto Rico habrá entonces más personas mayores de 60 que menores de 15 años. En la República Dominicana, Costa Rica y Panamá habrá por lo menos un adulto mayor por cada dos niños. Los expertos sospechan que las enfermedades nutricionales y metabólicas de los ancianos, muchos de ellos viviendo en condiciones de pobreza, representan una de las principales amenazas sanitarias de la región.
El Caribe angloparlante y las Antillas holandesas tendrán una de las tasas de envejecimiento de la población más altas de todo el hemisferio. En esos países, la dinámica migratoria hace más complejo el problema: usualmente las abuelas deben quedarse al cuidado de los nietos por la emigración de las generaciones jóvenes, y, además, quienes trabajaron muchos años en el exterior vuelven ya jubilados a su tierra natal, en donde demandan servicios sociales y de salud.
El Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay) y México concentran dos tercios de la población adulta mayor de la región. En Uruguay, el país más envejecido del hemisferio (más del 17% de la población supera los 60 años), la cantidad de adultos mayores igualará a la de niños en dos décadas. El índice de envejecimiento de México va a saltar de 20,5 en el año 2000 a 153,5 en 2050.
El envejecimiento de la población –alertan los expertos– amenaza con poner en crisis los sistemas sanitarios, las formas tradicionales de educación y trabajo, y la estructura misma de las sociedades. "La pirámide poblacional se está verticalizando, pero también se están verticalizando las familias", sostiene Julieta Oddone, profesora de Sociología de la Vejez en la Universidad de Buenos Aires.
"Antes, una familia sostenía a una o dos personas ancianas. Pero ya se empieza a ver que conviven dos o tres generaciones de viejos con pocos descendientes, o personas de 60 años que cuidan a mayores de 80... Son procesos que requieren de una mirada más amplia, no sólo de los sistemas sanitarios o de seguridad social, porque esas familias no pueden sobrellevar solas los cambios que se producen en su propio seno", agrega la responsable del proyecto de Envejecimiento y Sociedad de la sede local de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
El aspecto demográfico y médico se entrelaza con la variable económica. Satisfacer las necesidades especiales de los adultos mayores puede demandar tiempo, esfuerzo y dinero al resto de la familia. Una encuesta reciente realizada por la OPS en siete ciudades de América Latina y el Caribe revela que la quinta parte de los adultos mayores que viven en comunidad (no en hogares de ancianos) tiene al menos una limitación para realizar actividades de la vida cotidiana como comer, vestirse o ir al baño. Uno de cada dos hombres y dos de cada tres mujeres sufren artritis, osteoporosis, mala visión o incontinencia, todas condiciones que discapacitan en distinto grado.
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