Las personas solitarias tienen una mayor tendencia genética a desarrollar cierto tipo de enfermedades, según acaba de revelar un estudio realizado en Estados Unidos por la universidad de California en los Ángeles (UCLA y la universidad de Chicago.
Los resultados de dicho estudio han aparecido publicados en la revista especializada en genética Genome Biology, en la que los científicos explican hasta qué punto el funcionamiento de nuestros genes se ve condicionado por nuestra vida social.
A este respecto ya se habían realizado diversos estudios que relacionaban la salud humana con la epidemiología. Como ya explicamos en otro artículo de Tendencias21, por ejemplo, hace unos años científicos estadounidenses demostraron que vivir en soledad aumenta el riesgo de padecer enfermedades coronarias tanto entre personas mayores como entre jóvenes, al igual que hace crecer el nivel de estrés y la tensión arterial, publicó en 2002 la revista Psychosomatic Medicine Journal.
A pesar de estas evidencias, sin embargo, hasta ahora no se habían podido dilucidar los mecanismos funcionales del genoma que influían en esta tendencia a una salud deficiente derivada de la soledad crónica. El presente estudio, en cambio, ha analizado el transcriptoma de los glóbulos blancos o leucocitos de la sangre de un grupo de voluntarios que carecían de relaciones personales a todos los niveles (pareja, familia o amigos) en comparación con otros individuos más socializados. El transcriptoma hace referencia al material genético que es transcrito y traducido finalmente a proteínas, dando lugar a diferentes reacciones orgánicas.
Tristeza y salud
Con este análisis, los científicos intentaron determinar si existían alteraciones en la actividad de la transcripción genética que pudieran contribuir al aumento de problemas de salud en los individuos analizados.
Se realizó así un estudio genético con un dispositivo microscópico que identificó 209 genes que se expresaban de manera distinta en los leucocitos de 14 individuos con un nivel muy alto de aislamiento social, con respecto a otros voluntarios con una vida social más normalizada. Los primeros mostraron patrones de expresión genética que diferían marcadamente de los de aquéllos que no se sentían tan solos.
Los leucocitos fueron estudiados por ser el conjunto de células sanguíneas responsables de la respuesta inmune, encargados de intervenir en la defensa del organismo contra sustancias extrañas o agentes infecciosos.
Los resultados sugirieron que el sentimiento de aislamiento social está vinculado a alteraciones en la actividad del sistema inmunitario que provocan el aumento de señales inflamatorias en el cuerpo humano.
Por otro lado, han proporcionado un marco molecular para la comprensión de por qué el factor social está relacionado con el aumento del riesgo de enfermedades vinculadas a dichas señales inflamatorias, como las enfermedades cardiacas, las infecciones e incluso el cáncer.
Alta tasa de mortalidad
La tasa de mortalidad más alta de lo normal que sufren las personas que no tienen relaciones sociales quedaría así explicada por el impacto del aislamiento sobre la biología. Según declara el director del estudio, Steven Cole, de la Escuela de Medicina de la UCLA, en un comunicado de dicha universidad, lo que demuestra el análisis es que la situación de soledad extrema afecta a los procesos internos más básicos del ser humano: la actividad genética.
De los 14 individuos analizados, seis de ellos puntuaban un 15% en la llamada UCLA Loneliness Scale (escala de soledad de UCLA), una medida muy empleada para calcular el estado de aislamiento social de los individuos que fue desarrollada en la década de los 70. El resto de los individuos tenían una puntuación más baja en la misma escala.
De las 209 transcripciones genéticas halladas, las expresiones eran distintas en ambos grupos, con 78 sobrexpresiones y 131 expresiones más bajas de lo normal. Según Cole, el transcriptoma de los leucocitos aparecía por tanto modificado en los solitarios crónicos.
Posibles consecuencias
La sobreexpresión en los individuos solitarios supone efectos en la activación del sistema inmunológico y en la aparición de inflamaciones. La expresión más baja de lo normal, por el contrario, condiciona las respuestas antivirales y la producción de anticuerpos en el organismo.
Los análisis bioinformáticas realizados identificaron algunas de las señales biológicas que conforman estas diferencias en las expresiones genéticas entre un grupo y otro de individuos, como la actividad reducida de los glucocorticoides que producen respuestas anti-inflamatorias, lo que podría ayudar a contrarrestar médicamente los efectos adversos de la soledad para la salud.
Los datos obtenidos han supuesto el primer indicativo de que la actividad del genoma se altera en una situación de soledad. Según Cole, sin embargo, ésta no depende del número de personas que se conoce, sino de la calidad de las relaciones interpersonales, es decir, de la sensación de aislamiento que sufra el individuo.
Los resultados de dicho estudio han aparecido publicados en la revista especializada en genética Genome Biology, en la que los científicos explican hasta qué punto el funcionamiento de nuestros genes se ve condicionado por nuestra vida social.
A este respecto ya se habían realizado diversos estudios que relacionaban la salud humana con la epidemiología. Como ya explicamos en otro artículo de Tendencias21, por ejemplo, hace unos años científicos estadounidenses demostraron que vivir en soledad aumenta el riesgo de padecer enfermedades coronarias tanto entre personas mayores como entre jóvenes, al igual que hace crecer el nivel de estrés y la tensión arterial, publicó en 2002 la revista Psychosomatic Medicine Journal.
A pesar de estas evidencias, sin embargo, hasta ahora no se habían podido dilucidar los mecanismos funcionales del genoma que influían en esta tendencia a una salud deficiente derivada de la soledad crónica. El presente estudio, en cambio, ha analizado el transcriptoma de los glóbulos blancos o leucocitos de la sangre de un grupo de voluntarios que carecían de relaciones personales a todos los niveles (pareja, familia o amigos) en comparación con otros individuos más socializados. El transcriptoma hace referencia al material genético que es transcrito y traducido finalmente a proteínas, dando lugar a diferentes reacciones orgánicas.
Tristeza y salud
Con este análisis, los científicos intentaron determinar si existían alteraciones en la actividad de la transcripción genética que pudieran contribuir al aumento de problemas de salud en los individuos analizados.
Se realizó así un estudio genético con un dispositivo microscópico que identificó 209 genes que se expresaban de manera distinta en los leucocitos de 14 individuos con un nivel muy alto de aislamiento social, con respecto a otros voluntarios con una vida social más normalizada. Los primeros mostraron patrones de expresión genética que diferían marcadamente de los de aquéllos que no se sentían tan solos.
Los leucocitos fueron estudiados por ser el conjunto de células sanguíneas responsables de la respuesta inmune, encargados de intervenir en la defensa del organismo contra sustancias extrañas o agentes infecciosos.
Los resultados sugirieron que el sentimiento de aislamiento social está vinculado a alteraciones en la actividad del sistema inmunitario que provocan el aumento de señales inflamatorias en el cuerpo humano.
Por otro lado, han proporcionado un marco molecular para la comprensión de por qué el factor social está relacionado con el aumento del riesgo de enfermedades vinculadas a dichas señales inflamatorias, como las enfermedades cardiacas, las infecciones e incluso el cáncer.
Alta tasa de mortalidad
La tasa de mortalidad más alta de lo normal que sufren las personas que no tienen relaciones sociales quedaría así explicada por el impacto del aislamiento sobre la biología. Según declara el director del estudio, Steven Cole, de la Escuela de Medicina de la UCLA, en un comunicado de dicha universidad, lo que demuestra el análisis es que la situación de soledad extrema afecta a los procesos internos más básicos del ser humano: la actividad genética.
De los 14 individuos analizados, seis de ellos puntuaban un 15% en la llamada UCLA Loneliness Scale (escala de soledad de UCLA), una medida muy empleada para calcular el estado de aislamiento social de los individuos que fue desarrollada en la década de los 70. El resto de los individuos tenían una puntuación más baja en la misma escala.
De las 209 transcripciones genéticas halladas, las expresiones eran distintas en ambos grupos, con 78 sobrexpresiones y 131 expresiones más bajas de lo normal. Según Cole, el transcriptoma de los leucocitos aparecía por tanto modificado en los solitarios crónicos.
Posibles consecuencias
La sobreexpresión en los individuos solitarios supone efectos en la activación del sistema inmunológico y en la aparición de inflamaciones. La expresión más baja de lo normal, por el contrario, condiciona las respuestas antivirales y la producción de anticuerpos en el organismo.
Los análisis bioinformáticas realizados identificaron algunas de las señales biológicas que conforman estas diferencias en las expresiones genéticas entre un grupo y otro de individuos, como la actividad reducida de los glucocorticoides que producen respuestas anti-inflamatorias, lo que podría ayudar a contrarrestar médicamente los efectos adversos de la soledad para la salud.
Los datos obtenidos han supuesto el primer indicativo de que la actividad del genoma se altera en una situación de soledad. Según Cole, sin embargo, ésta no depende del número de personas que se conoce, sino de la calidad de las relaciones interpersonales, es decir, de la sensación de aislamiento que sufra el individuo.
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