La calidad de satisfacción que experimenta una persona durante sus vacaciones está "fuertemente influenciada" por la falta de preocupaciones negativas relacionadas con la salud y la seguridad, según la investigación realizada por el profesor de mercadeo de Virginia Tech, Joe Sirgy
Señala que la clave de unas vacaciones satisfactorias quizá sea tener menos emociones negativas con relación al viaje, en lugar de tener más emociones positivas. Las preocupaciones negativas serían del tenor a adquirir una enfermedad, cansancio o miedo a aumentar de peso, y los asuntos financieros, como no sobrepasar el presupuesto para el viaje o durante el mismo.
Contradicción. "Nuestros resultados contradicen la creencia general de que las vacaciones afectan la satisfacción de un individuo con su vida a través de emociones positivas relacionadas con la salud y la seguridad, [tales como] sentirse relajado, descansado y renovado después del viaje, o sentirse más sano debido a que el viaje ameritaba mucha actividad física", dijo Sirgy, quien se especializa en estudios sobre la calidad de vida.
También encontró que la gente era más feliz si sentía que el viaje no le llevaba a la ruina y percibía más bien "que el dinero invertido en el viaje valía la pena".
Las conclusiones de Sirgy se basan en una encuesta de más de 260 turistas a los que se les preguntó sobre los beneficios y costos de viajar y cómo esos factores afectaban la satisfacción general y en relación con áreas específicas como la vida social, familiar y financiera.
Riesgos de la salud. Por el mismo tenor el ex presidente del Colegio Mexicano de Farmacoeconomía y profesor del Centro Universitario de Ciencias de la Salud (CUCS), de la Universidad de Guadalajara, Miguel Ángel García González, indica que vivir angustiado, estresado o enojado eleva hasta tres mil veces los riesgos a la salud, ya que en esos estados emocionales el cuerpo eleva la producción de micro enfermadores subcelulares.
Durante una conferencias denominada “Farmacoeconomía”, García Gonzáles resaltó que “vivir angustiado o estresado envejecerá más pronto que quien vive con calma, lleva una buena dieta y hace ejercicio”.
Puntualizó que el término «farmacoeconomía» se refiere al estudio del costo y beneficio de los tratamientos y tecnologías médicas, considerando la economía, la epidemiología, el análisis de decisiones y la bioestadística.
Fábrica de energía. “Nuestro cuerpo es una fábrica de energía permanente. Para poder vivir, nuestro organismo produce una energía que le denominamos ATP (Adenosín trifosfato, sintetizado a partir de la glucosa). Y cuando nos enojamos, aceleramos el consumo de esta sustancia hasta tres mil por uno.
Cuando alguien hace un gran coraje, su cuerpo está envejeciendo hasta tres mil veces más rápido de lo normal. Una persona angustiada o estresada consume la reserva de ATP 500 o mil veces más que una persona relajada, clarificó.
Necesidad de comer. Agregó que el estado de enojo o de estrés, lejos de reducir el peso corporal, provoca en el individuo que despierte todas sus alertas para sentir más fatiga, más hambre, y que por tanto coma más.
“Como gasta energía muy rápido, va a sentir más necesidad de comer. Esa es la razón por la que mucha gente siente más hambre y come más cuando está angustiada”.
Economía. García Gonzáles señaló que la angustia y el estrés también están relacionados con la organización social y económica de un país.
“México tiene 42 millones de personas que ganan menos de un salario mínimo. Tras el llamado error de diciembre, entre 1994 y 1995, la tasa de suicidios se elevó 350 por ciento y la primera causa de atención médica fue la diabetes, mientras que la primera causa de muerte en esa época fue el infarto”.
Cambio de hábitos. Una recomendación para disminuir estos riesgos a la salud, añadió García González, es el cambio de los hábitos de vida.
“Las experiencias nos van dejando enseñanzas. Una gente que come suficientes frutas y verduras, una dieta inocua y hacer ejercicio, produce micro reparadores y micro rejuvenecedores.
Si tengo una vida con mucho estrés, estoy obligado a llevar una dieta saludable para eliminar los radicales libres, recomendó.
Momentos de felicidad. “También hemos aprendido que los momentos de felicidad, la risa, y en especial el enamoramiento, producen más micro reparadores y micro rejuvenecedores.
De hecho conocemos un síndrome llamado ‘corazón partido’.
Quienes lo presenten se sienten dañados en su afectividad y producen substancias que lo enferman del corazón.
Así que es muy importante ver la vida con optimismo.
Animo positivo. Sobre el particular, se realizó un estuido con tres mil británicos, el cual descrubrió que el estado de ánimo positivo se acompaña de menores niveles de cortisol, una "hormona del estrés" que, cuando se eleva de forma crónica, contribuye a aumentar la presión arterial, fomenta la obesidad abdominal y altera la función inmune, entre otros problemas.
El estudio, publicado en la revista American Journal of Epidemiology, revela también que las mujeres que se declaran felices muestran bajos niveles de dos proteínas relacionadas con la inflamación.
Un detalle importante teniendo en cuenta que la inflamación crónica parece estar detrás de enfermedades como el cáncer o las patologías cardíacas.
Felices y sanas. Desde hace tiempo los científicos sospechaban que las personas felices son también las más sanas, aunque no estaban claras las causas.
El profesor Steptoe, responsable de la nueva investigación, asegura que sus resultados demuestran por primera vez que las emociones positivas provocan respuestas biológicas "saludables".
Inclinación al optimismo. Un grupo de científicos propuso una explicación a por qué las personas sanas tienden a ser optimistas y, haciéndolo, ha dado con una posible causa de la depresión.
Otros investigadores, por su parte, buscan la explicación, y parece que la encuentran, a por qué a menudo nos creamos expectativas que resultan falsas, ya sean sobre una película o sobre el próximo encuentro con un amante.
Esperar acontecimientos positivos. «Los humanos esperan acontecimientos positivos en el futuro incluso cuando no hay evidencias que apoyen estas expectativas», escribe Elisabeth Phelps, del departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York (EU), en un artículo en la revista 'Nature'.
Por ejemplo, estudios psicológicos realizados hasta ahora muestran que «la gente espera vivir más tiempo y en mejor estado de salud que la media, que subestiman sus posibilidades de divorciarse y que sobreestiman sus probabilidades de tener éxito en el mercado de trabajo».
Esto, afirman los investigadores, es un hecho.
La pregunta es, ¿por qué el cerebro humano muestra esta inclinación natural al optimismo?
Optimismo moderado. Una respuesta inmediata y simplificada es que, de no ser por un mínimo de optimismo, el ser humano no se esforzaría por encontrar sustento y pareja con la que reproducirse y tener éxito evolutivo.
El optimismo vendría a ser, por tanto, una estrategia evolutiva.
Una estrategia que debe estar bien ajustada, como explica Phelps: «un optimismo extremo puede ser peligroso, porque lleva a subestimar los riesgos y planificar mal. Por el contrario, una visión pesimista de las cosas se correlaciona con la gravedad de los síntomas de la depresión».
De hecho, un optimismo 'moderado' se asocia a una buena salud física y mental.
Circuitos neurológicos. La siguiente pregunta es ¿cómo se organiza el cerebro sano para ser optimista?
La cuestión está relacionada con la capacidad de imaginar acontecimientos futuros, que a su vez depende de otra función: recuperar datos del archivo cerebral de acontecimientos pasados -la memoria, sea ésta consciente o no- y emplearlos para recrear, para generar una simulación, del futuro.
Esto implica la activación de determinados circuitos cerebrales.
Así, la hipótesis del equipo de Phelps para explicar el optimismo es que «en los optimistas, los circuitos neurológicos para simular el futuro son más activos cuando se imaginan acontecimientos positivos que negativos».
Sensación subjetiva. Para analizar esta idea los investigadores sometieron a varios sujetos a pruebas de resonancia magnética funcional, en las que se observaba el funcionamiento del cerebro mientras rememoraban experiencias personales pasadas positivas o negativas y, también, imaginaban acontecimientos futuros.
Después de los escáneres cerebrales los sujetos respondieron a tests en los que valoraban lo positivo o no de las experiencias recordadas o recreadas (algo esencial para correlacionar lo que mostraban los escáneres con el estado de ánimo percibido).
Estos tests ya revelaron una mayor facilidad y disposición a simular los acontecimientos futuros positivos que negativos, algo que casa bien con el 'sesgo' cerebral hacia el optimismo.
«Los acontecimientos futuros negativos fueron experimentados con una sensación subjetiva de pre-experimentación más débil que los positivos, y era más común imaginarlos desde un punto de vista externo», escriben los investigadores.
Esta tendencia era mucho más clara en los participantes catalogables -por otras pruebas psicológicas- como muy optimistas.
La amígdala. En cuanto a los escáneres cerebrales realizados, éstos revelaron que las áreas más implicadas en el estado de ánimo optimista son la amígdala y el núcleo cingulado anterior rostral.
La amígdala es una región clave sobre todo a la hora de 'teñir' de emociones los recuerdos, y en la toma de decisiones.
Los resultados del trabajo de Elisabeth Phelps (departamento de Psicología de la Universidad de Nueva York) indican, en opinión de los investigadores, que además es importante en la simulación de acontecimientos futuros emocionales pero no de cualquier acontecimiento futuro, sino de los que impliquen emociones.
Información emocional. El núcleo cingulado anterior rostral está muy bien conectado con la amígdala y otras regiones que proporcionan información emocional.
Ha sido asociado a tareas que implican reflexionar sobre uno mismo, como pensar en sueños e ilusiones, indicar preferencias o juzgar el grado de confianza que inspiran otras personas.
Pero con los datos del trabajo publicado Phelps sugiere que, a la hora de simular el futuro, este núcleo se ocupa de valorar la información autobiográfica, emocional y motivacional.
Núcleo cingulado. Y creen que es precisamente de esta área cerebral de donde parte la inclinación del cerebro hacia el optimismo.
«en la actividad del núcleo cingulado anterior rostral durante la imaginación de acontecimientos futuros [...] subyace un sesgo en la atención dedicada a los acontecimientos futuros positivos frente a los negativos», escriben.
Experiencia acumulada. Puede que el cerebro sea en general optimista respecto a los grandes planes de la vida. Pero las pequeñas decisiones de la vida cotidiana también hacen trabajar la capacidad humana de 'pre-experimentar' el futuro: ¿voy o no a esa película? ¿Me gustará, o no? ¿Me lo pasaré bien en la cena de Navidad de la empresa?
En este tipo de valoraciones el cerebro simplemente echa mano de la experiencia acumulada previamente (películas previas de ese director o actor; cenas de otros años), rememora si fue placentera o no, simula el acontecimiento futuro y en función de los datos disponibles emite un veredicto.
Un veredicto que a menudo se demuestra erróneo, porque al final la peli resulta aburrida o la cena a la que se asiste por obligación, muy divertida.
Estos errores de juicios no son enteramente casuales.
Distorsiones. Psicólogos como Daniel T. Gilberth y Timothy D. Wilson, de las universidades de Cambridge y Virginia (EU) respectivamente, han estudiado por qué ocurren.
Las conclusiones se han publicado en la revista 'Science'. Estos expertos explican que nuestras simulaciones del futuro no son representativas.
Para simular y pre-experimentar el futuro recurrimos a los recuerdos, pero no a todos.
Lo habitual es recordar más la última experiencia, o la peor o la mejor, con lo cual no nos estamos basando en recuerdos de grado emocional 'medio', sino en los extremos, no representativos.
Eso introduce distorsiones en la simulación. También revelan que sólo se simula lo esencial.
Detalles no esenciales. Cuando imaginamos el concierto de ópera de la semana próxima pensamos en la música, el vestuario... pero no en las dificultades de encontrar aparcamiento, por ejemplo.
Y estos detalles no esenciales pueden influir mucho en la experiencia real.
Esto es especialmente acusado cuando se simulan acontecimientos muy lejanos en el tiempo, y por eso es tan frecuente el arrepentirse (o que dé pereza) de un determinado compromiso asumido tiempo atrás.
Asimismo, los psicólogos explican que las simulaciones son abreviadas.
Al simular un acontecimiento futuro se piensa sólo en los primeros momentos de ese hecho, y se suele despreciar la capacidad de adaptación del organismo.
Gilberth y Wilson ponen como ejemplo la simulación de quedarse paralítico tras un accidente.
Es muy común imaginarse siendo mucho menos feliz de lo que lo son realmente las personas que no pueden caminar, por la tendencia a recrear sólo los primeros días tras el accidente.
Relación con la depresión. Las mismas áreas cerebrales que participan en el sesgo optimista se han relacionado con la depresión.
Es un hecho que el pesimismo y la dificultad para imaginar con detalle acontecimientos futuros se consideran síntomas de la depresión.
Además, se ha sugerido también que detrás de la depresión podría estar un mal funcionamiento de las rutas neuronales que comunican el núcleo cingulado anterior rostral y la amígdala, porque ello llevaría a una mala regulación de este núcleo sobre las regiones implicadas en las emociones.
Los nuevos resultados apoyan esta hipótesis, y «podrían proporcionar nuevas pistas sobre los mecanismos que intervienen en la depresión», escriben los investigadores en 'Nature'.
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lunes, 14 de septiembre de 2009
CALIDAD DE VIDA
La ausencia de emociones negativas contribuye al mayor disfrute del viaje
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