Cuenta una leyenda oriental que hubo un rey que recibió como
obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería
para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al
rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero no sabía
lo que le sucedía al otro; no se había movido de la rama desde el día de
su llegada a palacio, de tal manera, que había que llevarle el alimento
hasta allí.
El
rey mandó a llamar sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar
al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada
sucedió.
Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil.
Difundió al final el problema entre todos sus súbditos, y, a la
mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente en los jardines.
Traedme al autor de ese milagro, dijo.
En seguida le presentaron a un campesino.
-¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso?
Entre feliz e intimidado, el hombrecito solo explicó:
- No fue difícil, su Alteza: sólo corté la rama. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y se largó a volar
¿Sabes que tienes alas?
¿Sabes que puedes volar?
¿A qué estás agarrado?
¿De que no te puedes soltar?
¿Qué está esperando tu rama para romperse?
¿Quién o qué la puede cortar?
¿Cuáles son las razones que hoy te impiden levantar vuelo?
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