miércoles, 1 de abril de 2009

El calzado en la tercera edad

Caminar es uno de los ejercicios más sanos. Pero tener un simple callo en el pie o que aprieten los zapatos puede convertir el paseo en una pequeña tortura. Mantener unos pies sanos, libres de durezas y de deformaciones causadas por un calzado incómodo es simple. Basta con una higiene diaria, utilizar los zapatos adecuados y visitar al podólogo con regularidad. Unos pies en buen estado nos ayudarán a andar con seguridad, evitar caídas y mejorar nuestra movilidad.









Cobertura pública de la podología




















Los servicios de podología, con carácter general, no están recogidos, por el momento, en la sanidad pública, salvo en procesos quirúrgicos u hospitalarios muy determinados, o por parte de los servicios sociales, aunque en algunas comunidades facilitan el acceso al podólogo en residencias y centros de mayores a cambio de que el mayor pague una pequeña cantidad por cada sesión.
MUFACE, tal como se informa con mayor detalle en otras secciones de esta misma revista, incluye, o va a incluir, en 2007 dos posibilidades de cobertura de podología para aquella parte de su colectivo que más requiere este tipo de servicios:

• Para los pacientes diabéticos insulino-dependientes a través del nuevo concierto de asistencia sanitaria para 2007.
• Para las personas mayores de 70 años se está preparando una próxima convocatoria adicional de ayudas sociosanitarias que incluirá ayudas económicas para cubrir una parte del coste de las sesiones y un convenio con el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos que fijará un precio más económico de éstas.



Veintiocho huesos y 55 articulaciones se mueven en sincronía entre el pie y el tobillo cada vez que damos un paso. Los pies soportan nuestro peso a lo largo de toda la vida, nos permiten movernos y, sin embargo, no les damos la importancia y el cuidado que merecen. El calzado, ideado para protegerlos del suelo, se ha convertido en su peor enemigo. La estética y las modas han primado siempre por encima de llevar un zapato adecuado para nuestros pies. Las consecuencias: callos, durezas, juanetes, dedos en garra, entre otras patologías. “La piel es la primera barrera que tenemos en el cuerpo y es la primera que sufre. Un callo no es más que una defensa de la piel contra algo que le roza”, afirma Orlando Hernández Charro, podólogo de Clinipié.
Estos pequeños problemas, si no se atienden por un especialista, pueden llevar a adoptar posturas incorrectas para caminar que, a la larga, pueden perjudicar a nuestro cuerpo, nuestra movilidad y estabilidad. Aunque estas patologías de los miembros inferiores pueden aparecer a cualquier edad, son de especial relevancia en las personas de la tercera edad, puesto que estas afecciones se suman a la propia transformación que el cuerpo experimenta cuando va cumpliendo años. Con la edad, se pierde musculatura, las articulaciones se desgastan, la columna vertebral se encorva, las plantas de los pies no sienten como antes las irregularidades del suelo, el paso se hace lento y más corto y se tropieza con mayor frecuencia, ya que cuesta más levantar los pies del suelo. Si a esta merma de nuestro cuerpo le añadimos enfermedades como la artrosis, fracturas, descalcificación ósea, problemas vasculares, neurológicos o de diabetes, nuestros pies tendrán más dificultades para una correcta movilidad.

Movilidad
El sistema locomotor se atrofia a medida que lo dejamos de utilizar. Caminar, pasear, es vital para que las personas mayores se mantengan activas, ya que, en la mayoría de los casos, es el único ejercicio físico que pueden realizar a su edad. La movilidad les permite, además, ser más autónomos y depender menos de la familia. Por esta razón es tan importante vigilar nuestros pies y mantenerlos sanos.

El calzado
Utilizar un calzado adecuado para que los pies estén sanos es la primera premisa que hay que tener en cuenta. “En qué condiciones estén los pies depende generalmente de cómo los vestimos. El 90 por ciento de las patologías provienen del uso inadecuado de un zapato, sobre todo en las mujeres. Si son mayores, además, los problemas vienen también derivados del uso de ligas, fajas, ligueros, que presionan y estrangulan la circulación, provocando que la sangre no llegue hasta el pie”, afirma J. Hernández Charro. Antes de comprar unos zapatos conviene recordar que es mejor probárselos al final de la jornada, cuando el pie ya tiene la máxima dimensión de longitud y volumen. Un calzado adecuado nos debe permitir mover los dedos en su interior, tiene que tener un dedo de espacio por delante, el ancho debe ser el de nuestros juanetes y el talón debe quedar confortable y no apretado. No es conveniente llevar zapatos altos ni planos sino de una altura media. Si el calzado es para una persona mayor, es conveniente que tenga suelas antideslizantes y que tenga una buena sujeción, a ser posible con cordones.

La Higiene
Tan importante como llevar un calzado adecuado es mantener una correcta higiene. Hay que lavar los pies a diario con agua y jabón neutro, secar correctamente entre los dedos para no dejar humedad, hidratárselos con crema para no generar sequedades que provoquen agrietamiento en la piel, cambiarse de calcetines todos los días y evitar aquellos cuya composición nos haga sudar más.

La Prevención
La prevención es el mejor consejo para mantener unos pies sanos en todas las edades y circunstancias, pero especialmente en aquellas situaciones que aconsejan un mayor cuidado y que ha dado lugar a la especialización de los servicios de podología dependiendo del colectivo a la que se dirijan: podología pediátrica, geriátrica, pie diabético, ortoprotésica e incluso deportiva.
Generalmente, solemos visitar al podólogo –que es el actual profesional especialista en la materia reconocido por Sanidad– cuando ya no nos queda más remedio. Sin embargo, las callosidades no aparecen de la noche a la mañana sino que son procesos que necesitan tiempo para formarse “El primer síntoma es un enrojecimiento de la piel. Si no se hace caso, la piel se defiende de la rozadura y se va acumulando formando una callosidad o dureza que es luego lo que nos viene a molestar”, señala J. Hernández Charro. Las visitas regulares al especialista nos ayudan a mantener a raya cualquier dureza que se presente en el pie, evitaremos deformaciones y tratamientos posteriores más duros. Hay que abstenerse de quitarse uno mismo los callos o de utilizar productos de farmacia, que contienen elementos abrasivos, puesto que las consecuencias pueden ser peores.

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