lunes, 15 de octubre de 2012

PARA EL ADULTO MAYOR

Antes de hablar de autonomía en la vejez es necesario establecer de qué concepto de vejez y de envejecimiento partimos.
El envejecimiento es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable, que se desarrolla en los aspectos biológicos, psíquicos y sociales de los sujetos y que está estructurado en torno al tiempo. El envejecimiento es una etapa más del ciclo vital. No es un estado patológico.
La vejez, por su parte, es una construcción social. Cada sociedad atribuye un significado diferente a la vejez, a partir del cual se designarán status, roles y mandatos, se definirán los posibles problemas de las personas mayores y se elaborarán las respuestas a los mismos. Construcciones culturales de cada sociedad indican qué es el viejo y qué se espera de él. Los viejos, moldeados por el imaginario social, asumen el mandato y lo reproducen reforzando las representaciones sociales sobre la vejez.
Veremos que en edad avanzada, las personas sufren limitaciones en su autonomía por consecuencias derivadas del proceso natural del envejecimiento; pero también como consecuencia de impedimentos culturales.
A medida que envejecemos las células del organismo se van desgastando y provocando transformaciones en los distintos sistemas y órganos del cuerpo humano, que se traducen en general como declinaciones. La estructura ósea se achica. La masa muscular también se reduce. Las articulaciones se desgastan. Disminuye la capacidad de los órganos sensoriales: la audición se dificulta, llegando a veces hasta la sordera. La visión también se reduce teniendo que recurrir a anteojos. También declina el funcionamiento pleno del olfato y el gusto.
Hay una pérdida de vigor, agilidad y velocidad. El cansancio y la fatiga se presentan con más frecuencia.
Neurológicamente son comunes los fallos en la memoria, principalmente en la memoria reciente. La actividad intelectual se vuelve más lenta; las operaciones mentales fáciles, más irregulares y disminuye la capacidad de atención, de cálculo y de razonamiento lógico.
La actividad sexual declina en frecuencia y la menopausia en la mujer determina el final de su ciclo reproductor.
Este proceso de involución de los sistemas reduce la capacidad de defensas del organismo y lo vuelve más vulnerable, por lo cual en la vejez aumentan las posibilidades de perder parcial o totalmente las facultades mentales, motrices, sensoriales, del habla. De esta manera los adultos mayores pasan a depender de otra persona en uno o varios de los aspectos necesarios para desenvolverse en la vida cotidiana.
Por ejemplo, la osteoporosis vuelve los huesos más frágiles. Esto es factor de fracturas que pueden devenir en postraciones permanentes.
También suele aparecer la artritis (inflamación de las articulaciones) o la artrosis (proceso degenerativo). Esta enfermedad produce dolores y en muchos casos puede llevar a la inmovilidad.
La aterosclerosis es una enfermedad constante en la vejez, afecta al sistema circulatorio, a veces al cerebro. Igualmente sucede con la hipertensión arterial. Los accidentes cerebro-vasculares suelen dejar secuelas muy graves por que determinan diversos grados de dependencia : cuadriplejías, hemiplejías, trastornos en la motricidad, en el lenguaje, y en otras funciones mentales.
Los cuadros demenciales causados por diversas etiologías son unos de los principales factores que originan dependencia de los adultos mayores ya que pierden la facultad de ubicación témporo-espacial, de memoria, de juicio, de comprensión, etc.
Todos estos factores que he enumerado tienen una manifestación biológica. Esto no quiere decir que los cambios y patologías que se producen en el organismo tengan un origen puramente biológico. Por que la forma de envejecer y de enfermar es un proceso social que depende de la interacción entre el sujeto y el medio.
Además, ahora me referiré a factores que tienen su origen y manifestación en la dimensión social y cultural de la vida de los sujetos en nuestra sociedad actual.
En el orden económico, encontramos que el primer causante de reducción de la autonomía de las personas está ligado a la reducción de ingresos que se produce como consecuencia de la jubilación. El término "jubilación" viene de "júbilo", y fue denominado así porque se consideraba que después de una gran parte de la vida dedicada al esfuerzo y al trabajo, las personas merecían vivir el resto de sus vidas descansando y gozando de su tiempo libre. Pero hoy, el jubilarse es motivo de angustia y preocupación; no solamente porque los montos de los haberes jubilatorios son insuficientes para cubrir las necesidades básicas, sino también porque ahora está en riesgo su salud, ya que su obra social (PAMI) interrumpe la prestación de servicios para la prevención, atención y rehabilitación médica, servicios sociales como las internaciones geriátricas y diversos servicios que se prestaban desde los centros de jubilados como actividades físicas, recreativas, de peluquería, pedicuría, etc.
Esta cuestión económica profundiza el estado de vulnerabilidad de las personas mayores, afectando su independencia, ya que deben apelar a los recursos de la red familiar para la subsistencia. Además, y en el peor de los casos, muchos haberes jubilatorios se convierten en el único ingreso del grupo familiar ampliado, en los miles de hogares donde los hijos o hijas con familia han perdido el empleo.
En el orden cultural los adultos mayores sufren limitaciones a su independencia, como resultado de diversos prejuicios que están instalados en el imaginario social. Prejuicios tales como "Los viejos son como niños" , o "Qué le vas a preguntar a ellos", o " No pueden", o "No se dan cuenta", o "No lo van a entender", o "Son caprichosos, son tercos, no razonan"; todas estas afirmaciones llevan a una consecuencia ineludible: no podemos esperar que las decisiones que ellos tomen sean las más acertadas, por lo tanto POR SU BIEN, las decisiones sobre su vida, las tomamos los adultos y/o las instituciones.
Y los adultos mayores terminan convenciéndose de que lo mejor es poner en manos de sus hijos o sus sobrinos las decisiones más y menos importantes, fortaleciéndose así una relación de dependencia personal que se acrecienta a medida que pasa el tiempo. Los que se resisten a las recomendaciones, sugerencias y consejos de los familiares adultos, en general, deben enfrentar las amenazas a veces explícitas, a veces muy sutiles, de que si optan por su propia elección, en oposición a la del resto de la familia, deberán atenerse a las consecuencias, ya que no contarán con el apoyo familiar del que gozaban hasta ahora. Hay innumerables ejemplos de personas mayores que cuando quisieron reiniciar su vida sentimental junto a una pareja, sufrieron el rechazo de la familia y debieron optar por concretar su sueño personal o mantener relaciones con el resto de la familia. Hemos entrado al siglo XXI asistiendo a profundos cambios, entre otros a una nueva forma de pensar la sexualidad humana, caracterizada sobre todo por la cada vez más creciente libertad sexual, en cuanto a libertad de disponer del propio cuerpo y a la demanda de no discriminación hacia los grupos homosexuales. Sin embargo, pareciera que los viejos quedaron atrapados en los siglos anteriores y hoy, el hombre mayor que se involucra en una experiencia sexual es un"viejo verde" y la mujer mayor que intenta iniciar una relación amorosa es una "vieja pervertida".
Otros deben olvidarse de realizar un viaje, o salir con amigos, o seguir viviendo solos, por que los hijos consideran que es peligroso para su salud y su seguridad. En no pocos casos, hay adultos que manejan el dinero que sus mayores cobran en concepto de jubilación, decidiendo cuáles son sus necesidades, con qué bienes se habrán de satisfacer, cómo y cuándo.
Pero, la máxima expresión de privación de autonomía se pone de manifiesto cuando los hijos deciden, sin consultarlo con sus padres, que éstos deben vivir en un geriátrico por que a pesar de no sufrir ninguna enfermedad, ni incapacidad, están muy "viejitos y solos", sin tener en cuenta otras alternativas a la internación, como el cuidado domiciliario, los centros de día, etc. El ingreso a la institución marca el inicio de un proceso creciente de pérdida de independencia personal. Los residentes deben someterse a normas institucionales y de convivencia como horarios de comida, de descanso, de recreación, etc. Compartir lugares comunes, hasta los dormitorios, con personas desconocidas. Resignar la pérdida, no solamente de su hogar, sino de todos los objetos que lo conformaban: muebles, plantas, animales, etc. Separarse de sus amigos, vecinos, familiares. Muchos son despojados de sus bienes por sus apoderados que se apropian de sus ingresos mensuales o de sus propiedades. Dentro de la institución es muy reducido el margen de opciones y son escasos los estímulos para fortalecer la independencia : no se cocinan, no se lavan la ropa, no limpian, ni reparan, ni mantienen el lugar de residencia. Otros, lo hacen por ellos. Hay personal capacitado para realizar todas las tareas, incluido su propia higiene y aseo. Es tan significativa la relación de dependencia que genera la institucionalización, que los residentes, en muchos casos y una vez que se adaptaron, son resistentes a las salidas a la casa de familiares, o a los paseos programados por la institución; y recién cuando regresan, vuelven a sentirse seguros.
Debo dejar en claro además, que me estoy refiriendo en estos casos sólo a los adultos mayores que pierden o son despojados total o parcialmente de su independencia porque este es el tema que me interesa desarrollar; pero esto no significa que todos los adultos mayores atraviesan el mismo fenómeno. Por el contrario, hay personas que siguen ejerciendo plenamente sus derechos y aún cuando hayan sufrido una pérdida de autonomía sobre el control de su cuerpo, son respetadas y consultadas en sus deseos y decisiones. Esta es una actitud ante el propio envejecimiento, por parte del envejescente y ante la vejez en general por parte del grupo familiar y social del entorno más próximo, que consideran a la etapa de la vejez como una etapa más de la vida, de la cual nadie está exento, y que debe ser vivida con la dignidad que corresponde a todo ser humano.
IMPACTO EN LA SUBJETIVIDAD
Los seres humanos nos representamos lo que somos a través de la visión que los otros tienen de nosotros. La forma en que se caracteriza a los adultos mayores, contribuye en gran medida a crear la situación y condiciones sociales en las cuales éstos viven. Cada sociedad crea un cristal, a través del cual tiene una determinada visión de la realidad. En nuestra sociedad capitalista, donde la productividad es la medida del valor de la persona, los viejos como no producen ni consumen, pierden valor y como consecuencia pierden poder. En nuestra cultura posmoderna que exalta la juventud, la belleza exterior y la vertiginosidad, los viejos ocupan en la escala social, el último lugar.
En definitiva, es el medio social el que crea la imagen de la gente vieja a partir de sus normas y de los ideales y valores que persisten en cada época. Y los viejos asumen el papel que se les asigna desde los medios de comunicación, desde las instituciones, desde los profesionales que trabajan por su bienestar y desde la opinión general; y cumplen este mandato, porque es lo que se espera de ellos. Si la creencia es que ellos no pueden, no deben, no saben hacer, pensar, decir y sentir determinadas cuestiones, ellos terminan convencidos de que es así y que es más conveniente delegar las decisiones en los adultos.
Estas relaciones de dependencia se dan con los familiares más cercanos, o con los profesionales, o con las instituciones, o con todos a la vez. Pero cuando existe también una imposibilidad de desarrollar plenamente la autonomía por la existencia de una enfermedad crónica o discapacitante , se potencia la relación de dependencia con el medio, en cuanto a las decisiones acerca de la propia vida. Una persona con una determinada discapacidad motriz que está impedida de caminar y que debe ser asistida por su familiar o cuidador para el baño personal, es muy probable que sea consultada acerca del día y horario en que desea tomar su baño, pero es más probable que el momento del baño sea una decisión tomada por su cuidador o familiar en función de la organización del tiempo del mismo. Si se trata de instituciones geriátricas las posibilidades de decidir algunas cuestiones personales son más remotas todavía; ya que todas las actividades de la vida diaria: aseo, desayuno, comidas, tiempo para ver televisión, recreación, siesta, etc., están preestablecidas mediante un cronograma por la institución. En algunas oportunidades ni siquiera se les consulta acerca de la ropa que van a usar ese día.
Cuando la persona mayor está en muy buena posición económica, puede costear una remuneración adecuada a un asistente geriátrico y exigir calidad en el servicio. Igualmente sucede si puede costear una residencia privada.
Los adelantos tecnológicos en materia de instrumentos ortopédicos que favorecen la independencia de las personas con discapacidad están limitados a otros grupos etáreos o a las personas mayores que tienen un nivel económico alto que les permite adquirir estos bienes. Las sillas de rueda que PAMI entrega a los afiliados que las solicitan son las sillas manuales. Pero las sillas con motor electrónico que son comandadas por el usuario sin necesidad de un agente externo que las maneje, solamente son entregadas a los afiliados jóvenes, jubilados tempranamente por invalidez y que se encuentran estudiando alguna carrera universitaria.
En nuestro sistema capitalista el que se jubila pasa a engrosar la categoría de "pasivo". Si después de jubilado se enferma o incapacita perdiendo la condición de auto validez, además de pasivo, es una carga. Y si, además de todo esto es pobre, se convierte en un problema social del cual el estado neoliberal cada vez se desentiende más.
El hecho de haber perdido determinadas capacidades, de no poder desenvolverse por sí mismo, de necesitar a otros para seguir viviendo no es fácil de asumir. Depende de la personalidad y de la historia de vida de cada uno. Pero, si no se cuenta con una red de apoyo familiar y social, el estado de desamparo a que están sometidos los carga de angustia porque no avizoran un futuro distinto y se resignan a su destino, cayendo en la pasividad, indiferencia y a veces en la depresión. Esta situación no hace más que debilitarlos y reforzar en sus relaciones las posibilidades de dependencia.
CONCLUSIONES
La imposibilidad de ejercer el derecho de decidir sobre la propia vida significa no poder decidir, dónde vivir, con quién vivir, cómo vestirse, qué comer, a dónde salir, cómo administrar el dinero, planificar el futuro, hablar sobre lo que se desea y llevarlo a cabo. Es decir, que no decidir sobre la propia vida implica no ejercer los derechos humanos fundamentales: el derecho a la vida, a la libertad, el derecho a la libertad de expresión y de pensamiento, el derecho a la privacidad, a la sexualidad, a la educación.
Pero, desafortunadamente, las barreras que se imponen a los adultos mayores para ejercer estos derechos no son vistas como violaciones a los derechos humanos. Se despoja a los viejos de ciertas necesidades y capacidades humanas, como por ejemplo la sexualidad, la creatividad, el aprendizaje, la capacidad de discernir favorablemente a su bienestar como si esto fuera algo correcto. Esta actitud con los viejos está instalada y naturalizada en casi toda la sociedad. Y desnaturalizarla es uno de los objetivos de la educación para el envejecimiento. Todos los miembros de la sociedad debemos reconocer esta situación porque todos somos responsables de su reproducción y los adultos mayores deben ser concientes de que son objeto de esta discriminación y adoptar una posición de critica y cuestionamiento a esta actitud; porque son ellos los que mejor pueden asumir una defensa activa de sus derechos. Para que esto sea posible, los trabajadores del campo de la Gerontología debemos generar las condiciones externas e internas en los grupos de adultos mayores y en el resto de la sociedad para promover este debate.

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