miércoles, 17 de octubre de 2012

LA TERCERA EDAD, UNA OPORTUNIDAD




El aumento en la esperanza de vida ha provocado que cada vez haya más personas sobre los 65 años activas y con energía. La industria inmobiliaria aún no se hace cargo de este grupo.
Las poblaciones son intrínsicamente inestables y sujetas a cambios repentinos y agudos. A modo de ejemplo, está el aumento muy rápido del número de gente de la llamada ‘tercera edad’. Con la esperanza de vida cada vez mayor, crece el grupo de personas entre los 65 y 85 años (aproximadamente) que son válidas, es decir, están con plenas facultades físicas y mentales.
En los llamados países desarrollados, las inmobiliarias y constructoras, así como los promotores y gestores, fijan sus miradas cada vez más en este nicho y buscan ese filón entre la población jubilada que no precisa asistencia. ¿Qué busca esa gente?, ¿Qué es lo que necesita?, ¿Cómo pueden pagar?, ¿Cuáles son los deseos, necesidades y valores de los mayores?, ¿Hay un solo grupo de personas mayores o varios que tienen diferentes expectativas, necesidades, valores y satisfacciones?
En Europa, el tema es un negocio que crece a ritmos del 10%. Sólo en 2003 la facturación por este ítem fue de 1.750 millones de euros. Por otro lado, en Estados Unidos cada vez son menos quienes jubilan al cumplir los 65 años. Desde los años ‘80 a nuestros días, se ha duplicado el número.
Varios elementos influyen en este cambio, pero la razón de fondo —según el libro “Microtrends” de M. Penn y K. Sálense—, es que a estas personas les gusta trabajar. Esta tendencia está teniendo un gran impacto. De partida, está ampliando la fuerza laboral, y también ha influido en la forma de hacer política y de entender la sociedad. Hoy equipos interdisciplinarios conformados por arquitectos, urbanistas, diseñadores, ingenieros, gerontólogos, médicos, economistas, psicólogos y sociólogos, entre otros, se unen para mejorar la calidad de vida de este importante grupo etáreo.
Y es que hay que cambiar el escenario actual. Por estos días, las sociedades se preocupan por extender la vida, pero sin darle un lugar adecuado a los adultos mayores dentro de dichas sociedades ya envejecidas. El problema es cómo se enfrentarán ellas mismas, en pocos años más, a los adultos mayores del futuro próximo. Hoy ya se habla de la cuarta edad, siendo el grupo que conforma a las personas de 85 años hacia arriba.
La necesidad de una ciudad amable
Se debe proponer una ciudad pensada para acoger efectivamente a las personas mayores, sin barreras arquitectónicas. Una ciudad adaptada e integrada a ellas, con una convivencia intergeneracional.
En este mismo sentido, los planes urbanísticos deberán tener en cuenta la accesibilidad física a los espacios públicos, mediante la adecuación de recorridos peatonales, así como la existencia de un buen diseño mobiliario urbano y de un transporte accesible, para que los adultos mayores puedan seguir integrados en las comunidades sin riesgos, realizando con autonomía sus actividades.
Con su proyecto, el arquitecto y el urbanista desarrollan un papel pedagógico. Es necesario no perder de vista que la ciudad se diseña para un grupo de personas con necesidades singulares, no son sólo personas con discapacidades. Nadie considera a un niño o a una embarazada como un discapacitado, sino que son sujetos con necesidades especiales. Debemos diseñar en base a las capacidades de cada grupo etáreo, con lo que pueden y no con lo que no pueden hacer.
Y es que una vivienda con obstáculos físicos, una ciudad intransitable, aunque en escalas arquitectónicas diversas, son formas análogas de exclusión. Como alternativa a una ‘casa de reposo’, surgen los espacios urbanos y las viviendas tutelares, donde es el entorno espacial el que protege al adulto mayor. Se trata de espacios diseñados para recibir todo el equipamiento asistencial necesario, de forma tal que el adulto mayor sienta que está habitando su propia casa o jardín.
Lo que se busca es brindarle un espacio que lo contenga, lo comprenda y proteja. Además, al responder arquitectónicamente a este segmento de la sociedad, los beneficios se hacen extensibles a todas las personas con algún problema de movilidad, las que podrán participar de un hábitat integral de desarrollo comunitario.
Una oportunidad de negocio inmobiliario
Se debe considerar esta propuesta al diseñar ciudades, barrios, loteos, balnearios y comunas, como una oportunidad. Hay que tener una visión de negocios. Socialmente existe una tendencia a aislar los espacios destinados al adulto mayor activo, error recurrente dado que es una persona que aprovecha y agradece la comunicación con el exterior, y es parte de las relaciones sociales en toda escala humana. Se estima que en Chile el 13,4% de la población adulta mayor vive sola, según lo indicado por el Censo 2002.
Hay empresarios capaces de hacer una lectura a esta nueva tercera edad. Existe un proceso de cambio en la conducta desde nuestros abuelos, los abuelos actuales y los que vamos hacia allá, a parte de los que llegarán después de mi generación. Recordemos que el cambio es lo único constante.
Hoy tenemos la oportunidad de pensar este escenario social real como una conveniencia de negocio inmobiliario, creando un espacio urbano que considere a las personas de la tercera edad. Así como se desarrollan balnearios de segunda vivienda completos, como grandes condominios, y se ejecutan barrios nuevos (como Colina y Pudahuel en Santiago), por qué no mirar hacia esta demanda cada día en aumento de servicios adecuados.
Si analizamos los censos del INE, el comportamiento de la demografía, los cambios de hábito y costumbres de la sociedad, podremos concluir que existe esa oportunidad. Yo al menos, como arquitecto y urbanista, comenzaré a evaluar la posibilidad de desarrollar un proyecto que me acoja cuando llegue la necesidad (y no me falta mucho). Le invito a ello

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