La soledad es uno de los grandes enemigos del bienestar de nuestros
mayores. Por eso, aquí encontrarás vías de escape y entornos de apoyo
para combatirla y recuperar las ganas de disfrutar la vida en compañía.
La soledad en la tercera edad es uno de los grandes
enemigos del bienestar de nuestros mayores, un tema preocupante sin
duda, ya que su calidad de vida no solo implica un buen estado físico,
sino también emocional. La amargura y la tristeza roban las ganas de
vivir a muchas personas mayores que se sienten solas. En este sentido,
conviene tener en cuenta que la sociedad y el modelo de familia han dado
un giro importante en las últimas décadas. Por ello, conviene hacer
autocrítica. Con la modernidad hemos conseguido retos muy positivos,
pero en la actualidad también tenemos una profunda crisis de valores. En
este contexto, conviene recordar que cada persona, haciendo uso de su
libertad, es capaz de ir más allá de las circunstancias sociales. Por
ello, lo ideal es que los mayores tengan un protagonismo importante en
el seno de la familia y no se sientan nunca solos.
Necesidades emocionales de las personas mayores
Las principales necesidades emocionales de las personas mayores son la necesidad de estima y reconocimiento. Necesitan sentir que forman parte de la sociedad y de su entorno cercano.
Para las personas mayores es muy gratificante rodearse de gente más
joven porque se sienten más vivas y más alegres, y necesitan convivir
con personas de edades diversas, que aportan formas de ver la vida y
experiencias distintas a las suyas. Está claro que la alegría también se
contagia, y en esto influyen detalles tan sencillos como la forma de
vestir. Por suerte, en la actualidad las personas mayores pueden apostar
por la moda y vestir de una forma juvenil y con colores animados, y es
que el modo de vestir influye mucho en el estado de ánimo.
Sin embargo, es frecuente que algunas personas mayores puedan llegar a sentirse solas. El motivo es que no tienen familia,
o sí la tienen, pero sus familiares actúan con indiferencia, lo que
muchas veces es todavía peor. La soledad también puede surgir por los
miedos y las inseguridades propias de la edad, o a causa de enfermedades
crónicas que disminuyen su calidad de vida o les impiden desenvolverse
por sí mismos.
En otros casos, existen personas que sufren mucho después de la Jubilación
ante el cambio que implica la falta de actividad profesional, y porque
perciben su nueva situación como un aislamiento social por haber perdido
también la relación que mantenían con sus compañeros de trabajo. Este
cambio lo notan especialmente las personas que tenían un trabajo con el
que eran realmente felices.
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