El libro “Anatomía de una enfermedad”, publicado en 1979 por el fallecido editor de revistas Norman Cousins,
fue el primero en exponer ante el público una correlación entre el
humor y la salud. Cousins describe cómo se recuperó de una enfermedad de
los tejidos conjuntivos que normalmente suele ser irreversible mediante
un tratamiento que incluyó, entre otras terapias, películas cómicas de
los hermanos Marx.

Los niños están mucho más dispuestos a reírse que los adultos, un
pequeño se ríe un promedio de 300 veces al día, mientras que un adulto
lo hace entre quince y cien.
La risa es una potente herramienta curativa.Una buena carcajada
fortalece el sistema inmunológico del cuerpo y reduce las hormonas que
pueden causar tensiones.
La risa provoca una tremenda liberación de
hormonas, las endorfinas conocidas merecidamente como las hormonas de la
felicidad. Además, liberamos serotonina, dopamina y adrenalina. La
explosión de carcajadas provoca algo muy parecido al éxtasis: aporta
vitalidad, energía e incrementa la actividad cerebral. Cuando nos invade
la risa, muchos músculos de nuestro cuerpo que permanecían inactivos se
ponen en funcionamiento. Es un estímulo eficaz contra el estrés, la
depresión y, evidentemente, la tristeza.
La risoterapia no se basa en sonrisitas, ni siquiera
en carcajadas normales. Hay que aprender a reír con todo el cuerpo. Las
sesiones parten de un cuerpo completamente relajado. Se necesita
liberar las tensiones musculares y las preocupaciones para sumergirse
plenamente en la medicina de la risa. Uno de los métodos más efectivos
para desbloquear el cuerpo y la mente es la danza. Otra forma de motivar
la risa es haciendo muecas delante de un espejo. Reflejarse haciendo el
payaso seguro que motivará las carcajadas. Tratar de ver programas y
películas cómicas. Si aún no ha brotado la risa, se fuerza. Je, je, je…
Ji, ji, ji… Ja, ja, ja… Quizá se sienta como algo absurdo, pero… el
absurdo siempre provoca la risa y ¿no es este el fin de la sesión de
risoterapia?
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