jueves, 28 de abril de 2011

SEPARACIÓNES EN LA TERCERA EDAD

Algunas décadas atrás era difícil imaginarse la separación de hecho de parejas de la tercera edad. Sin embargo, los problemas internos también existían. “Hace 20 o 30 años, la expectativa de vida más corta –sobre todo por las enfermedades- impedía que los conflictos puedan trabajarse”, explicó Rozitchner.
En aquel entonces, los procesos de enfermedad grave de alguno de los miembros hacían que la separación, de pensarse, fuese muy difícil por la situación de culpa por la que atravesaba el cónyuge sano.
Actualmente, este tipo de mecanismo de culpabilización sigue actuando, pero el cambio y evolución en las pautas culturales permitió que se opte por “situaciones de convivencia armónica, en las que predominan los roles de apoyo, aunque efectivamente estén separados”, dijo el profesional.
En estos casos, los mayores asumen las diferencias, pero se mantienen unidos. Para Rozitchner, “la separación de hecho es más complicada que a otras edades, ya que predomina un interés económico, y el temor a la soledad y al abandono”.
No obstante, es mucho más frecuente que en otras épocas no sólo el divorcio sino también la asistencia a sesiones de psicoterapia individual o de pareja en personas de más de 60 años.
A pesar de que “tienen pautas sociales y culturales distintas, y vienen de una ideología cultural donde la separación estaba mal vista”, explicó el especialista, actualmente los sistemas de socialización les permiten decidir sobre el futuro de la relación y afrontar la ruptura de una manera menos traumática.
Rozitchner aseguró que “se puede hablar mucho más libremente de las necesidades de la gente mayor, porque la gente mayor no esta tan dominada por el prejuicio, aunque existe de manera fuerte todavía”.
En ese sentido, destacó la existencia de talleres que permiten a los cónyuges hablar “para que los conflictos salgan a la luz y se pueda hacer una elaboración positiva de ellos”, así como la contención entre pares y la posibilidad –mucho más frecuente- de volver a formar pareja.
“Hay una mayor libertad para enfocar los problemas y eso ayuda para que la vida de las personas mayores no sea una condena”, finalizó Rozitchner.

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