lunes, 28 de octubre de 2013

Temor a los Años


El hombre puede mantenerse sexualmente activo hasta los 85 años

Decía el sabio Centeno Güell que los miopes ven en los ancianos el pasado, ignorando que en ellos realmente vemos el futuro, si el futuro de uno y cada uno de nosotros, y como tal tenemos que orientar nuestra vida tanto el plano individual como en el plano social, entendiendo que todos llevamos un anciano adentro.


1. INTRODUCCION

En los países desarrollados en el área de la salud, la población mayor representa un segmento porcentualmente importante de la población.
En estas sociedades se vive cada vez más años, cada vez es mayor la población añosa, esto producto de que las nuevas generaciones tienen menos hijos y que la calidad de vida permite prolongar la vida.
En 1940 sólo un 46% de los costarricenses alcanzaba los sesenta años de vida, mientras que en el año dos mil dos el 90% de los recién nacidos llegará fácilmente a esa edad.
Para un lector que hoy tenga cuarenta años, es casi cierto que vivirá cerca de noventa años, este significa, que a los cuarenta años apenas ha vivido veinte años como adulto y le restan por vivir cincuenta años de vida adulta.
Esto significa que a esa edad se tiene toda una vida por delante y para la mayoría de los hombres, la variable sexual sino es la mas importante es una de las importantes de la vida.
Así, en Occidente, la mayor parte de nuestra vida adulta la viviremos después de los cincuenta. Esto destaca la importancia que desde le punto de vista de la salud publica tiene el tema de la tercera edad.
En países como el nuestro siempre nos gusta recordar la máxima malditos los pueblos que olvidan a sus viejos, esta sentencia es una de las premisas que tenemos que tomar seriamente tanto como sociedad como en el plano individual.
Decía el sabio Centeno Güell que los miopes ven en los ancianos el pasado, ignorando que en ellos realmente vemos el futuro, si el futuro de uno y cada uno de nosotros, y como tal tenemos que orientar nuestra vida tanto el plano individual como en el plano social, entendiendo que todos llevamos un anciano adentro.
Por otra parte, entendemos la sexualidad como una vivencia en la que confluyen una serie de variables de tipo biológicas, históricas, psicológicas y sociales que influyen de manera directa sobre la conducta sexual.
Por eso todo análisis sobre la sexualidad en la tercera edad que pretende seriedad, debe tomar en cuenta este complejo grupo de factores, sin los cuales sería imposible entender la realidad de la cotidianidad del adulto mayor.
Las diversas escuelas científicas son claras en señalar que desde la sexta década en adelante la vida toma otro matiz, la percepción de la realidad cambia de manera radical y tarde o temprano se lidia con situaciones que sumergen al individuo en una serie de cuestionamientos existencialistas no siempre fáciles de superar.
Por otra parte la sexualidad en nuestra sociedad es un asunto de por si complejo, la variable sexo crea conflicto en cualquier década de la vida y en cualquier interacción grupal de tal forma que al hablar de la sexualidad en la tercera edad estamos refiriéndonos a dos fenómenos pleomórficos que exigen un análisis detallado.
Hay que tomar en cuenta además que las referencias bibliográficas disponibles señalan la importancia de conocer nuestra propia realidad. Es decir, la estructura social de cada país, de cada región influye de manera capital en la conducta sexual de este segmento de la población, al punto, que se encuentran magnas diferencias aun en países que son vecinos.
Bajo esta perspectiva hemos diseñado el presente capítulo, obviando los abordajes simples de carácter biológico con el fin de dar una visión integral y sobre todo nacional de la situación sexual de la persona mayor en nuestro país.

2. DEFINICION

No hay un acuerdo absoluto en cual edad es la que marca el inicio de la vejez, pero en aras de lograr un entendimiento a nivel internacional se considera que una persona pertenece a la tercera edad cuando supera los 65 años.
Claro esta, ese número no es más que una frontera práctica que no tiene vigencia universal y que diariamente observaremos las grandes excepciones. Para muchos la vejez llega muy temprano, para otros es un fenómeno tardío, y hoy se cree que además de tener un condicionamiento genético, también esta en estrecha relación con la calidad de vida.
Es claro que en países con un pobre desarrollo humano los fenómenos de la vejez se ven pasados los cuarenta años, mientras que en algunos países la calidad de vida es tan alta que el envejecimiento empieza en etapas tardías, alrededor de los ochenta años.
Por eso recientemente comienza a hablarse de la cuarta edad, para referirse a las personas mayores de ochenta años de las sociedades mas avanzadas.
En este tema hablaremos de la vejez, refiriéndonos a las personas que cursan sesenta o más años, a sabiendas que existen muchos que han entrado en esta etapa de la vida más temprano y otros más tarde.

3. VARIABLES FISICAS

Curiosamente los órganos sexuales no sufren grandes cambios con la edad, anatómicamente tanto el  pene como los testículos se mantienen sin cambios a lo largo del tiempo. Podemos observar el paso de los años en el vello púbico el cual se va poblando de pelos blancos característicos, sin embargo hasta ahí llegan los cambios físicamente visibles.
En cuanto a la capacidad de tener hijos, los estudios describen que la cantidad y la calidad de los espermatozoides van disminuyendo paulatinamente desde los cuarenta años pero el semen continúa siendo fértil mas allá de los ochenta y noventa años.
El acontecer hormonal sigue esos mismos parámetros, aun cuando se observa una disminución en la cantidad de testosterona producida, este descenso es paulatino y no compromete la producción total a lo largo de estos años.
La respuesta sexual sufre una serie de cambios que convierten al amante añoso en un amante diferente pero no menos capaz. Es decir algunas de las modificaciones que suceden con la edad son vistas con regocijo mientras que las menos positivas no limitan el buen desempeño sexual.
Falsamente se ha creído que el deseo sexual nos abandona con la edad. No de ninguna manera, la necesidad de tener relaciones sexuales, las ansias por encuentros eróticos, los pensamientos libidinosos, los sueños de carácter lujuriosos, el deseo de penetrar, y el ansia sexual son vivencias cotidianas del adulto mayor.
Esto nos permite comprender la enorme frustración sexual que experimentan muchas personas mayores en una sociedad como la nuestra que ve con ojos de censura y de reproche la actividad sexual a esas edades.
Por otra parte los mecanismos de la erección tanto vascular como neurológicamente son poco afectados por la edad. Se ha descrito que es posible que la erección puede requerir de mas estimulo y mas tiempo para alcanzar una rigidez adecuada y que en algunos casos la firmeza puede ser algo menor. Sin embargo estos cambios no impiden ni el deleite propio ni la capacidad de brindar placer a la pareja.
La eyaculación experimenta una serie de cambios que son vistos con regocijo por parte de ambos miembros de la pareja, ya que el reflejo eyaculatorio se enlentece, es decir, la eyaculación tarda mas en suceder, lo cual propicia el mayor deleite tanto de el como de ella.
Esto es particularmente importante, ya que en nuestra sociedad es muy frecuente la eyaculación precoz, y son muchas las mujeres que se ven frustradas por el mal desempeño de estos hombres que suelen ser jóvenes. Mucho del atractivo sexual del hombre mayor reside precisamente en el control eyaculatorio que experimentan.
La edad prolonga el periodo refractario, es decir, es mayor el tiempo que se requiere para mantener una segunda relación sexual. Claro esta, muchas mujeres dicen, que cuando se tiene un buen control eyaculatorio no se requiere de esa segunda relación sexual.
Es decir, físicamente el hombre mayor esta en capacidad de ejercer, disfrutar y lograr un buen desempeño sexual, y aun cuando exista el estereotipo de que el sexo se esfuma con la edad las estadísticas son claras en demostrar que la vida sexual se mantiene a lo largo de la vida del varón.
Así, en el ya estudio clásico de Bretschneider y McCoy, se reporta que el 62% de los hombres entre los 80 y 102 años mantenían relaciones sexuales. Datos similares se han reportado en estudios posteriores.

4. VARIABLES FILOGENETICAS

Curiosamente, a pesar de todos los estigmas imperantes, en términos generales las mujeres sienten una fuerte atracción hacia los hombres mayores.
Este dato se ha encontrado en diferentes estudios realizados en diversos países occidentales, entre ellos Argentina, Estados Unidos, y diversos países europeos como Inglaterra.
Esto es un legado filogenético que ha estado presente desde el mismo inicio de la civilización y que observamos también en otras especies. El individuo mayor, genera mas atracción y ejerce mayor liderazgo.
Independientemente de las razones, es un hecho que la madurez, las canas, la experiencia son atributos que son altamente apetecidos por el sexo femenino en nuestra sociedad.
Es claro que la edad se vuelve una ventaja para el varón y esta realidad es la que debe saber el varón para evitar ser victima de los estigmas sociales que esta cultura le impone.
Este fenómeno no es para sorprenderse, año a año, cuando el mundo del espectáculo elige al hombre y a la mujer más sexi, las mujeres jóvenes se llevan el galardón mientras los hombres añosos son los elegidos.
Basta recordar que la revista People en 1999 eligió a Sean Connery como el hombre mas sexi del siglo, en ese momento contaba con sesenta y nueva años de edad.

5. VARIABLES HISTORICAS

Nuestra sociedad ha experimentado una serie de cambios que han modificado de manera contundente los valores sociales. Se calcula que en los últimos cincuenta años el mundo cambió más que en quinientos años de historia.
Si, el mundo actual es muy diferente, y los hábitos de vida cambian al ritmo que marca la innovación tecnológica, el hombre en su afán por adaptarse al desarrollo industrial, lo queramos o no, retrocede en su calidad de vida.
La vida era más difícil antes, pero era más sencilla y mas tranquila, hoy en el nombre de una vida fácil, la tensión y las preocupaciones se adueñaron de nuestra existencia y esto repercute de manera directa sobre nuestro comportamiento y desde luego en nuestra vida sexual.
De igual forma el papel de los diferentes grupos sociales hoy como nunca antes varia de manera importante en cuestión de décadas. Curiosamente las minorías clásicamente más marginadas como las mujeres, ciertas razas, y hasta los homosexuales han logrado un espacio social más permisivo y de mayores oportunidades.
En contraposición el grupo de las personas mayores en las últimas cinco décadas pasó de ser un segmento socialmente importante a sufrir la marginación y el desprecio social.
Esto resulta increíble, sobre todo cuando observamos que las personas de la tercera edad no son una minoría, es mas en algunas sociedades, como en Costa Rica, son grupos porcentualmente grandes.
En los inicios de nuestra sociedad, las personas mayores eran los rectores sociales, en ellos se concentraba buena parte del poder de decisión social y el manejo de los grandes recursos, de tal forma que el individuo añoso disfrutaba de status y reconocimiento. En muchas culturas la palabra anciano era sinónimo de maestro, de sabiduría, de sapiencia.
Sin embargo en las últimas décadas, la perspectiva sobre la edad ha experimentado enormes cambios. Los adelantos científicos en prácticamente todas las áreas le fueron restando valor a las canas.
La innovación superó sin lugar a dudas a los años de práctica, hoy los aparatos y la tecnología cambian constantemente, e impiden conseguir la destreza que dan los años. Hoy se habla más de actualización y capacitación que de pericia y experiencia.
Hoy nos encontramos como aquellas primitivas culturas nómadas en las que los años representaban todo un problema que atentaba contra la estabilidad social, porque los viejos eran incapaces de movilizarse y recorrer grandes distancias.
Con el florecimiento de la sociedad de consumo, se creo un medio en el cual todo se desecha, desde la maquinilla de afeitar hasta la computadora que compramos hace apenas unos años, simplemente ya no sirven, y al decir no sirven con frecuencia decimos están viejas, y se eliminan.
Todo esto ha contribuido a la marginación del individuo mayor, al punto que la palabra “viejo” se ha convertido en un estigma. Dolorosamente decir “viejo” es un equivalente a decir no sirves, y aunque resulte duro, en realidad ese es el puesto que tiene el viejo en ciertos sectores laborales, simplemente es un estorbo que no sirve para nada.
Cuando se dice que un viejo no sirve y además decimos que no sirve para nada, de inmediato se hace la equivalencia a todas las actividades no solo las laborales sino también, deportivas, recreativas, culturales y desde luego en el área sexual.

6. VARIABLES SOCIALES

El problema no solo reside en que exista la creencia que el hombre mayor ha perdido su vigorosidad sexual sino también porque de manera concomitante ha surgido el estereotipo social de que el adulto mayor debe ser un abuelo cuenta cuentos, es decir un lindo, dulce y agraciado personaje que entretiene a los nietos contando historias y hablando de su pasado.
En esta expectativa social, no hay espacio para la sexualidad, no se concibe un tierno abuelo que sea sexualmente activo, de manera que muchos adultos mayores que se ven inmersos en este estereotipo, son condenados a vivir un enorme segmento de su vida al margen de la sexualidad o lidiando con el reproche social por su vida dis que ilícita para su edad.
En el medio social de nuestras culturas abundan los relatos y las frases que censuran la vida sexual del varón añoso. Con desden se le llama viejo verde, asalta cunas. Es común que además, cualquier manifestación sexual a esa edad sea censurada con la clásica expresión de viejo cochino, usted ya no esta para eso.
Curiosamente, estos estigmas pesan mas en aquellos adultos mayores que dependen de sus familiares, el poder económico o el éxito social, brindan algún tipo de escudo a este tipo de sentencias.
Desde luego que las grandes mayorías de ancianos, como veremos más adelante, están económicamente desprotegidos y por ende son más vulnerables a estos estereotipos.

7. VARIABLES ECONOMICAS

Los aspectos económicos son de vital importancia en la tercera edad, y mas un en la vida sexual a esas edades. El paso de los años exige una serie de gastos a los que no estamos acostumbrados y para los cuales no siempre se cuenta con el presupuesto para hacerle frente.
Esto ahí que tenerlo muy en cuenta para entender la vivencia sexual del anciano, ya que en nuestro país, porcentajes muy altos viven totalmente marginados.
Las calles, los hospicios, los hogares de ancianos, los hospitales, los sanatorios, son el albergue de una gran cantidad de viejitos, que sencillamente no tienen a donde irse a vivir. Desde luego se sobre entiende que en esos lugares la vida sexual esta totalmente abolida.
Para la enorme mayoría de los adultos mayores tampoco es posible alquilar un cuarto en un motel, o tan siquiera una habitación de dos horas, para tener una relación sexual, el dinero no da para tanto.
En el caso de las personas que llegan a esas edades sin un vinculo estable, ya sea porque enviudaron, se divorciaron o nunca establecieron una relación, la situación económica adversa condiciona en mucho la soledad.
Aun cuando se diga que la sexualidad es una necesidad, tenemos que dejar claro que no es una necesidad, como el techo, el pan, o el vestido. Es claro que podemos subsistir sin actividad sexual, pero no podemos sobrevivir sin comida o medicinas.
Mencionar estas variables es de importancia capital cuando hablamos de sexo, porque la sexualidad exige una serie de condiciones, que muchos de nuestros adultos mayores no están en capacidad de costear.
Actividades tan simples como compartir un café, el cine, un paseo, un baile, un bingo, son diversiones que preceden y acompañan al amor y que exigen dinero, dinero que es precisamente el gran ausente.
En realidad la vida de muchas personas mayores se debate en una lucha constante por estirar el presupuesto de tal forma que les permita lidiar con gastos que son urgentes como medicamentos, lentes, consultas médicas, audífonos, prótesis dentales entre otros. Necesidades que el anciano obviamente ante pone a aquellos gastos que pueden generarse con la vida sexual.
Aquellos que aun conservan a su pareja, suelen sentir una enorme angustia con las penurias económicas y aun cuando es una pena compartida, en el caso del hombre, esto suele golpearle aun mas la autoestima por ser incapaz de cumplir con todas las necesidades de ella. Sobre todo porque la idiosincrasia que ostentan nuestros adultos mayores le señala que es el hombre quien debe velar por su mujer.
Son muy pocos los ancianos que tienen una solvencia económica, aun aquellos que cuentan con una casa, y una pensión frecuentemente tienen que lidiar con presiones económicas. El nivel de vida acostumbrado no se puede sostener, precisamente por esos gastos de más, y es común que el anciano sienta una impotencia n.
Así muchos ven como la casa, el carro, el televisor, se van deteriorando progresivamente y no tienen recursos para arreglarlos. Se entenderá que la situación toma un tinte angustiante cuando se daña la cocina o el baño y no hay dinero para repararlo.
Hay que recordar que el mercado laboral cierra las puertas cada vez más temprano, algunos expertos mencionan que aun personas mayores de treinta años encuentran dificultades para conseguir empleo, y a partir de los cuarenta años es común que las empresas despidan a su personal con el fin de evitar lidiar con salarios que se han convertido en salarios elevados por el concepto de anualidad,
De tal forma, que el dinero de la pensión no alcanza y son pocas las oportunidades de redondear el salario con una trabajo extra.
Todo esto hace que el adulto mayor vaya disminuyendo su nivel y su calidad de vida, a expensas en muchos casos de la salud. La presión económica suele ser tan grande que lleva a muchos a refugiarse en el licor, en el ostracismo, a zambullirse en fuertes cuadros depresivos.

8. VARIABLES FAMILIARES

Algunos ancianos tienen la dicha de vivir con sus hijos en ambientes donde reina la armonía y donde los hijos se desvelan por sus padres. Ellos están prontos a resolver cualquier adversidad que acontezca a sus padres.
Sin embargo, aun en esos hogares no es bien visto que el abuelo trate de llenar sus necesidades sexuales. Sería un autentico cisma tan siquiera la sospecha de que el abuelo se masturba, o si ve alguna cinta sexualmente explicita y mas aun si hay algún romance por ahí.
Otros ancianos que viven con sus hijos no son tan afortunados. Desdichadamente en nuestros países abundan los hogares donde los ancianos son mal tratados o descuidados hasta en sus necesidades básicas, convirtiéndose en un estorbo familiar.
En esos hogares cuando el abuelo deja de ser importante para el cuido y entretenimiento de los nietos, porque estos crecieron, con frecuencia suelen ser ignorados por la familia, incluso por sus adorados nietos.
Decía el sabio que un padre sostiene a cinco hijos, y cinco hijos muchas veces no sostienen a un padre, si esa es la injusticia de la vida familiar, ese uno de los delitos familiares mas bien guardado.
Padres que se partieron la vida para sacar a sus hijos adelante, son olvidados cuando les llega la ancianidad, padres que vivieron penurias con el fin de darles una vida digna a sus hijos, son olvidados cuando los años lo acosan.
En esos dis que hogares los ancianos carecen de derechos, las familias hacen sus prioridades donde priva la pareja y los hijos, sus diversiones y sus caprichos mientras las necesidades del abuelo están en un segundo plano o para ser descriptivos en un último plano.
Aunque suene poco creíble, a veces hay más dinero para las mascotas que para el abuelo, a esos se ha llegado. Es dolorosamente triste, cuando observamos como un anciano yace en silencio en una mecedora de la sala, mientras el resto de la familia y las visitas entran y salen sin tan siquiera saludarlo.
Ni un beso, ni un abrazo, ni un apapacho, no se le cruza palabra alguna, él esta ahí vegetando, sufriendo una de las mayores agresiones psicológicas que puede recibir un ser humano, el ser ignorado. En estas condicione la vida sexual no solo esta vedada sino que ya no es una expectativa del anciano.

9. VARIABLES PSICOLOGICAS

La tercera edad plantea una serie de retos psicológicos difíciles de enfrentar, buena parte de ellos giran en torno a la muerte. Aun cuando una persona puede morir en cualquier momento, la certeza de que la muerte esta cerca solo llega en esta etapa.
Los seres humanos no sabemos nada de la muerte, aun cuando hayamos construido mil y una explicación de lo que sucede después de esa expiración final, la verdad es que desconocemos todo por completo y la simple idea nos aterroriza a todos.
El presagio de que el fin esta más cerca que nunca, se presenta de manera constante conforme se van viviendo las diversas etapas de la vida.
Los hijos se hacen grandes, se independizan, se van de la casa, iniciando la llamada etapa del nido vacío que representa el primer escalón que genera un fuerte cuestionamiento vivencial.
La vida cambia, ya no se vive ni para los hijos ni en torno a los hijos, y las rutinas cotidianas se ven abruptamente modificadas y es necesario encontrar otra razón para vivir y otra forma de vida.
Aquellas parejas que se mantienen vitalizadas, aprovechan esta etapa para revivir viejos anhelos, para hacer todo aquello que no se podía por velar por los hijos. Caminan juntos, van a paseos, comparten altas horas de la noche rememorando tantos y tantos recuerdos gratos que juntos vivieron.
En otras parejas los hijos son el único punto de unión, en aquellas que siempre predicaron yo no me separo por mis hijos, de tal forma que con su partida el vínculo entra en una crisis, que puede llevar a la ruptura o a una redefinición de la pareja misma.
Con el paso de los años muchos encuentran reconfortante la idea de adherirse a los recién nacidos nietos como una forma de volver al estable modus vivendi ya acostumbrado.
Luego, viene la jubilación, los horarios laborales, el stress cotidiano del que tanto incomoda, desaparece súbitamente con la pensión. Esto curiosamente es un golpe aun mayor, la sensación de relajamiento viene acompañada de cierta percepción interna de ya no sirvo, de estoy viejo.
Durante los primeros días se aprecia el tiempo libre, se disfruta levantarse tarde, hay regocijo con la enorme disposición de tiempo. Sin embargo, al cabo de unos días, el aburrimiento suele dominar el cada día y la sensación de minusvalía comienza a florecer.
Es aquí, donde es fundamental un trabajo extra, un medio tiempo, una empresa familiar, una asesoria, un trabajo remunerados, porque aun cuando debido a la presteza social imperante nos cueste admitirlo, el trabajo es crucial en la salud mental.
Claro esta, ya mencionamos que en estos tiempos y en estas sociedades, al adulto mayor le resulta sumamente difícil conseguir un empleo.
Luego viene una etapa mas difícil de digerir, la muerte de amigos co generacionales, compañeros de escuela, de colegio, compinches que han sucumbido a enfermedades condicionadas por la edad.
Esto genera no solo un enorme luto, sino también que acerca aun más la idea de la muerte. Si se van muriendo los de mi generación es obvio que pronto seré el siguiente.
En esta etapa, se produce una reflexión profunda sobre lo vivido, sobre los errores, los aciertos, que provocan una sensación de plenitud si el balance es positivo o una sensación de vació y remordimiento si el recuento es negativo.
En esta etapa puede surgir el ostracismo, la soledad, la adicción a viejos vicios, conductas escapistas, crisis de ansiedad, rabietas, que directa e indirectamente lo alejan de sus seres queridos.
La amenaza de que el fin esta cerca se ve reforzada conforme el deterioro físico se hace presente. El varón que se vanagloriaba con su frase a los cuatro vientos yo nunca me enfermo, se ve obligado a acudir a los médicos, a tomar diariamente medicinas, a realizarse exámenes periódicos, en fin, a aceptar que ya no es tan fuerte como para negar las enfermedades.
Desde luego que todo dependerá de las enfermedades que tenga que enfrentar, entre mas leves y menos incapacitantes, menor será la amenaza, entre mas fuertes y mas deletéreas mayor será el temor.
Este es el ambiento psicológico que habita en la mente de todos conforme escalamos la pirámide etárea, y es justo en esta etapa donde surgen las reflexiones existencialistas. Valió la pena esta vida?, de que sirvió tanto esfuerzo?, son mis hijos hombres de bien?, pude haberlo hecho mejor?, que esfuerzos no hice?, que me faltó por disfrutar?, desperdicie mi vida?
Preguntas sumamente duras, difíciles de contestar, y que a diario rondan el escenario mental. Cada vivencia, cada minuto, cada día, aporta una respuesta. Ahora se cuenta con tiempo para reflexionar, para pensar, para valorar lo hecho y para valorar sus resultados. El individuo se sumerge en una fuerte etapa de confrontación interna y de evaluación de su desempeño.
No cabe duda que la forma en que se enfrenta esta etapa esta en directa relación a la situación económica, a la calidad de relaciones familiares, y al lugar que ocupa el individuo en su mundo.
Se comprenderá que el papel de la familia y de los amigos es de vital importancia. Reunirse con los hijos, almorzar con los familiares de manera fraterna y entrañable, comentar y recordar todas las gratas y a veces graciosas vivencias, llena emocionalmente y provoca un sentido de gratitud por la vida llevada.
Hablar con los amigos, fanfarronear, bromear, compartir actividades, jugar pin pon, ir al estadio, trabajar juntos, brinda la sensación de que “estamos en la pelea”, soy útil y estoy vivo.
La etapa que según Berman más intensifica los cuestionamientos existencialistas, es la muerte de la pareja, que por muchas razones genera una enorme e intricada red de pensamientos y que condiciona una nueva realidad.
El dolor es inmenso, y es avivado por un sinfín de detalles que hacen recordar a la pareja. Al llegar a la casa, ya ella no esta, la cama se hace enorme, las noches son largas, las comidas en soledad resultan espantosas, en fin, todo el medio, todas las horas, todas las actividades recuerdan a esa compañera de vida que ya no esta.
En este momento, la muerte ya no es una posibilidad sino que se percibe como un acompañante que esta a la vuelta de la esquina. Acorde al grado de madurez, el individuo se prepara para la partida, sin decirlo abiertamente realiza una serie de actividades de despedida

10. VARIABLES DE PAREJA

Como hemos visto el contexto de la tercera edad, esta condicionado por variables económicas, sociales, laborales y familiares. Pero este es simplemente el contexto, porque la verdadera dinámica se centra en el área emocional.
La vida de pareja en esta etapa es fundamental, una armoniosa y edificante relación, le permite al individuo luchar ante tantas adversidades con el corazón lleno, sin esos vacíos emocionales que minan la voluntad.
Llegar a esa edad con un vinculo vitalizado, en el cual las sonrisas y las caricias pueblan la totalidad del día, donde rememorar con orgullo el camino recorrido y tener la juventud en el alma para disfrutar de tanto tiempo libre es la verdadera clave para sobrellevar esta etapa.
Desgraciadamente muchas parejas abordan la tercera edad llena de reproches y resentimientos mutuos que los separa y los aleja justo en una etapa en donde es difícil encontrar un nuevo vinculo emocional autentico.
Parejas que cohabitan pero no viven juntos, parejas que se han habituado al conflicto, parejas en las cuales el reproche, el choteo, la hostilidad, la agresión psicológica y hasta física afloran con facilidad, son parejas que han convertido en lanza la caricia del amor.
Estas parejas, usualmente tienen un largo historial de conflictos, que no solo ha lastimado a cada uno de los conyugues sino también a sus hijos, quienes han sido victimas de esta agresión familiar y que durante la infancia y la adolescencia no les queda mas remedio que sobre llevar y sufrir tan difícil dinámica pero una vez que alcanzan la independencia, rehúyen el contacto familiar para evitar esa hostilidad.
En estas familias cada actividad, cada cena, cada paseo, cada celebración, es visto por parte de cada miembro de la pareja como el momento propicio para descargar el rencor acumulado. Las discusiones alteras, las indirectas, las ofensas, no ceden con la edad, lo cual genera que los hijos y los otros miembros de la familia se hagan a un lado y mantengan una prudente distancia.
Esto hay que mencionarlo, porque con frecuencia se culpa a los hijos de no acuerpar a los padres que ya esta añosos, y aunque en muchos casos es producto del desden y el mal agradecimiento de los hijos, también en muchas ocasiones los hijos no quieren revivir las pesadillas de su infancia, el tormento de la adolescencia, el llanto provocado por haber nacido en un hogar disfuncional.
Es muy dolorosos ver a los padres peleando, pero es mas doloroso aún verlos peleando a esas edades y en esas condiciones.
Estas parejas, se sienten solas por todo lado, no encuentran el cómodo abrigo en el hogar, y no son capaces, ni en la tercera edad de acercarse izando una bandera blanca. Muchos no son capaces tan siquiera de hacer pequeñas treguas cuando los hijos los visitan. Será la muerte la única que parará esta guerra de años.

11. LA SALUD ESA VARIABLE CRUCIAL

Probablemente el lector se cuestionará a lo largo de este capítulo de donde surge la idea tan difundida socialmente de que el adulto mayor no debe ni puede tener relaciones sexuales.
Tenemos que ser claros, todo lo que hemos mencionado se refiere a los hombres de la tercera edad que son sanos, es decir aquellos que gozan de un buen estado de salud. También tenemos que recordar que este estigma es de reciente aparición, es decir, hace cinco lustros no se tenía esta creencia.
Estas dos variables son las que explican el origen de este mito tan difundido y tan dañino. Veamos, a lo largo de la historia de la humanidad los hombres se han ganado el pan nuestro de cada día con el sudor de su frente, el trabajo demandaba arduas labores y un fuerte despliegue físico, que redundaba positivamente en el estado de salud.
Por tal razón, diversas enfermedades que afectan la sexualidad aparecían tardíamente en la vida, de manera que el varón gozaba de un excelente desempeño sexual hasta edades muy avanzadas.
Con los cambios que la revolución industrial introdujo en el campo laboral, cada vez fue menos necesaria la fuerza bruta en el proceso de producción, hasta llegar al estado actual en la cual las grandes mayorías desempeñan funciones laborales que no exigen esfuerzo físico.
Concomitantemente la población asumió nuevos y nocivos estilos de vida, con dietas ricas en grasas, baja frecuencia de ejercicio y altos niveles de sobre peso que han provocado que la salud de la población se vea fuertemente deteriorada.
Así aquellas enfermedades que antes aparecían después de los sesenta años hoy se hacen presentes desde la tercera y cuarta década de la vida, de manera que sus repercusiones sexuales se hacen sentir desde los cincuenta años o antes.
Por otra parte es tan común que la población descuide su salud que hoy una gran proporción de varones mayores tienen problemas sexuales, y este es precisamente el origen de ese mito que es la edad la que daña cuando en realidad es la mala vida la que realmente daña.
La edad no gravita negativamente sobre la esfera sexual, lo que afecta en demasia el rendimiento sexual son los años de descuido corporal.
Por eso anotamos al incio de este artículos que no hay una edad en la que empieza el envejecimiento, sino que la vejez esta condicionada al cuidado corporal que cada uno se procure.
Es claro que con estos habitos de vida de la sociedad actual la vejez probablemente madruge a muchos en edades tan tempranas como los ciencuenta años, y las discapacidades que estas enfermedades provocan, pueden aparecer en algunos a los sesenta años.

viernes, 25 de octubre de 2013

MENTE POSITIVA SIEMPRE EN EL ADULTO MAYOR

Una de las mejores maneras de incrementar tus oportunidades de éxito en todas las áreas de tu vida es desarrollar una actitud mental positiva.
Tomar una actitud positiva frente al mundo, te hará más feliz y hará que los demás sean felices contigo.
A pesar de que casi todo el tiempo las personas somos negativas por naturaleza, nos encanta rodearnos de gente positiva.
Incluso existe evidencia científica de que tener una actitud mental positiva puede reducir los niveles de estrés y mejorar la salud significativamente.
Hoy me gustaría hablar un poco acerca de 7 estrategias que considero indispensables al momento de querer adquirir una mentalidad positiva hacia el mundo, y preservarla con el objetivo de lograr las metas de la mejor manera.
Partimos del hecho de que tienes tus metas claras, en caso de que no, echa un vistazo a cómo te imaginarías dentro de unos 10 o 20 años. ¿Dónde estarías? ¿Qué estarías haciendo?

jueves, 24 de octubre de 2013

DESAFIOS Y RETOS DEL ADULTO MAYOR

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ENVEJECIMIENTO MUNDIAL: UN RETO DEL SIGLO XXI
Los cambios en el desarrollo cognoscitivo y emocional a lo largo de toda la vida expresan la diversidad del carácter individual de lo psíquico y el envejecimiento no escapa a esta condición. Cada persona como protagonista de su historia de vida, dispone de recursos con los cuales autodirige y participa en su propio desarrollo; pero el envejecimiento es también una creación y un fenómeno sociocultural, la determinación social atraviesa lo individualidad donde es reelaborada al tomar un sentido personal, convirtiéndose entonces en factor de desarrollo.
La llamada “Tercera Edad” conocida también con los términos de vejez, adultez mayor o tardía, ha sido poco estudiada por los teóricos del desarrollo y como tendencia se presenta como etapa de involución, determinada por pérdidas o trastornos de los sistemas sensorio-motrices y no como una auténtica etapa del desarrollo humano.
Este período etáreo se ubica alrededor de los 60 años, asociado al evento de la jubilación laboral; y ya hoy comienza a hablarse de una llamada cuarta edad para referirse a las personas que pasan de los 80 años. Por ello aparecen expresiones acerca de los “viejos jóvenes” o “adultos mayores de las primeras décadas”, y de los “viejos viejos” o “ancianos añosos” para marcar diferencias entre ambos grupos. En el presente artículo se abordará como una sola etapa: la del adulto mayor, los ancianos o la Tercera Edad.
La sociedad actual no dispone todavía de una cultura de la vejez, lo que hace que en muchos contextos culturales el adulto mayor no sea bien valorado, y sea considerado como alguien que llega a su fin y no como alguien que tiene el mérito de haber recorrido un largo camino.
Esta situación se refleja en el llamado modelo del viejismo y el paradigma del cuerpo joven, imperando por un lado el desarrollo de la vida en términos de comienzo, plenitud y decadencia y por la otra, la preferencia por el cuerpo joven, excesivamente delgado y muy lejos de todo lo que pueda ser arrugas y defectos. Cuántas veces escuchamos la frase “que malo es llegar a viejo”, sin embargo, la aspiración de una larga vida es el deseo de todo ser humano, independientemente de la época y la cultura. (Fong, 2006).
En los países primer mundistas se han realizado diversas investigaciones acerca de esta etapa y el mejoramiento de la calidad de vida de la misma, debido al aumento de la esperanza de vida y gran descenso en las tasas de natalidad experimentados en los últimos años, ya que estadísticamente la tradicional pirámide poblacional se está invirtiendo, de tal manera que en la actualidad prevalecen más las personas mayores que los niños y jóvenes, lo cual va indicando que la población está envejeciendo a un ritmo acelerado (Fernández-Ballesteros, Moya, Iñiguez y Zamarrón, 1999). Al respecto, en países europeos como España, Grecia, Portugal e Italia se aprecia desde la década de 1970 un aumento acelerado del proceso de envejecimiento y además, se suman las regiones de Asia y el Pacífico como las zonas más envejecidas.
La región de América Latina y el Caribe tampoco está exenta de este proceso de envejecimiento mundial, sobre todo en los últimos 50 años. Según un estudio de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), la proporción de personas mayores de 60 años se incrementará en las próximas décadas en un 3,5%, cifra que rebasa la tasa de crecimiento de la población total. (Villegas, 2002).
La preocupación por los ancianos y su estilo de vida en la sociedad cambiante de hoy en día, es tema de interés de instituciones gubernamentales, universidades, y de grupos privados de distintas orientaciones. Al respecto se considera importante resaltar algunas situaciones que se encuentran caracterizando al fenómeno de la ancianidad en diferentes latitudes:
 La necesidad de prever el apoyo en la ancianidad es un factor que está influyendo en la formación de las familias. En esto intervienen los valores culturales, tenencia de bienes y herencia, así como también las diferentes expectativas hacia los hijos varones y las hijas hembras, la jubilación y el apoyo social. En la actualidad, sin embargo, los padres reconocen que tener grandes cantidades de hijos no devuelve la inversión y el costo que éstos implican, con respecto a una posterior manutención de sus padres.
 Aumentan las familias de 3 generaciones. A medida que va aumentando la longevidad y se va aplazando la edad de tener hijos, las familias pueden tener a su cargo a progenitores ancianos y a niños de corta edad. Hay menos hermanos y hermanas y la familia tiende a hacerse pequeña. A la vez aumentan los divorcios y aparecen nuevas familias y otras redes de parientes, por lo cual comienzan a tener más importancia los vínculos basados en el afecto o los que se establecen de forma voluntaria. (Orosa, 2001).
 Y en los lugares donde ha aumentado considerablemente la esperanza de vida y disminuido la tasa de fecundidad, son mayores los cambios del curso típico de la vida. Tal es el caso de Japón, por ejemplo, donde las personas viven más tiempo antes de tener hijos y después de ser jubilados.
El proceso de envejecimiento poblacional requiere una nueva posición psicológica, sociológica y actitudinal ante la vida. Los cambios irreversibles que sufre el organismo exigen comprender y aceptar los nuevos límites de las posibilidades físicas y dedicar el tiempo necesario a cuidar de una salud que antes era frecuente relegar con la intención de lograr una mejor calidad de vida.
PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS DE LA TERCERA EDAD
Sobre la vejez se han elaborado muchas leyendas, así como una diversidad de interesantes aforismos que tratan de definirla. Uno de los líderes del protestantismo, Martín Lutero, senten¬ció sobriamente: “La vejez es la muerte en vida”, lo que estaba en el espíritu de la época y los contemporáneos compartían. Hoy son más populares los axiomas al estilo del ligero humor francés, como el que pertenece a André Maurois: “La ve¬jez es una mala costumbre para la que las personas activas no tienen tiempo” (Whitman, 1976). Entre estos dos puntos de vista extremos se ubican múltiples opiniones, cada una de las cuales tiene su aspecto razonable, su justificación empírica, su sentido e importancia.
Desde un punto de vista psicológico, en la Tercera Edad se aprecian cambios en las distintas esferas de la personalidad del anciano que la distinguen de otras etapas del desarrollo.
Sin la intención de abarcar todas las aristas de esta etapa de la vida, ni pretender agotar las posibles condiciones que la caracterizan, señalemos algunos elementos que permitan comprender cuáles recursos se demandan en función de los retos a enfrentar en este período.
1. DECLIVE Y DETERIORO COGNITIVO: INFLUENCIAS EN EL PROCESO DE ENVEJECIMIENTO
Al estudiar el clásico patrón de envejecimiento se hace referencia a un declive del funcionamiento cognitivo. Aunque la variabilidad interindividual es notable, existen sujetos que no sufren ningún declive, mientras que otros muestran más amplios y extensos decrementos en su funcionamiento intelectual.
La hipótesis central de Cattell y Horn (1982) es que en el proceso de envejecimiento la inteligencia cristalizada, ligada a la acumulación de experiencias, puede notar un incremento o por lo menos se mantendría, mientras que la inteligencia fluida tiende a declinar con el paso de los años, ya que la misma depende de la capacidad de evolucionar y adaptarse rápida y eficazmente a las situaciones nuevas. De este modo se explica que la memoria (por lo menos la de largo plazo) y el conocimiento experiencial se convierten en los principales recursos cognitivos a que apelan las personas a medida que envejecen para afrontar tareas que involucren sus capacidades intelectuales.
Diferentes teorías apuntan, que aunque el envejecimiento equivale a deterioro, daño o enfermedad, es posible diferenciar el envejecimiento “normal” o “sano” del envejecimiento “patológico” o envejecimiento con “deterioro o enfermedad”. Si bien es cierto que el envejecimiento se refiere a diversos cambios que se dan en el transcurso de la vida individual y que implican declives estructurales y funcionales, o sea, disminución de la vitalidad; ello no significa que tal disminución o declive equivalga forzosamente a alteraciones patológicas.
Es importante saber que envejecer no equivale a enfermar, ni la vejez significa enfermedad. El envejecimiento implica una constante dialéctica de ganancias y pérdidas durante toda la vida.
2. MUNDO AFECTIVO-EMOCIONAL: PÉRDIDAS Y GANANCIAS
La vida afectiva del adulto mayor se caracteriza por un aumento de las pérdidas, entendiéndolas como vivencias por las cuales siente que ya no tiene algo que es significativo para él a nivel real y subjetivo. Como parte de las mismas se refieren la pérdida de la autonomía (valerse por sí mismo, hacer lo que desea) y las pérdidas referidas a la jubilación, muerte del cónyuge y de seres queridos, las cuales afectan a todos los ámbitos e implican para el adulto mayor un proceso de elaboración de duelo.
Otro aspecto de suma preocupación en esta etapa de la vida y que constituye a su vez, una de sus principales neoformaciones, es la representación de la muerte como evento próximo, la cual también debe tenerse en cuenta desde una concepción del desarrollo humano, ya que el adulto mayor comienza a pensar en la inminencia de su propia muerte, siendo presa de un miedo terrible con tan sólo pensar en lo “poco que le queda de vida” y no en lo que puede hacer día a día para vivir de una mejor manera.
Algunos estudiosos perciben la muerte como la última crisis de la vida, ya que la misma es el punto culminante de la vida; todo se encamina hacia ella. Se podría ver la vida entera como una preparación para la muerte; aunque cuando la enfrentamos estemos ante la verdadera prueba de madurez de lo aprendido a lo largo de los años, lo cual puede ser puesto a prueba en ese momento decisivo en el que hacemos frente a duelos y rupturas difíciles, pero irremediables. Así este temor o miedo a la muerte será una especie de miedo al examen de la vida, al mayor de los exámenes, aunque también se este ante el mayor de los miedos el cual se va acrecentando en la medida en que transcurren los años.
Con respecto a la soledad, que según muchos autores constituye otro de los temores en esta etapa del desarrollo, se refiere que la percepción de la misma depende de la red de apoyo social de que disponga el individuo y de los propios recursos psicológicos que posea. Entonces no debe ser asociada como un patrimonio de la vejez, sino que esto está en dependencia de la red de influencias sociales y culturales que entretejen la vida del adulto mayor.
Estas aristas de interés que muestran respecto al tema de la muerte y el sentimiento de soledad, reflejan dos de las principales preocupaciones que más aquejan al anciano en su cotidiano de vida, a las cuales se unen otras como los conflictos intergeneracionales, la jubilación, los problemas de salud y el empleo del tiempo libre.
De los llamados “conflictos intergeneracionales” se tiene mucha tela por donde cortar, fundamentalmente porque los adultos mayores se ven expuestos a enfrentar la experiencia de los años vividos con diversos criterios y opiniones de la adolescencia y juventud. Por ello suelen verse inmersos en diversos conflictos matizados por barreras comunicativas, prejuicios y estereotipos que desencadenan sentimientos de malestar y sufrimiento en todas direcciones; la convivencia se ve afectada en muchos casos por la falta de comunicación, de tolerancia y benevolencia.
La jubilación también constituye un tema preocupante en este período etáreo, ya que muchas mujeres y hombres llegan a la edad establecida para la jubilación sintiéndose aún a plenitud para seguir desarrollándose dentro del ámbito laboral. Frecuentemente se encuentran personas de edad avanzada que están plenamente en forma, totalmente vigentes, lúcidas, llenas de iniciativas y planes de trabajo. A pesar de que ellos se aprecian bien a sí mismos, la sociedad les dice por medio de la jubilación o de otras señales, que ya deben dejar el puesto a gente más joven y nueva, y que deben retirarse. Este sentimiento en la mayoría de las ocasiones le trasfiere al anciano una gran frustración que muchas veces suele acompañarlo en su diario vivir, entorpeciendo su eficiente desenvolvimiento posterior a la jubilación.
Cuando la persona está preparada para decir adiós a su vida laboral activa y dar la bienvenida a las nuevas situaciones, la afectación es menor, encuentra su nuevo espacio en el hogar y la comunidad y conserva su autonomía y autoestima.
Los problemas de salud también configuran el marco de las principales preocupaciones de la adultez mayor, entrelazadas con el cierto deterioro físico al que se ven expuestos los ancianos y a través del cual vislumbran los últimos albores de su vida. La enfermedad es percibida como un freno, el dolor que puede ponerle fin a la existencia, de ahí que se preocupen constantemente por sus dolencias y malestares, abogando por la salud de otros tiempos
Algunos adultos mayores suelen ponerle trabas a la intención de mantener un estilo de vida activo y productivo, propiciando el deterioro de sus capacidades físicas e intelectuales, por lo cual limitan el acceso al disfrute y recreación de su tiempo libre. En la Tercera Edad, la actividad física-intelectual y el interés por el entorno canalizadas a través de actividades de recreación y ocio productivo, favorecen el bienestar y la calidad de vida de los individuos.
3. LA PERSONALIDAD DEL ADULTO MAYOR
El estudio de la personalidad del anciano se ha concentrado tradicionalmente, en la cuestión acerca de ¿cómo afecta el envejecimiento a la personalidad? o ¿cómo afecta la personalidad al envejecimiento? Para dar solución a estas preguntas se han propuesto diversas teorías y conceptos que revelan el comportamiento del individuo.
La literatura refiere algunas tipologías de personalidad para el anciano. Un ejemplo de ellas es la ofrecida por el Kansas City Study of Adult Life (1998) en los Estados Unidos que las agrupa en 4 tipos fundamentales de personalidad:
• las “personalidades integradas” donde se encuentran los reorganizadores.
• las “personalidades acorazadas-defensivas” donde se encuentran los de pautas resistentes.
• las “personalidades pasivo-dependiente” donde se encuentran los buscadores de socorro y los apáticos.
• y las “personalidades desintegradas”
Esta tipología, basada en la estructura personológica, enmascara en alguna medida una visión involutiva de la ancianidad, por el sesgo negativo que le confiere a los comportamientos de cada uno de los tipos que propone, obviando lo nuevo que sin lugar a dudas ocurre durante esta edad (Orosa, 2001).
El proceso de envejecimiento y el cúmulo de pérdidas psicosociales que acontecen durante la vejez parecen determinar en algunos ancianos cierta incapacidad para percibir sus capacidades y habilidades y, desde luego, los aspectos positivos del entorno que les rodea y de la vida en general.
Las personas mayores necesitan estar preparadas para defender la calidad de sus vidas y para ello han de saber enfrentar nuevas y diversas situaciones. En esta tarea no sólo los rasgos personológicos juegan un papel primordial, sino también las capacidades emocionales del anciano que le permitan resolver diversos problemas cotidianos más allá de aquellos identificados por la lógica y la razón. Al respecto, la inteligencia emocional emerge como requisito esencial.
DE LA INTELIGENCIA ACADÉMICA A LA INTELIGENCIA EMOCIONAL
Todas las personas añoran una vida digna donde las expectativas se cumplan y para eso se trabaja y se esfuerza, pero ¿cómo saber qué conductas conducirán a este logro? Muchos investigadores se han preocupado por dar respuesta a esta interrogante. La inteligencia ha sido la explicación más utilizada, sin embargo no es tan sencillo definirla, de hecho, aún no se cuenta con un concepto acabado de lo que significa ser una persona inteligente.
El periodista Daniel Goleman ha tenido el acierto de lograr llamar la atención sobre la importancia del tema emocional mediante la publicación de su conocido libro “La Inteligencia Emocional” (1995). Mediante este best seller ha sacado el tema del estricto claustro académico y lo ha llevado a la comprensión de la gente de la calle. Hoy sabemos que la inteligencia es mucho más que una determinada función de la mente humana medida en términos de Coeficiente Intelectual (CI); el ser humano, a la hora de actuar de alguna manera y de tomar determinadas decisiones, no lo hace tanto guiado por su inteligencia cognitiva, sino sobre todo a impulsos de sus emociones y sentimientos que deben ser guiados, orientados, controlados y expresados mediante los dictados de una sana inteligencia emocional.
La teoría de la inteligencia emocional ha tratado de reformular los términos a través de los cuales se describe a la persona inteligente y el comportamiento que la caracteriza, enfocando la atención hacia aquellas cualidades que permite que una persona obtenga éxito en su vida. Su visión se dirige hacia las capacidades que justifican el éxito en las personas que se destacan. Goleman afirma que el inadecuado manejo de las emociones y sus consecuencias constituye una particularidad de la sociedad, que ha desembocado en una amplia disfuncionalidad psicológica por parte de todos.
Según Goleman (1998), la inteligencia emocional se refiere a: “la capacidad de reconocer los propios sentimientos, los sentimientos de los demás, la motivación y el manejo adecuado de las relaciones que se sostienen con los demás y con nosotros mismos”, por lo que ha considerado la propuesta de Peter Salovey y John Mayer, quienes subsumen todas estas capacidades como el entusiasmo, la perseverancia, control de los impulsos, autoconciencia, autodisciplina, y otras más, a cinco dimensiones fundamentales que permiten explorarlas. Estas son:
Autoconocimiento o conciencia de sí mismo: Se refiere a la capacidad de reconocer y comprender los sentimientos, emociones y necesidades propios en un momento determinado, así como el efecto que estos ejercen sobre los demás, lo cual constituye una guía en la toma de decisiones. Además permite reconocer las propias fortalezas y debilidades a partir de una autovaloración realista y de la autoconfianza.
Autocontrol: Es la capacidad de manejar las emociones, se refiere al control de los estados, impulsos y recursos internos. Ser capaces de asumir la responsabilidad de la actuación personal; ser flexibles a la hora de enfrentar los cambios y sentirse cómodo y abierto ante las nuevas ideas, enfoques e información.
El objetivo del autodominio es el equilibrio, no la supresión emocional. Mantener bajo control nuestras emociones perturbadoras es la clave para el bienestar emocional. El arte de serenarse o tranquilizarse es una habilidad fundamental para la vida.
Automotivación: Se refiere a la capacidad de movilizar la conducta para aprovechar oportunidades que permitan alcanzar las metas personales y superar contratiempos con perseverancia y optimismo. Es la capacidad emocional que facilita o guía el logro de los objetivos.
Empatía: Es la capacidad de reconocer y comprender lo que otra persona está sintiendo, sus necesidades y puntos de vista, para ponerse en el lugar del otro, así como para aprovechar y adaptarse a la diversidad existente entre las personas.
La empatía se construye sobre la conciencia de uno mismo; cuanto más abierto se es ante las propias emociones más hábil se deberá ser para interpretar los sentimientos del otro.
Habilidades sociales: se refiere a la capacidad para conducir o saber manejar emociones en las relaciones con los demás, influir sobre ellos, inspirarlos, dirigirlos y negociar. Es la capacidad emocional que permite inducir respuestas deseables en los demás, utilizar técnicas de persuasión eficaces, emitir mensajes claros y convincentes, inspirar y dirigir los cambios, negociar y resolver conflictos, ser capaz de colaborar con los demás en la consecución de una meta común y formar equipo.
Diversas investigaciones en diferentes ámbitos de la vida cotidiana constituyen pruebas fehacientes de la importancia y los beneficios de carácter personológico, e incluso de carácter económico que reporta el entrenamiento de la inteligencia emocional en las personas.
LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN EL ADULTO MAYOR
Son todavía pocos los estudios sobre las características del desarrollo emocional en las personas mayores. En las investigaciones sobre los cambios en la emoción y motivación de las personas con el paso de los años, se ha analizado la intensidad de la experiencia emocional con resultados contradictorios. Existen investigaciones que apoyan la idea de una menor activación del sistema nervioso aunque algunos estudios argumentan lo contrario debido a un decremento en la eficiencia de los mecanismos homeostáticos de restauración del equilibrio (Fernández-Ballesteros, 1999). Por lo que se refiere a la capacidad de expresar las emociones, las personas mayores no diferirían de las más jóvenes.
El desarrollo emocional del adulto mayor adquiere una significación especial que se enraiza en un manejo factible de las emociones y en la capacidad de expresarlas en toda su magnitud de una forma muy particular e irrepetible, de ahí que resulte muy importante comprender cómo se manifiesta y expresa la inteligencia emocional en esta etapa de la vida.
Apreciando de cerca las pérdidas que va vivenciando el anciano, además de las preocupaciones con las que convive en su cotidiano de vida, se hace necesario disponer de un conjunto de capacidades en la esfera emocional, en aras de enfrentar satisfactoriamente un arsenal de situaciones personales y sociales. Y entonces la educación emocional se impone.
Para llevar a cabo esta tarea satisfactoriamente es necesario esclarecer en qué consistiría el éxito de la misma y hacer eco en las visiones más saludables, lo que se propone es que la meta en esta etapa de la vida sea lograr que sea como otras, una etapa de crecimiento personal.
Un recorrido por las distintas dimensiones de la inteligencia emocional sugiere un conjunto de capacidades emocionales que resultan pertinentes y necesarias para una ancianidad que le apueste a la felicidad.
RECONOCER EL ENVEJECIMIENTO. ACEPTAR LA VEJEZ
La vejez hay que aceptarla y disfrutarla como cualquier otra etapa del desarrollo humano. No se trata de negar la llegada de la ancianidad y pretender seguir funcionando con esquemas que resultaron útiles en etapas anteriores, ni tampoco de esperarla como una tragedia ante la cual no hay nada que hacer.
Resulta indispensable reconocer las vivencias emocionales, sobre todo las negativas que provoca la evidencia de la vejez .Las limitaciones físicas y a veces intelectuales deben ser reconocidas para poder ser compensadas o corregidas. La pérdida de ciertos atributos relacionados con la belleza corporal, por ejemplo, debe ser aceptada como inevitable. No se espera por supuesto, que se reciban las arrugas con alegría, ni que se celebre la disminución de la virilidad, lo cual en nuestra cultura es algo lamentable, pero se debe tener en cuenta que todas las etapas de la vida llevan consigo pérdidas y ganancias. Se exige entonces desarrollar la capacidad de reelaborar el concepto de belleza, reajustar el ritmo de la actividad, así como el abandono o reemplazo de ciertas actividades por otras que pueden ser igualmente placenteras y fuentes de emociones positivas.
Cuando se ha vivido mucho, existe la posibilidad de haber sufrido y vivenciado situaciones desagradables, que provocan fuertes sentimientos de ira, rabia y hasta desesperación. Identificar estas emociones, las situaciones en que aparecieron y las consecuencias que tuvieron en la conducta, resulta una habilidad emocional de gran utilidad para el adulto mayor.
LA DESEADA AUTORREGULACIÓN
A veces lo que más se desea en la vida es poder controlar nuestras emociones negativas como la tristeza, la ira, el miedo, etc. Sin embargo, es interesante plantearse si la adultez mayor se caracteriza por el desbordamiento afectivo, o por el contrario, por el adecuado equilibrio de las vivencias emocionales.
Una de las tareas centrales del anciano es cuidar de su salud y una condición para ello es el adecuado manejo de las situaciones conflictivas con las cuales suele tropezar. No se trata de “reprimir el sentimiento” o “dejar de sentir”, sino ser capaces de reorientar las emociones negativas de forma tal que logren expresarse con el menor daño posible.
Quizás se ha sufrido, y la respuesta sea un enfado o molestia excesiva (con demasiada fuerza), tornando este acontecimiento difícil y a lo mejor sin tener una percepción objetiva de los motivos que la llevaron a cabo. Pero la inteligencia emocional sugiere que se puede reconsiderar la forma de emocionarse y poder dejar de ser esclavos de las pasiones, no justificar los estados de ánimo negativos, ser capaces de ajustarse a las condiciones de la edad, hacer uso de la calma para que los problemas no se conviertan en crisis y responder de manera efectiva a las múltiples demandas que aún la vida requiere. Los adultos mayores necesitan saber o aprender a manejar adecuadamente éstas u otras herramientas que le permitan esgrimir los pensamientos negativos de la mejor manera en pos del autocontrol.
Una situación podría ser aceptar la jubilación, necesitar de apoyo externo para caminar con seguridad, no ser ya el criterio dominante en el seno familiar y enfrentar el tratamiento de una enfermedad. El reto consiste en valorar si éstas son condiciones que inevitablemente deben irritar y deprimir o si se puede ser lo suficientemente hábil emocionalmente como para no atribuirle esa potestad.
La autorregulación también hace un llamado a la resiliencia como la capacidad de respuesta inherente al ser humano, a través de la cual se generan respuestas adaptativas frente a situaciones de crisis o de riesgo (Vera y otros, 2006). Sin lugar a dudas este concepto suele estar vinculado al autocontrol del adulto mayor en el sentido de saber afrontar y responder adecuadamente frente a los diversos problemas cotidianos y acontecimientos vitales a los que se ve expuesto. Además, la resiliencia tiene su vinculación con otras aristas de interés de la inteligencia emocional que se retomarán más adelante.
MANTENER LAS RIENDAS DE LA PROPIA VIDA
Desde una perspectiva cognitivo-motivacional, los investigadores consideran las metas y los proyectos personales como unidades mediadoras que proporcionan información no sólo de lo que la persona “es o tiene”, sino también de lo que “hace y espera lograr” (Ctsikszentmihalyi, 2005). De esta forma, todo lo que la persona desea alcanzar, y la actividad que realiza para lograrlo, se convierten en el punto de partida para la comprensión del bienestar subjetivo. Es por ello que la felicidad va a depender de la distancia que la persona sienta con respecto a sus metas, de donde se desprende que el logro de las metas se vincula a distintos grados de satisfacción.
Toda actividad humana es intencionada y está dirigida a la satisfacción de diversas necesidades. La Tercera Edad no escapa a esta condición. Como en toda etapa de la vida, el anciano debe tener la capacidad de plantearse retos y perseverar en su consecución, aprovechando para ello las distintas oportunidades que se le presentan en su cotidianeidad. Esto no es tarea fácil y apunta a la automotivación como capacidad emocional que permite la orientación afectiva de nuestra vida.
Si el anciano es consciente de que aún le queda camino por recorrer resultará más fácil elaborar proyectos que impriman sentido a su vida. La capacidad de establecerse metas no debe disminuir con la edad, sino todo lo contrario. La utilización emocionalmente inteligente de la experiencia acumulada puede aportar el optimismo necesario para proyectarse al futuro desde la perspectiva del éxito y disfrutar el trayecto hacia la consecución de objetivos reales para esta etapa, lo cual constituye la verdadera esencia del bienestar subjetivo.
Después de haber vivido un tiempo que puede se percibido como largo para algunos, es posible que en ocasiones el adulto mayor se vea tentado a abandonar la lucha por la vida y adoptar posturas pasivas haciendo alusión a criterios como el cansancio, el “no vale la pena” o “posiblemente ya no lo disfrute” lo que constituye un riesgo o amenaza para su salud y bienestar toda vez que compromete su futuro. Pero es cierto que en ocasiones cuesta mucho trabajo seguir y controlar el impulso de “salirse del camino”, lo cual necesita de una gran claridad en las metas y una alta capacidad para disfrutar los pequeños logros como aproximaciones a ellas.
El optimismo es una capacidad emocional de importancia crucial en esta edad. Teniendo en cuenta las dificultades o limitaciones reales de la ancianidad, una actitud optimista favorece una valoración de los obstáculos como modificables, lo cual moviliza la búsqueda de situaciones más ventajosas. A su vez, permitiría ver la adultez mayor como una posibilidad para realizar proyectos que antes no fueron posibles por falta de tiempo, oportunidades, u otras causas. Si el anciano percibe su edad como una oportunidad de vida, si interpreta la vejez no como proximidad a la muerte sino como testimonio de haber vivido, encontrará la manera de enriquecer el contenido de su vida en lo que le queda por vivir. El optimismo le llevará a no atormentarse por cuánto tiempo le falta de vida y le permitirá participar activamente en la construcción del cómo aprender a vivirla.
El disponer de estas capacidades emocionales, tanto las referidas a la conciencia de las emociones propias, como su autorregulación y adecuada orientación hacia objetivos de vida ubicadas en la esfera de la inteligencia intrapersonal, le permiten al anciano lidiar mejor y de manera más eficaz con su mundo interior, “llevarse mejor consigo mismo”, disponer de un conjunto de estrategias que tributen a su bienestar personal, lo cual es condición para la comprensión y el adecuado manejo de las relaciones interpersonales.
NECESIDAD Y VENTAJAS DE LA EMPATÍA
“...es la empatía hacia las posibles víctimas, el hecho de compartir la angustia de quienes sufren, de quienes están en peligro o de quienes se hallan desvalidos, lo que impulsa a ayudarlas”, así refiere Martín Hoffman, uno de los principales investigadores de la empatía donde se asientan las raíces de la moral (Goleman, 1995).
La habilidad empática se erige sobre la base del autoconocimiento, es por ello que en la medida en que se comprende mejor los propios sentimientos, se comprenden mejor los ajenos; pero el reconocer los sentimientos de las demás personas no puede estar sujeto a que se hayan vivido, es decir, no es la convalidación con la experiencia personal lo que los hace válidos, sino el hecho de sintonizar con el sentimiento ajeno en función de una situación y una historia de vida.
Generalmente el senescente es concebido como una persona de mucha experiencia, que atesora una gran sabiduría, lo que le confiere la posibilidad de ser un buen consejero. Gracias a esto pudiera ser una persona bastante comprensiva; pero no siempre suele ser así. Entonces cabría preguntarse si la experiencia, los años vividos y la ancianidad, constituyen una ventaja o una fuente de riesgo para la comprensión de los demás.
El reto será por tanto, aprender a sintonizar emocionalmente con el otro y no enjuiciar su estado de ánimo, así como aprender a ser flexible ante la diversidad sin atrincherarse en las posiciones propias. Es por eso que la inteligencia emocional le brinda apoyo al anciano a través de la empatía como la capacidad emocional que le permite ser más sensible y sintonizar con el sentimiento ajeno, aceptarlo como legítimo y ver el contacto con los otros como una oportunidad para el aprendizaje y el intercambio.
LAS INDISPENSABLES RELACIONES CON LOS DEMÁS: UN ANTÍDOTO PARA LA SOLEDAD
Es cierto que convivir es a veces muy difícil, pero al ser inevitable, lo más inteligente sería tratar de que sea lo más agradable posible. Así como cualquier otra persona, el anciano también se ve expuesto a convivir en familia, relacionarse con sus familiares, amigos, vecinos y demás personas que va conociendo en el día a día. Es por esto que la persona de avanzada edad puede también funcionar como un experto de las relaciones interpersonales, siempre y cuando utilice esa condición de manera emocionalmente inteligente, es decir, desplegando la capacidad de lidiar efectivamente con los otros teniendo en cuenta sus sentimientos y controlando los propios.
Quién mejor que un anciano para conocer la gama de emociones humanas y las consecuencias negativas de los desbordamientos afectivos; para saber de la alegría, del entusiasmo de una ilusión, del dolor de una pérdida, del sabor amargo del arrepentimiento y de la rabia por dejar pasar una oportunidad. En su condición de “persona de más edad”, él tiene la intención de trasmitir su experiencia con el propósito de ayudar, apoyar, evitar fracasos, recomendar lo más beneficioso y en muchas ocasiones aliviar el dolor. Para que su experiencia y buenas intenciones den el resultado deseado debe ser persuasivo, no invasivo, sugerir en lugar de ordenar y tender puentes en cambio de levantar barreras.
El manejo inteligente de las relaciones interpersonales garantizaría al senescente el desempeño exitoso de una serie de tareas pertinentes de la edad, como mantener su papel de guía familiar, ser consultor de los más jóvenes y servir de mediador en conflictos familiares alentando el desarrollo de una armonía familiar sobre la base de la comprensión mutua, entre otras.
Estas capacidades también resultan necesarias para el mejor desempeño del adulto mayor en el ámbito social, ya que resultan indispensables en situaciones que constituyen exigencias o demandas a satisfacer en la vejez, tales como la posibilidad de integrarse a nuevos grupos y el enfrentar cambios en la vida o avances tecnológicos.
Si se logra valorar la diversidad humana como algo interesante, centrarse en lo positivo de las personas y disfrutar de la compañía de los demás, difícilmente en esta etapa se optará por la soledad, así como tampoco se encontrarán excesivas razones para estar irritado o deprimido.
Si bien en la calidad de vida de la ancianidad confluyen múltiples factores, el plano psicológico tiene un peso relevante en tanto, marca el momento activo de la persona, donde la inteligencia emocional es una alternativa que promueve el logro y el afrontamiento de diversas problemáticas, además de que posibilita el adecuado manejo de las relaciones con el otro.
El desarrollo de las capacidades emocionales permitiría una clara distinción de las fortalezas y debilidades de la vejez, sobre la base de una autovaloración realista donde las limitaciones físicas anotarían un punto débil, pero a su vez la experiencia acumulada puede emerger como recurso para capitalizar lo conservado. Todo esto tributaría a una potenciación de la autoestima y el logro de la confianza y seguridad en sí mismo. Aunque viejo, el hombre sigue siendo el protagonista de su vida y ha de tener la capacidad de vivirla de la manera más sana y feliz posible.
APUNTES FINALES
Sin lugar a dudas, la adultez mayor es una etapa del desarrollo en la que se hace necesario afrontar adecuadamente diversas situaciones y preocupaciones que entretejen la cotidianeidad que vivencia el anciano, es por ello que contribuir a la formación de adultos mayores mejor preparados en lo afectivo, les permitiría ofrecer soluciones creativas a los diversos problemas que se les presenten, beneficiando de esta forma el matiz de sus interrelaciones con el medio que les rodea.
El desarrollo emocional del adulto mayor constituye la clave fundamental en la solución exitosa a los principales problemas que se desencadenan en esta etapa del desarrollo debido a la indiscutible importancia que posee el conocimiento y manejo de las emociones propias y las de los demás, en virtud de la satisfacción personal y el éxito en la vida.